CAPÍTULO 56

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SILVER

Madrugada del viernes, 28 de noviembre de 2021

«Un remplazo».

Nelson levantó la comisura izquierda de su labio. La mueca, carente de emoción, se volvía macabra conforme sus ojos se abrían, fijos en las cosas desparramadas en el suelo.  Una expresión de horror remplazó su anterior jactancia.

Laia comenzó a llorar.

La chica hizo un esfuerzo por enjugar sus lágrimas. Sus manos temblorosas recorrieron sus rojizos pómulos. Se puso de pie.

—¿Por qué? —chilló, las manos juntas sobre su pecho y la cruda mirada sobre Nelson.

Él no contestó, sus ojos seguían fijos en el suelo, donde yacían los móviles de las víctimas junto al diario de Emily, mi colgante, el mechón de cabello rubio, la vieja curita con una mancha de sangre y un par de uñas acrílicas que reconocía a la perfección.

Algo en él que me desconcertó.

Debajo de aquella pared de jactancia noté sorpresa. Él trató a duras penas de esconder sus emociones, pero yo había lidiado con él lo suficiente como para discernir lo que veía.

—¿¡Por qué!? —La voz de Laia se quebró.

Una risa retorcida emergió de la garganta del chico.

—No me hagas reír, Laia —dijo—. Eres estúpida, pero no tan estúpida.

Sofía retrocedió, sus ojos buscaron con desespero la puerta.

—Aún no —susurré tan bajo que fue más una mueca que un sonido.

Ella me observó, confusa.

—Él es el asesino, Silver —objetó en voz baja.

Negué con la cabeza.

—No, no lo es.

La pelirroja frunció el seño. Abrió la boca, como quien tiene la intensión de hablar pero se arrepiente antes de que la primera palabra abandone sus labios. Respiró hondo. Se le notaban los nervios, el miedo. Mordía su labio inferior con insistencia y temblaba.

—Silver...

La interrumpí.

—No.

Sofía tragó en seco, con dificultad.

Laia gritó una vez más:

—Eres un monstruo.

Nelson suspiró, resignado.

—No, Laia, el monstruo en esta historia no soy yo. Y esto... —señaló la caja— no es lo que piensas que es. —Resopló—. O, más bien, lo que te han hecho creer que es.

—Entonces, ¿qué es, Nelson? —emitió, cínica—. Tienes los móviles de Maya, Milo y Shaw. Y dos más, que quizás sean de Ciel y Alex Duarte. ¿Cómo explicas todo esto?

—No tengo que explicarte nada, Laia. Me ofende que me creas capaz de matar a Maya y a Ciel. En serio, hermana, podía esperar esas acusaciones de cualquiera menos de ti.

La chica se estremeció. Le costaba mantenerse de pie.

—Nelson, por favor...

—Nelson...

La voz, tan demandante como gruesa, resonó en el oscuro recibidor del destartalado apartamento. Guillermo escudriñó la habitación con cierto asco. Al verme, una sonrisa amenazó con curvar sus labios. Se contuvo. Era demasiado calculador para dejar que sus emociones lo dominaran.

P de PERDEDORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora