CAPÍTULO 15

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MARATÓN 1/5

SILVERSábado, 25 de septiembre

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SILVER
Sábado, 25 de septiembre

No supe cuán cansada estaba hasta que cerré los ojos.

Abrazada por Yong y con la cabeza sobre el pecho de Hugo me quedé dormida, arrullada por el constante golpeteó de nuestros corazones y el rumor de nuestra respiración entrecortada. Jadeantes, empapados en sudor y temblorosos, nos quedamos juntos en la cama mientras la luz del sol se volvía tenue y las penumbras de mi habitación nos consumían.

Fui inmensamente feliz, porque ellos dos eran mi hogar, el único lugar donde estaba a salvo.

El movimiento de sus cuerpos fue la causa de mi despertar.

—No la despiertes. —Escuché a Yong susurrar—. Está cansada y lleva días sin dormir bien.

—El doctor Rodríguez está al llegar y solo tenemos dos horas hasta que Cristóbal regrese —rebatió Hugo, también en voz baja—. Además, no ha comido nada desde la cena de ayer.

—Necesita descansar.

—No, necesita alimentarse —rebatió Hugo—. ¿No has visto lo delgada que está?

—Puede comer más tarde, ahora está dormida. Vete a vestir y déjala dormir un rato más.

—Eres un incordio de persona, Yong.

—Y tú un maldito intenso, Hugo.

No pude seguir durmiendo. Me estrujé los ojos y rodé por la cama hasta quedar boca arriba.

—¿Qué hora es? —pregunté, incorporándome un poco con ayuda de mis codos.

—La despertaste, tonto del culo. —Yong se golpeó la frente con la mano.

Hugo sonrió y le mostró el dedo medio.

—Hora de que nos pongamos ropa. —Me alisó el desgreñado cabello, húmedo por el sudor—. El doctor Rodríguez vendrá a examinarnos y tenemos que estar listos para la cena. Es sábado, Cristóbal siempre cena en casa los sábados.

Cabizbaja, recargué la cabeza en el hombro de Hugo. Yong me abrazó por la cintura.

—Hace mucho que no pasaba... —musité—, pensé que no volvería a golpearnos otra vez.

—Nunca perderá la costumbre.

—Lo odio —murmuró de pronto Yong, tomándonos por sorpresa.

Por mucho daño que Cristóbal nos hubiera hecho, era imposible para mí odiarlo. Era nuestro padre y no era el culpable porque, después de todo, habíamos sido nosotros los que nos buscamos los golpes cada una de las veces en las que usó la violencia. Yong me acusaba de sufrir del síndrome de Estocolmo por pensar así, pero no podía verlo de otra manera.

P de PERDEDORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora