SILVER
Viernes, 8 de octubre de 2021—Señor González, todo está preparado para partir al Club de Caza Atalanta —informó uno de los hombres de mi padre y, acompañándose de una leve reverencia, se retiró.
Cristóbal se apoyó de su escritorio y se puso de pie. Abotonó su ajustado saco y sonrió.
—Eso es todo, caballeros, cuando regrese del viaje familiar volvemos a vernos, ¿de acuerdo?
—Desde luego —concedió el señor Martínez, un cuarentón que parecía la versión adulta de su hijo—, espero que para esa fecha ya Nelson haya sido liberado. —Exhaló y masajeó sus sienes, se notaba lo contrariado que estaba con lo del arresto—. No tienen pruebas contra él, pero aún no lo dejarán ir pues hay una confesión de por medio.
El señor López, un hombre regordete con un tupido bigote, ladeó una sonrisa maliciosa.
—Veré si puedo acelerar el asunto —dijo papá, desbloqueando su móvil—, no es bueno para nuestra imagen pública que nuestros hijos estén involucrados con la policía. Y ya que llegamos al tema de los hijos, López, deberías hablar con el tuyo.
El aludido frunció el seño y dejó escapar un casi imperceptible resoplido.
—Guille no es un problema, sabe lo que tiene que hacer.
—Eso espero —repuso papá—, porque no voy a permitir que vuelva a meterse con mis hijos.
Confusa por su respuesta, me quedé en blanco. Me costó un instante darme cuenta de que se refería a Mina y el acoso al que la había sometido Guillermo y su camarilla durante semanas.
Martínez se aclaró la garganta con reticencia.
—Silver, cariño, tomate tú tiempo con eso —dijo, echándole un vistazo a la carpeta repleta de papeles que tenía sobre mi regazo—, con Nelson detenido tendrás que hacerlo todo tu sola.
Odiaba asistir a las reuniones de socios de mi padre, pero era yo quien les hacia la declaración de impuestos y llevaba los libros económicos. Generalmente, era un trabajo de dos: Nelson y yo, pero con el rubio ausente toda la responsabilidad caía sobre mis hombros.
—No se preocupe, señor, lo tendré listo mañana —declaré y me puse de pie.
Cristóbal me observó de soslayo y asintió.
—No sé qué sería del negocio sin ti, hija —emitió, dedicándome una sonrisa de aprobación.
Intenté que no fuera tan obvia mi felicidad, pero borrar la sonrisa de mi rostro fue un desafío. Él no acostumbraba a hacerme cumplidos, nunca lo hacía.
—Ahora, por favor, dejamos solos —ordenó—. En unos quince minutos salimos para Atalanta.
—Sí, señor. —Atravesé su despacho hasta la puerta.
—Esa chica fue una muy buena inversión, González —comentó el padre de Guillermo justo antes de que dejara la habitación.
Su intensa mirada lasciva provocó que me volteara. Tragué en seco y salí del despacho.
—¿Pensaste en mi propuesta? —La voz de López se escuchó desde el pasillo.
Abracé los papeles contra mi pecho y me adherí a la puerta, decidida a escuchar su charla.
—Sin duda, te estoy ofreciendo un buen trato —continuó—, ¿no lo crees?
Reconocía la intensidad en sus ojos y el desagradable placer con el que sus labios se curvaban al verme atravesar el despacho de mi padre en las reuniones. Era imposible controlar el temblor de mi cuerpo cuando su atención se posaba en mí o colocaba su mano en mi hombro para saludarme. Era asqueroso y vil, como sus macabros propósitos.
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P de PERDEDOR
Mysterie / ThrillerTodo comenzó el primer día de clases. Llegaste a Villa Padua después que a tu padre le ofrecieran una generosa oportunidad de trabajo. Tuviste que dejar tu vida, tu casa y tus amigos, y mudarte al otro lado del país. No querías, claro que no, pero l...