CAPÍTULO 11

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Doble Actualización 1/2

SILVER
Miércoles, 22 de septiembre

Las notificaciones me estaban volviendo loca. Intentaba ignorarlas, enfocarme en la reunión del Consejo, en lo que hablaba Nelson e, incluso, en la guerra de miradas entre Laia y Guillermo, pero era imposible ignorar las constantes vibraciones de mi teléfono.

—... y con eso terminaríamos el Festival —concluyó Nelson, hablaba apresurado y no parecía el mismo chico desbordante de seguridad al que nada podía exasperarlo. Los nervios de hierro habían caído junto con Maya el día de su muerte—. ¿Silver?

Escuchar mi nombre me sacó del pasmo.

Hugo me observaba, ceñudo, con una irreparable expresión seria en su rostro. Laia se cruzó de brazos y Nelson abrió mucho los ojos. Reaccioné, me aclaré la garganta y me levanté.

—La reunión ha terminado.

Laia me repasó de pies a cabeza, dedicándome una mueca de asco. Las noticias habían llegado a sus oídos y la gemela no podía estar más colérica. No solo Guillermo había preferido a Olivia, sino también yo. Lamentablemente, en la vacía mente de Laia Martínez, yo era su amiga y se sentía traicionada.

—Silver, quiero decir algo antes —emitió, fulminando a Guillermo, a quien no podía importarle menos las miradas asesinas. El crucigrama que hacía era más importante que su ex-novia—. No me siento cómoda en el consejo, creo que alguien más debe hacerse cargo de mis...

—¿Qué dices? —la interrumpió Nelson, agarrándola por el antebrazo—. ¿Estás loca?

—Maya está muerta... —susurró a punto de echarse a llorar y apartó con desdén a su hermano—... y quien la mató está en esta maldita escuela. ¿Acaso no lo ves?

Las manos le temblaban y su voz carecía de fuerza; solo pasaron segundos antes de que comenzara a llorar. Guillermo cerró la revista y posó su atención en la chica. Hugo evitó mirarla, él odiaba ver a la gente llorar. Yo, por mi parte, regresé a mi silla.

—Milo Topás —continuó Laia—, capitán del equipo de Polo Acuático; Maya Martínez, líder de las Porristas; Mina González, jefa del Taller de Tutoría Estudiantil... ¿No lo ves?

No había que ser un genio para entender el patrón.

—El culpable solo ataca a los «A», a los líderes «A» —sentenció y en su voz afloró cuán aterrada estaba. Nelson, exasperado, se pasó las manos por la cabeza y se dejó caer en la silla—. Ya perdí una hermana, lo siento, pero prefiero convertirme en un «P» antes que morir.

Y con eso dio por zanjada la charla, agarró su bolso de diseñador y salió del local del Consejo.

Por un momento nadie fue capaz de decir nada y entonces...

—Bien, supongo que tendremos que buscar una nueva secretaria para el Consejo.

—¡Cállate, Guillermo! ¡Cállate antes de que te rompa la maldita boca! —Nelson no estaba de humor para aguantar las payasadas de nadie—. ¡Eres un egoísta y un malnacido!

—¿Pero qué mierda te pasa contigo?

—¿En serio no sabes? —Golpeó con fuerza la mesa—. Tenías toda tu puta vida para terminar con mi hermana, podías haber esperado que el luto pasara, que se recuperara; ¡pero no, el niño tenía que hacerlo en el peor momento! —soltó, exasperado.

P de PERDEDORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora