CAPÍTULO 48

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SILVER
Jueves, 11 de noviembre de 2021

La detective Álvarez cerró la puerta de la sala de interrogatorios.

—Disculpa la demora —comunicó—. Hubo un altercado en el instituto Padua. Yong González, tu hermano, casi mata a golpes a Guillermo López en el comedor. Tuvimos que detenerlos a ambos hasta que sus padres venga a buscarlos. Han sido suspendidos por quince días.

Respiré hondo y me acomodé en la incómoda silla.

Los días que habían seguido al regreso de Yong habían sido crueles.

Días de incertidumbre y desesperanza. Días sin dormir o comer, en los que la tensión hacía temblar la casa cada vez que los hombres de Cristóbal regresaban sin noticias. Mi padre había dado la orden de que continuara la búsqueda de Hugo, pero después de más de una semana dejaron de buscar un herido y comenzaron a buscar un cadáver.

Hugo estaba vivo, pero yo era la única que lo creía.

Y Yong sin Hugo era una catástrofe. No había vuelto a escribir y ahora su pasatiempo favorito era meterse en peleas. Cada día llegaba con los puños destrozados y la cara amoratada. No me hablaba, ni siquiera me miraba, no tenía control y rara vez dormía en casa.

—Esto es algo informal —explicó Álvarez y caminó hasta la cámara para apagarla—, por lo cual no estás obligada a contestar. Tómalo como una charla, ¿de acuerdo? De todas formas, quiero que sepas que de no obtener respuestas tendré que hacer una citación oficial.

Me limité a asentir.

El video que liberó Mina en la fiesta de Alex me había traído bastantes problemas. La opinión pública había decaído, los medios explotaron y ahora los González eran vistos por lo que eran en realidad: unos hipócritas.

Los ciudadanos aseguraban que Cristóbal era un mal padre, ya que sus hijos adoptivos terminaron envueltos en una relación amorosa y la creación de una supuesta cuenta para fomentar el acoso estudiantil. La campaña electoral prendía de un hilo y Hugo era acusado de ser un malcriado insensible por no presentarse a la disculpa pública que papá nos obligó a dar a la televisión a Yong y a mí.

Villa Padua era un caos y nuestra casa se había vuelto un verdadero infierno.

La detective ocupó la silla frente a mí y abrió el cuaderno que llevaba a todas partes.

—Bien, supe que fuiste suspendida del instituto por treinta días, que te destituyeron del cargo de presidenta del Concejo Estudiantil y que dejaste el club de mateatletas permanentemente.

»No es común que una chica tan aplicada en los estudios y disciplinada, se haya convertido en tan poco tiempo en una rebelde. ¿Algo está condicionando tu comportamiento?

—Sé lo que intenta, detective —emití, con el rostro y la voz carente de emoción alguna—. Está psicoanalizándome, y le digo que no va a funcionar. Mejor vaya al grano de todo esto. Haga sus preguntas y ya está. Odio perder el tiempo.

Reparé en su asombro ante mi rudeza.

No me importó. Los recientes sucesos habían sacado la mierda a la luz y toda Villa Padua sabía la verdad detrás de mi sonrisa y mi cordialidad. Ya no tenía sentido fingir.

La detective se enderezó en la silla y apoyó los codos en la mesa, a los lados de su cuaderno.

—Emily Correoso, Milo Topás, Shaw Wang, Maya y Carlos Martínez, alias Ciel. Todos fueron asesinados. La primera en mayo del 2019 y los otros entre septiembre y octubre de este año. A excepción de Carlos, los otros se vieron implicados en el acoso estudiantil al que fue sometida Emily, y recibieron mensajes desde la cuenta «P de Perdedor» que creaste tú.

P de PERDEDORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora