CAPÍTULO 7

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Doble Actualización 2/2

SILVER
Lunes, 13 de septiembre

—Silver... —jadeó.

Hugo estaba sentado en la cama, con la espalda recargada en el respaldo de la cama y rodeado por mis piernas. Lo despojé de la chaqueta y él subió los brazos para que le sacara la camiseta. Recorrí con mis ojos y manos sus prolijos y trabajados músculos adornados por el entramado de venas que surcaba su cuerpo.

Percibí el hormigueó recogerme la piel e instalarse en mi vientre.

—Eres tan hermosa —susurró antes de volverme a besar.

Sus manos descendieron por mi espalda hasta que aprisionaron mi trasero. Me levantó y nos hizo girar, quedando de bruces sobre mí. Apoyó los codos a los lados de mi cabeza y me besó con fiereza. Abrí la boca para darle espacio a su lengua, mordí sus labios e inhalé el aroma cítrico de su aliento.

Apretó mi cintura y tiró de mi cadera, pegándome a él.

—No le diremos —aseguré al notar que vacilaba al desvestirme.

Asintió y comenzó a zafar los botones de mi vestido. Me quitó el sostén y las bragas.

—No le diremos —reiteró.

La habitación no tardó en convertirse en una espiral de sensaciones y éxtasis. Mis sentidos sucumbieron a sus encantos y me perdí en un tiovivo de explosiones cósmicas. Su cuerpo: tibio y empapado en sudor, el mío: anhelante y húmedo. No pensé en nada más que en satisfacerlo y él no pensó en nada más que en darme placer.

Por ese instante solo importamos nosotros, dos pecadores en la penumbra.

Y follamos hasta que las preocupaciones se esfumaron y solo quedaron nuestros gemidos.

Hugo me abrazó y yo apoyé mi cabeza en su pecho agitado.

•••

Martes, 14 de septiembre

La causa de mi abrupto despertar fue el constante movimiento de mi hermano.

—Hey, Hugo —musité con la voz más rasposa de lo normal—. Hugo —reiteré, moviéndolo por el brazo—, despierta, es de mañana. Me estiré sobre su cuerpo y alcancé mi teléfono. Cuando reparé en la hora casi me da un infarto; faltaban minutos para el desayuno—. ¡Mierda, Hugo!

El moreno abrió un ojo y me miró con la cara apretada.

—Cinco minuticos más, ¿eh? —Hizo un puchero.

No pude contener las ganas de reír, se veía tan lindo. Pellizqué sus mejillas.

—Vamos, Hugo —insistí, pero el muy condenado tenía el sueño pesado y solo existía una forma de hacerlo reaccionar—: Cristóbal está en la puerta.

Pegó tal brinco que cayó al suelo de culo.

—¿Qué demonios hace aquí a esta hora? —protestó, poniéndose de pie a duras penas.

Por unos segundos me mantuve impertérrita para que él se lo creyera y cuando no pude aguantar más solté la carcajada. Fue tanto lo que reí que me dolió el abdomen y al ver a Hugo reír me di cuenta de que era la primera vez que me reía en serio en meses.

Él se sentó en mi cama y acarició mi cabeza.

—La sonrisa te sienta bien.

Contemplé el brillo en sus ojos y algo se quebró en mi pecho. Era tan diferente de Yong, tan cálido, apasionado y cariñoso que me hizo sentir como una completa idiota; porque muy dentro de mí sabía que Yong siempre estaría antes de Hugo y ese hecho me destrozaba.

P de PERDEDORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora