SILVER
Madrugada del lunes, 22 de noviembre de 2021—Me muero por estar dentro de ti —siseó Hugo en mi oreja.
La temperatura de mi cuerpo subió. Un gemido escapó de mi garganta al primer contacto de sus labios con mi piel. Sus manos aprisionaron mi cintura, me apretó con fuerza, me besó. Sentí su dura erección hincar mi trasero. Moví mis caderas hacia atrás, y el sonido de su risa casi me estremeció. Deslizó los tirantes de mi vestido por mis brazos y lo dejó caer al suelo.
Yong se mordió los labios y se sentó en la cama, sus ojos en el moreno, que levantaba con parsimonia mi vestido de dormir, y su mano derecha sobre el doloroso bulto de su pantalón.
—Ven aquí. —Señaló con su mirada la porción del suelo entre sus piernas abiertas—. Ven aquí, plateada.
—Ve con él, preciosa… —La gruesa voz de Hugo tenía el poder de derretirme.
El pelinegro me agarró por la cadera y levantó la cabeza. Sus ojos felinos chispearon de excitación y su erección se volvió más evidente dentro del apretado pantalón.
—Arrodíllate, plateada.
Sus órdenes, la rudeza con la que me follaba, la crueldad con la que me llenaba de placer. Yong no se contenía en delicadeza cuando me hacían suya. Sabía que me gustaba sentirme sometida, que yo estaba dispuesta a cumplir cada uno de sus mandatos.
—Arrodíllate y chúpamela.
Me arrodillé, sintiendo mi vagina lubricarse por el morbo.
Agarré su gruesa erección entre mis manos y acerqué mis labios. Disfruté la honda exhalación que escapó de sus labios al primer contacto de mi tibia lengua con la punta. Lo introduje un poco, luego lo metí hasta que lo sentí al final de mi garganta. Chuparla no era suficiente, me gustaba sentirme ahogada, llena hasta que fuera doloroso mantener la boca abierta.
Yong lo sabía y me dejaba degustarlo antes de tomar el control.
Lo saqué, una y otra vez. Rodeé su tronco con una de mis manos y la moví de arriba abajo mientras mi lengua lo rodeaba y succionaba con devoción. Repartí innumerables besos y apisoné sus testículos en mis manos.
Sentí unos dedos apartarme el pelo de la cara. Era Hugo, y sus ojos verdes titiritaban de placer. Miré a su lado y encontré a Yong con la cabeza hacia atrás y la boca entreabierta.
—Así, plateada… —susurró—. Así…
Noté sus caderas moviéndose, su polla acomodándose en mi boca y contraerse.
Mordisqueé con delicadeza y deslicé mi lengua, lo chupé.
Yong llevó sus manos a la parte trasera de mi cabeza y se aferró a mi pelo. Comenzó a moverse, embistiendo mi boca sin piedad. Mi cuerpo hervía, ardía de placer y mi entrepierna se empapaba con cada contracción.
—¡Detente! —ordenó de pronto—. Aún no quiero venirme.
Yong tenía la respiración agitada, la voz ronca por la excitación y una fina capa de sudor lo cubría. Se inclinó hacia mí.
—Adoro verte a mis pies —comentó, aprisionando mis mejillas.
Me levantó en brazos para luego tirarme a la cama. Ladeó una sonrisa y se puso de pie.
Hugo, que se había mantenido observando sentado en el colchón, se levantó. Entre ellos hubo una cómplice intercambio de miradas, la tensión, la frustración sexual podía sentirse. Aún tenían muchas cosas que aclarar, que aclarar incluso en ellos mismos, pero no podían negar que se deseaban y mi vientre se estremeció con solo pensar en la idea de ellos juntos.
ESTÁS LEYENDO
P de PERDEDOR
Mystery / ThrillerTodo comenzó el primer día de clases. Llegaste a Villa Padua después que a tu padre le ofrecieran una generosa oportunidad de trabajo. Tuviste que dejar tu vida, tu casa y tus amigos, y mudarte al otro lado del país. No querías, claro que no, pero l...