INTERLUDIO ~S,H&Y~

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OK, allá vamos... Esto no es el capitulo 15, que es lo que correspondería, sino los sucesos entre el capítulo 14 y el 15. Le puse INTERLUDIO porque no sabía cómo llamarlo, lo cual es una incoherencia de mi parte, pero bueno, no tenemos por qué ser serios.

Disfrútenlo y déjenme un montón de comentarios o no vuelvo a escribir fruti-fantástico entre los González... OK, no..., pero sí ¿eh?

•••

SILVER
Sábado, 25 de septiembre

Los labios de Hugo se pasearon por mi cuello mientras la lengua de Yong invadía mi boca. No pensé en nada más que en ellos, en «nosotros» y en lo bien que se sentía poder tenerlos a ambos a mi lado. Cerré los ojos y me dejé llevar por los besos y las sutiles caricias en todo mi cuerpo, embriagándome y estremeciéndome conforme el calor de mi cuerpo aumentaba.

Hugo me besó entonces y sus manos frías descendieron hasta mi vientre. Yong se acomodó detrás de mí y me sujetó por el pelo, provocando que mi espalda se arqueara y mis piernas le hicieran espacio al moreno. No pensé en la noche anterior, en los mensajes del asesino o en lo jodida que estaba, en lo único que pude pensar fue en lo mucho que los había extrañado.

—¿Duele? —siseó Hugo en mi oído.

Negué con la cabeza, a lo que Yong añadió.

—Dilo cuando duela..., dilo y pararemos.

Asentí, dejándome llevar.

Los tres estábamos adoloridos y deshechos después de encontrarnos con la furia de Cristóbal y pasar toda una noche en los escalones de la galería sin dormir, exhaustos y congelados por el frío; sin embargo, en aquel instante en el que nuestras pieles se tocaron fue como si todo el pesar hubiera desaparecido, como si el mundo hubiera hecho silencio y solo existiéramos nosotros tres, hermanos sin ningún vínculo más que el pecaminoso amor que se profesaban.

Ellos dos eran lo único que yo necesitaba.

—Vamos a la habitación —sentenció Yong, separándose de mí solo lo necesario.

Hugo me ayudó a ponerme de pie y, antes de que pudiera preverlo, me cargó sin miramientos sobre su hombro, dejando expuesto mi trasero desnudo. Escuché el leve rumor de la risa de Yong y lo siguiente que supe fue que estaba, empapada y estilando agua, sobre el colchón.

Mis hermanos me miraron y en sus ojos titiritó un brillo que yo conocía a la perfección.

—¿Cerraste al entrar? —el moreno preguntó, mirando a Yong.

Este asintió.

Me levanté, demorándome todo lo que pude y me quedé un instante observando la gloriosa vista. Eran tan hermosos, tan deslumbrantes como peligrosos y letales y me pertenecían de la misma forma que yo era suya. Relamí mis labios, llevándome a la boca el metálico sabor a sangre de mis heridas, y coloqué las manos en el pecho de Yong.

Hugo se sentó al borde del colchón mientras el pelinegro rodeaba mis muñecas y se dejaba llevar hasta el sillón. Percibí la intensidad de sus ojos en mi espalda.

Presioné el tatuado pecho del pelinegro hasta que él se sentó. Apoyé mi rodilla entre sus piernas y tiré de las tiras de su albornoz, abriéndolo por completo. Él me escaneó, devorándome con sus felinos ojos negros, y palmeó sus muslos, invitándome a sentarme en su regazo. Lo hice y al instante sentí la dureza de su erección hincando mi humedad.

Me mordí el labio inferior, moviendo mis caderas.

Yong ladeó una sonrisa pícara y subió una mano por mi brazo hasta mi hombro y luego a mi clavícula, la cerró alrededor de mi cuello, sin cuidados o sutilezas, y me apretó contra él.

P de PERDEDORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora