CAPÍTULO 20

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SILVERLunes, 4 de octubre

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SILVER
Lunes, 4 de octubre

Cuando Nelson llegó, me encontró aovillada en la cama con el teléfono en las manos y el chat de sexy-maya abierto. Después de enterarme de que mis hermanos habían sido detenidos llamé a papá y a mamá, quienes estaban ya en la comisaría, y, al verme sin poder hacer nada, solo atiné a escribirle al criminal por respuestas:

«Hicimos todo lo que pediste», «Ellos no son culpables, eres tú» y «¿Qué quieres de mí? Haré lo que sea, por favor haz algo» habían sido algunos. Él no respondió a ninguno.

Nelson me trajo un ibuprofeno para el dolor de cabeza, me quitó los incómodos tacones y se acostó a mi lado. No preguntó cómo me sentía pues era obvio, colocó mi cabeza en su pecho y enredó sus dedos en mi pelo, acariciándome con sutileza mientras los acompasados latidos de su corazón resonaban en mi oído. No habló, solo se quedó ahí, haciéndome compañía

Lo único que me hizo reaccionar fue el tono de llamada de mi teléfono.

—Calma, todo irá bien —musitó Nelson, alcanzándomelo.

Era Cristóbal.

—Papá...

—Mis hombres irán a la casa a buscar unas cosas en mi despacho, atiéndelos —emitió, interrumpiéndome como era común. Él nunca llamaba, solo cuando lo necesitaba y se limitaba a lo necesario, como si hablar conmigo le resultara doloroso.

—Papá —insistí—, ¿cómo están Yong y Hugo?

Su resoplido, aún estando tan lejos de mí, me hizo temblar.

—Mis abogados están con ellos, los están interrogando ahora mismo. —El enfado se percibía en su voz—. Volveremos a casa con ellos. Descuida, mis hijos no dormirán en una celda.

Y colgó.

—¿Y bien? —peguntó Nelson, incorporándose con ayuda de sus codos.

—Los están interrogando —contesté, cabizbaja—. Papá dice que todo estará bien.

—Por supuesto, Silver. —Me sonrió, se sentó en la cama y me acarició la mejilla con suavidad—. Yong y Hugo son inocentes, solo son sospechosos porque pelearon con Shaw el viernes y hoy por la mañana. Eso de detenerlos es puro formalismo.

Asentí, haciendo un esfuerzo por sonreír.

Nelson se levantó y cogió su chaqueta del respaldo de la silla de mi escritorio.

—Linda, ahora que sé que estás más tranquila ya puedo irme. —Miró su reloj de pulsera y se puso la chaqueta—. Quedé con Laia en recogerla a las ocho y media en la biblioteca, está haciendo el proyecto de Español.

Me golpeé la cabeza, había olvidado por completo que Logan vendría a casa.

—Llámame si necesitas algo, lo que sea. —Depositó un corto besó en mi frente.

P de PERDEDORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora