07. La Máquina de Coser

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El grupo hizo un leve sonido de incredulidad al ver la cantidad que le habían descontado.

—¿Ya ven, chicos? Por eso deben poner atención a todo lo que digan los profesores— se burló Dean.

—Exactamente— respondió la maestra.

Ebi dejó caer sus hombros llena de rabia, mientras Dean pasaba a su lado riéndose. Demostrando lo que era capaz de hacer para que ella tuviera un mal día.

—Y bien sabes que NO puedes presentarte en la exposición —la maestra le buscó la mirada— ¿Verdad, Ebi?

Ebi sintió como el nudo en su garganta se hacía más grande.

Asintió.

—Cumplelo, por favor. — agregó. Recargó su cabeza sobre su mano y miró al resto — Y esto va para todos, si quieren una buena formación profesional tienen que ser responsables y no mentir para victimizarse. Eso es de gente mediocre.

Ebi miró de reojo a Falis. Quería romper toda esta jugarreta tan bien planeada, incluso quería lastimarse a sí misma por caer tan fácil en las garras de sus compañeros. Pero esto último lo haría en su habitación.

Sin decir nada, se fue hasta su asiento mirando sutilmente a Dean.



«¿Cómo no iba a ser el blanco perfecto si era tan estúpida?» Se preguntó ella

—Mañana seguiré con la revisión. Y espero que entreguen lo que pido—anunció la maestra agarrando sus cosas para salir. Todos sabían que estaba molesta.

Algunos despidieron a la maestra con sonrisas, transmitiendo que estaban muy alegres de haber regresado, mientras que Ebi, solo cruzaba sus brazos y hundía su cabeza en ellos.

—Chicos, salganse del grupo falso—ordenó la voz de Uniel.

—Claro— afirmaron todos al unísono.

Ebi escuchó como todos se marcharon del lugar, al parecer se habían ido a la cafetería, finalmente Ebi pudo sentir un poco de paz.

«Por favor, que este día termine ya.» Suplicó mientras una lágrima salía.

Ebi se limpió rápidamente aquella lágrima. Rozó su mejilla que estaba roja de repetir la misma acción en varias ocasiones del día, pero esta vez no pudo controlarse, las dejó salir.

—Deformada —llamaron.

El cuerpo de Ebi tembló al escuchar su apodo. No tenía la intención de levantarse hasta que una mano la sujetó del cabello. No era Dean, era Uniel que le estaba haciendo el favor a su amigo. Ella sujetó la mano de Uniel que jalaba de su cabello, no los miraba, así que Uniel la soltó acompañado de un empujón en la cabeza. La habían rodeado.

«Por favor.» Rogó internamente.

—Desbloquea tu celular y borra la foto —ordenó Joe mientras le ponía su celular delante suyo.

Ahí estaba su otra evidencia, la que podía demostrar que Ebi decía la verdad. La que no le quitaría tres puntos. La que ayudaría a la directora y maestros a comprender que no es que ella quisiera llamar la atención, no quería atención, quería ayuda. Comprenderían que el salón en el que estaba, la llevaba lentamente a tener problemas severos.

Sus compañeros se descargaban con ella. No tenían que hacer mucho, con unas palabras bastaba.

¿Qué mejor manera de matar a alguien por dentro con solo unas palabras despiadadas?

«Mi evidencia» chilló Ebi.

Dean la miró fijamente mientras Joe y Uniel recargaban sus manos sobre la mesa creando una barrera.

—¿Qué esperas? —preguntó Dean.

—Lo de la foto era mentira, no sabia que me eliminaron —dijo con poca valentía, aún tenía esperanza de que se supiera la verdad.

—¿Nos quieres ver la cara de estúpidos? —dijo Dean mientras se acercaba a Ebi hasta quedar a pocos centímetros de su cara —Tú sabías que te eliminariamos.

—No —Ebi se revolvió en su asiento, miró con trabajo la entrada. No había nadie para ayudar, ni un solo prefecto.

—Desbloquea tu celular —dijo Uniel.

—Y si dices la verdad —dijo Dean mientras se daba la vuelta y prendía la máquina de coser que aún tenía la aguja puesta. Se volvió hacia Ebi —No te haremos nada.

Ebi bajó la mirada lentamente mientras su respiración se cortaba, agarró el celular con las manos temblorosas y lo desbloqueo sin saber exactamente qué hacer para ganar tiempo e irónicamente ser salvada. De lo contrario iba a recibir una tortura. La máquina de coser hacía demasiado ruido y tras cada puntada que hacía ésta, sabía que la pusieron a toda velocidad.

—Nos has mentido — anuncio Joe al ver que tenía la foto en el celular.

Ella al saber en que se había metido, se intentó levantar del asiento rápidamente, aunque sabía que ni forcejeando iba a lograr huir. La obligaron a sentarse.

—Por favor —suplicó.

Dean la observó sin mostrar una expresión. Ebi esquivó sus miradas en busca de alguien, aunque esa no era una buena opción porque si un alumno la veía así solo la ignoraría para no ser el siguiente en la lista de Dean. Finalmente, Ebi guardó sus esperanzas y aceptó lo que pasaría a continuación.

Quizá lo merecía, no era nadie importante —como ellos solían decir— pero, honestamente, aunque lo mereciera, ella no quería sufrir de ese modo.

—Por favor — susurró Ebi al borde de la desesperación.

—Pongan su mano en la máquina.

VÍCTIMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora