Ebi se miró en el espejo. Estaba inquieta por la presencia de Dean que salía lentamente de la oscuridad detrás suyo. Él le sonrió y se acercó.
Fue fácil, pensaba ella. «Él escogió una víctima para su venganza, fue lo suficientemente hábil para que l...
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El señor Quintilo miró detenidamente el folleto. La directora lo observaba satisfecha al ver lo perplejo que estaba. Este, al sentir la presión de la geniuda señora, decidió admitir lo que negaba desde que escuchó de la popular escuela.
—Su escuela es todo un potencial —admitió mientras le devolvía el folleto.
La directora bajó la cabeza en modo de aceptación y cedió a dejarle el folleto.
—Esta escuela desempeña lo mejor de los alumnos —agregó la directora mirando a los presentes en la sala.
Ella se levantó desdeñosa de su asiento, sin antes pasear la mano por los miles de diplomas que habían obtenido los alumnos a lo largo de los años con mucho esfuerzo. Y que ahora, sólo se presumía el honor de la escuela a través de ellos, sin haber sido tocados por sus propietarios.
—Síganme, por favor —dijo ella con una sonrisa falaz.
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—¡Hey Ebi! —gritó Dean, mientras pateaba su estómago, ansioso.
Todos temblaban emocionados del golpe, el como se escuchaba un golpe en la vida real, sin embargo, la única que temblaba por la maldad que estaban ejerciendo, era Ebi.
Dean tomó del cabello a Ebi, agresivo mientras ella evitaba cargar su peso a través de este. Se sujetaba de las manos de Dean, negándose a ver los ojos que le asustaban, o mejor dicho, la escena que le aterraba vivir casi a diario.
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