Adam caminaba de un lado a otro en la sala de urgencias. Lo que empezó como una simple reunión entre colegas terminó en desastre. Se sentó intentando tranquilizarse.«Estupida» maldijo a Ebi «Todo es tu culpa, si hubieras cerrado la puerta de tu habitación nada de esto hubiera pasado».
—Adam—llamó el señor Morrison.
—De verdad lo siento, Maden—expresó mientras él se acercaba y se sentaba a su lado—Creeme que me siento muy apenado con lo que acaba de pasar.
—Tranquilo, Adam. No pasó nada grave más que la mordida, Dean no tiene fracturas—respondió él con aire pasivo. Levantó su mano y palmó su espalda.
—No fue mi intención que esto pasara.
—No hay problema al respecto, es comprensible que el perro iba a atacar si ve a un desconocido en la casa—asintió comprensivo—Tienes un gran guardián.
—No es mi perro, es el perro de Ebi.
—¿Ebi?—preguntó Maden con sorpresa.
—Mi esposa y yo adoptamos a una niña hace años, pocos meses después de que mi hija murió.
—Vaya—sonrió Maden—Entonces tienes una hija adoptiva.
—Ella no es mi hija.
El señor Morrison frunció el ceño al escuchar cómo negaba la paternidad hacia “aquella” niña. Quizá aún se sentía dolido, vacío por la pérdida de su esposa y el suicidio de su hija, pero para él señor Morrison era triste escuchar esa expresión hacia un niño abandonado.
Ebi caminó hacia el puente, caminaba mirando al piso, a veces levantaba la mirada discretamente para no chocar con alguien y regresaba a esconderse dejando que su cabello negro fuera la cortina.
Mientras comenzaba a subir las escaleras escuchó detrás de ella unos susurros femeninos. Se encogió de hombros al saber que hablaban de su persona, por más que intentará no prestar atención a lo que decían, no lo logró y escuchó sigilosamente sus comentarios.
—¿Cómo se puede mantener de pie? Se ve tan débil. Da miedo.
—Parece un esqueleto andante. Que asco.
—Bajen la voz—levantó un poco la voz una de ellas—Nos puede escuchar.
—Que lo haga, le haremos un favor si sabe que se hace daño a sí misma.
—Si, pero ahorren sus comentarios de “Que asco”
—¿Se imaginan a un chico que la quiera tocar?
—Necrofilia—chasqueo sus dedos al dar su respuesta orgullosa.
—¡Callense las dos!—gritó una de ellas.
—¿Pues qué? Parece un muerto.
Ebi volteo lentamente hacia las chicas con la cabeza agachada, una vez más, sintió la degradación en su existencia. Las chicas la observaron un poco sorprendidas al ver el poco rostro que se mostraba: tenía una gasa que cubria parte de su frente, la herida no quedaba tan expuesta pero el bulto debajo de esta era evidente, sus ojeras eran lo que más resaltaba de ella, los rasguños y marcas en su rostro apenas se tapaban por el maquillaje mal puesto.
Las tres se limitaron a decir algo y sólo la rodearon sin despegar la mirada de ella. Finalmente cuando las chicas se marcharon, Ebi soltó un pequeño suspiro y sus labios se tensaron mientras comenzaba a llorar. Después de que las chicas se retiraran, se percató de una niña que miraba la escena a una distancia corta, tenía la mirada clavada en ella mientras se acercaba lentamente. Limpió sus lágrimas y miró a la niña de reojo, se propuso a seguir su camino.
—¿Estás bien?—dijo la niña interfiriendo en su camino. Su cara mostraba preocupación.
En Amtoba, cualquier niño de su edad —aparentemente de 10 o 13 años— habría seguido su camino porque no es algo que entenderían, es decir, lo hubieran resumido a un “Sólo la están molestando” pero aquella niña pareció sentir su dolor a pesar de que no escuchó lo que dijeron las chicas, al ver cómo la evadian y cómo ella intentaba no llorar.
Ebi todavía no procesaba su pregunta. ¿Acaso le estaba hablando a ella? Se cubrió los ojos para limpiarse las lágrimas y nuevamente la miró. Después de unos segundos en silencio, miró detrás suyo para asegurarse de que no le hablaba a alguien más, sólo estaban ellas dos en el puente.
—Si, te hablo a ti—afirmó esperando una respuesta. Ella por su parte, se quedó en silencio y puso su mano en el barandal, aferrándose como si le fuera a pasar algo.
No es que Ebi no quisiera hablar, pero no sabía qué responder, por primera vez le preguntaban si estaba bien, alguien que no fuera Mina.
—¿Cómo te llamas?—preguntó curiosa. Intentando no señalar a Ebi por lo que acaba de pasar, comprendía aquel silencio.
Ebi nuevamente se quedó callada, pero esta vez se estaba sintiendo más aliviada.
«Me está hablando, quiero que sea mi amiga» pensó ella con esperanza.
Si, no conocía a esa niña, pero Ebi se moría por hablar con alguien. Aunque esa niña no fuese de su edad, aunque el motivo de su platica sea extraña, ella sólo quería hablar aunque fuera un poco.
—Ebi—dijo casi en susurro.
La niña sonrió al tener respuesta de su parte, como agradecimiento, bajó la mochila de su espalda, la abrió y sacó un dulce de piña. Ella le extendió el dulce a Ebi con una sonrisa.
—Mucho gusto, yo me llamo Lana.
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Hola a todos, regresé.
He encontrado la cuenta donde tengo escritos los documentos así que podré seguir. En serio agradezco que me lean, les prometo traer más capítulos. Gracias por la espera! ☺️Oh! Y la otra razón por la que tardó en actualizar es porque me hago un conflicto conmigo misma porque siento que escribo FATAL y constantemente estoy corrigiendo. ☹️
Pregunta: Qué hacen cuando están nerviosos (en cualquier situación)?🤔
Por cierto, espero que todos se encuentren bien con esto del coronavirus.
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VÍCTIMA
Teen FictionEbi se miró en el espejo. Estaba inquieta por la presencia de Dean que salía lentamente de la oscuridad detrás suyo. Él le sonrió y se acercó. Fue fácil, pensaba ella. «Él escogió una víctima para su venganza, fue lo suficientemente hábil para que l...