31. Día Gris

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Ebi esperó a Lana en el puente. Observaba los autos que pasaban a gran velocidad. Se apoyó sobre sus brazos cruzados sobre el barandal, solía levantar la mirada en busca de su pequeña amiga.

Al rato, se perdía en sus pensamientos y se alivió al darse cuenta que sus ideas suicidas ya no eran tan frecuentes como antes, al menos en el puente.

Ebi miró a los lados, pero nada.

Comenzó a caminar con la mirada en el suelo. Tenía que hablar con Lana —más que su necesidad de amistad— sabía que presenció algo que seguramente ya le había estado pasando. Sintió la necesidad de protegerla, pese a que no tuviera más la valentía por hacerlo, pero no descartaba el intentar.

Ella decidió ir a la escuela, no podía esperar más. Optó por ir más temprano al puente y así poder hablar con ella. Era su única forma de contactarla, debido a que no se intercambiaron números telefónicos.

Ebi llegó a la escuela. Tenía un poco de hambre, hubiera desayunado algo al salir tarde, pero la presencia de Adam era incómoda. A veces compartían mesa o ambos se iban a una habitación a comer, pero las últimas veces se evitaban más de lo acostumbrado.

Subió rápidamente las escaleras y se dirigió a su clase. Al entrar por la puerta se cruzó con el profesor Ubaldo que recién se retiraba del salón.

—Que milagro, Keynes —dijo con sorpresa el profesor suplente —Tienes suerte de que no tenga la lista a la mano.

Ella solo lo miró, apenada.

Él se despidió y le dio paso a Ebi. Algunos de sus compañeros se dirigieron a la salida aprovechando el intermedio entre clase y clase.

Se encaminó a su pupitre y dejó su mochila. Ella levantó levemente la mirada, pero nadie la estaba vigilando, ni siquiera Uniel y Joe que estaban hablando con Dina y otra chica.

Ella quitó la mirada de ellos y miró detrás suyo el pupitre con la mochila de Dean. Sintió un hueco en el estómago y bajó la mirada.

«No puede ser» repitió con los ojos ahora empañados.

Ella observó a su alrededor discretamente intentando ubicar a Dean, pero él no estaba ahí. Sacó sus cuadernos, entre ellos el de sus bocetos. Cuando Joe lo tomó y hojeó mientras Uniel se acercaba.

—Mira —dijo Joe a Uniel —Este le salió bien.

Uniel asintió levemente.

Ebi intentó quitarle el cuaderno, pero Joe retrocedió.

Él la miró sonriente y comenzó a arrancar lentamente sus bocetos. Ella mantuvo su respiración lenta y sólo lo observó con los labios temblorosos. Dina dió la espalda y guardó su cuaderno en su mochila.

—¡Oye! —exclamó la chica con la que estaban hablando. —¿Qué estás haciendo?

Todos se dirigieron al grito.

—¿Dina, se podrían ir, por favor?

—Sí —respondió. —Vámonos, Vi.

—¿Qué no ves lo que pasa?

—Sí, sí— dijo Dina —Ella me ha hecho mucho daño y mis amigos me están defendiendo.

Ebi frunció el ceño.

Dina puso su mochila sobre su espalda sin despegar la mirada de Ebi fingiendo terror y se acercó a la salida mientras su amiga la seguía confundida.

Cuando el salón quedó sólo para ellos tres, Joe golpeó a Ebi con la esquina del cuaderno.

Ebi tocó parte de su rostro derecho. Este comenzó a arder dejando a su paso la marca del golpe.Se giró dándoles la espalda, aún se cubría el rostro, pero esta vez intentó tapar todo en él.

VÍCTIMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora