CAPÍTULO 31

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Doble Actualización 2/2

SILVERMadrugada del lunes, 11 de octubre de 2021

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SILVER
Madrugada del lunes, 11 de octubre de 2021

Nelson: Estoy aquí

Silver: Te dejé la puerta trasera abierta. No hagas ruido, mis hermanos están despiertos.

¿La verdad? Hugo y Yong se habían ido a la cama hace horas, pero era necesario que Nelson fuera sigiloso. No estaba dispuesta a destruir mi restaurada relación y, además, la habitación de Mina estaba en el pasillo del primer piso por el que el chico tendría que pasar para llegar a la escalera del recibidor.

Diez minutos más tarde un atlético y bronceado chico rubio de ojos azules cruzaba mi puerta.

—No quiero ser un soplón, pero creo que tu nueva hermana tiene un invitado —dijo y se tiró a la cama, en el espacio que había reservado para él cuando recibí el mensaje de su llegada. Se estiró lo justo para saludarme con un beso en la mejilla y se acomodó.

—¿Un invitado? —Bajé la tapa de mi portátil y lo dejé sobre la mesilla.

Nelson estiró los brazos y los colocó debajo de su cabeza, despreocupado.

—Mina salió de la cocina con un tazón de palomitas y un pomo de gaseosa...

—¿Te vio?

—Claro que no —repuso con aires de ofendido—. La cuestión es que tocó su propia puerta y alguien le abrió desde dentro. Yo estaba escondido, obviamente, y solo alcancé a ver al chico de la cintura para abajo. Es un jugador de los Búfalos de Padua.

—¿Cómo puedes estar tan seguro?

—El pantalón que lleva es idéntico a los que usamos para los entrenamientos. Tiene el logo del equipo.

—Eso es nuevo.

Nelson encogió los hombros.

—Da igual. ¿Para qué me hiciste venir a estas horas? Pensé que nos veríamos mañana en el instituto.

—El asesino robó tu disco duro —solté a quemarropa—. No sé cómo, pero cuando volví no estaba.

Nelson se había quedado muy quieto. De pronto, se sentó en la cama y comenzó a respirar fuerte, como si el oxígeno no le llegara a los pulmones. Estrujó su rostro con ambas manos y se levantó de un brinco. Comenzó a caminar inquieto de un lado al otro.

Al final, se volvió a mí.

—Te mentí, Silver —soltó de imprevisto—. No todas las personas a las que grabé sabían que estaban siendo grabadas. La gran mayoría no tenía idea y los que lo sabían son tan enfermos como yo como para querer una copia de algo así... ¡Dios míos! Ahora sí que estoy acabado.

—Lo siento. —Nah, no sentía nada, solo una ligera sensación nauseabunda hacia su declaración

Pero ¿quién era yo para juzgarlo? Aún podía escucharse en los pasillos del instituto los gemidos de Mina provenientes de los teléfonos de los estudiantes que descargaron el video antes de que Cristóbal lo hiciera desaparecer de la red. Los chicos la llamaban «puta», hacían ademán de masturbarse cuando pasaban por su lado y la asediaban con sus comentarios depravados.

P de PERDEDORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora