13. Ebi es Rara

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La maestra Agnes se quedó callada un pequeño instante mientras todos se miraban pensativos. Ella suspiró harta de la misma escena que le tocó presenciar unas 8 veces sin tener alguna respuesta completa de Ebi, aún cuando tenía oportunidad de preguntarle sólo a ella. Siempre era lo mismo: "Es mi culpa, reaccioné mal".

—Oigan —llamó ella con la mirada en la lista desde su escritorio —¿Qué sucede con Ebi?

—No lo sé, sólo se enojó con nosotros, profesora Agnes —soltó Dean esperando que los demás aportarán sus ideas.

—Vi unos diseños que se le habían caído, los demás se acercaron para ver y se empezó a enojar.

—Ella es muy rara —musitó la maestra, inconscientemente. Sin intención de azorar a Ebi. Sacó un marcador de su bolso.

—Siempre la estamos tratando de integrar —justificó Joe

—Quizá se sentía mal y por eso se desquitó conmigo —argumentó Dean compasivo al silencio que emanaba Agnes —Pero no hay problema, de verdad. Creo que el problema somos nosotros al querer juntarla. Nos detesta.

—No es su culpa chicos, así es Ebi. Tengan paciencia.

—Pero eso no justifica que le pegue a Dean —defendió Greta, ofendida. La maestra asintió.

—Lo comentaré con la directora, ella no tiene porqué golpear a Dean.

—Lo comentaré con la directora, ella no tiene porqué golpear a Dean

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Ebi siguió su camino mientras lloraba. Algunos alumnos que pasaban a su lado apartaban la mirada extrañados, no tanto porque la veían llorar "intentando llamar la atención",  sino por desinterés o por algún rumor que soltaban fácilmente de ella cada día. un rumor que causaba coraje y asco. Por ende, al verla llorar te hacía sentir indiferente o realmente bien.

Cada día era una tortura diferente, apodos, humillación en público, errores de juicios, golpes y diferentes tipos de lesiones provocado por máquinas, libros, puertas, golpes, pelotas entre otras cosas.

Recordaba que había tenido serios problemas: como cuando sufrió una lesión ocular por un libro que le lanzó Uniel a la cara, cuando todas las chicas intentaron arrancar su cabello jalando fuertemente de él o cuando Dean la ahogaba en la piscina por pequeños instantes.

Por esas y muchas cosas más le pidió a Adán que la cambiara de escuela, pero gracias a su nueva estadía en un pueblo donde destacaba la buena historia académica, creyó que estaba exagerando y que en realidad necesitaba de esta particular escuela. Él solía tener una mala imagen de Ebi —una mal agradecida carente de atención o un reemplazo mal hecho— así que no era importante escucharla.

Corrió colérica, entró al cubículo más apartado de la entrada y vomitó. Los golpes en el estómago habían hecho efecto.

Se levantó apoyando su mano contra la pared y la acarició tratando de disminuir la alteración que había sentido durante todo el día. Miró su reflejo en la pared sin evitar sentir un nudo en la garganta y llorar.

«Malditos» chilló Ebi.

—Chicos —llamó la maestra antes de que todos tomaran sus cosas y salieran —Recuerden que mañana es la exhibición para los nuevos aspirantes, quiero que todos se pongan las pilas

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—Chicos —llamó la maestra antes de que todos tomaran sus cosas y salieran —Recuerden que mañana es la exhibición para los nuevos aspirantes, quiero que todos se pongan las pilas.

—Haremos lo mejor que podamos —dijo Dina.

—¡Alumnos nuevos! —celebró Alison.

—Cuento con ustedes —dijo la maestra regalándoles una sonrisa. Después se marchó confiando en sus queridos alumnos.

—Chicos —llamó Aria antes de que los chicos se acercaran más a la salida —La marginada está en el baño.

—Siempre se esconde ahí esa perra —se quejó Joe —A ver si vuelve a armar una escenita después de que entremos por ella y le demos una buena paliza.
Dean y Uniel asintieron.

—Sólo tengan cuidado con los profesores, esperen a que se vayan a su junta.

—Igual tenemos que asegurarnos que siga ahí. ¿Podrías ir tú? —preguntó Uniel.

—No puedo, lo siento. Iré con las chicas a planear lo que haremos el día de los aspirantes —ella se despidió arrepentida por no poder ver la reacción de Ebi.

Todos los presentes se marcharon.

—Chicos, ya sé quién nos puede ayudar —dijo Uniel de sorpresa. Salió del salón y los miró —Siganme.

VÍCTIMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora