CAPÍTULO 38

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En este capítulo hay un par de frases en ruso, el idioma natal de Silver. Al final del capítulo les dejo el significado de todas.

Doble Actualización 1/2

SILVERMadrugada del sábado, 23 de octubre de 2021

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SILVER
Madrugada del sábado, 23 de octubre de 2021

Escuché el rumor distante de una dulce voz. Gritaba mi nombre mientras una gélida brisa congelaba mis mejillas y mi cuerpo temblaba de frío. Unos brazos me rodearon y una punzada de dolor me atravesó. No hablaba español, sino ruso, y en su tono percibí la desesperación.

¡Sylvia! —gritó—. ¡Sylvia, por favor, despierta! —Sacudió mi hombro—. ¡Vladimir! —chilló el nombre de mi padre y supe entonces que se trataba de mamá. Era ella quien gritaba—. ¡Vladimir, no podemos irnos sin Sacha! ¡No podemos irnos con Sylvia enferma!

Intenté moverme, decir algo, pero mi cuerpo se negó a reaccionar y de mi boca abierta no emergió un solo sonido. Abrí los ojos y una punzada de dolor me atravesó al ver la habitación en la que me encontraba. Aquel sitio quedaba muy lejos de Villa Padua, era mi antigua casa en Rusia, la misma que fue incinerada hasta los cimientos y en la que murió mi hermana.

Papá entró en la habitación. Iba ataviado con un tupido abrigo de piel y un gorro de invierno. La barba, entrecana, le llegaba a la clavícula y tenía los ojos del mismo color azul de los míos. Se arrodilló al lado de mi madre, una mujer delgada, con una larga cabellera rubia y una piel tan blanca como la nieve, besó la frente de su esposa y bajó la cabeza.

Lo siento, Feydora, pero si no nos vamos ahora no lo conseguiremos.

¡Son una niñas! —suplicó mamá y hundió su lloroso rostro en el hombro de papá.

Por eso tenemos que irnos antes de que ellos nos encuentre, por la seguridad de Sylvia y Sacha. Vamos, Feydora, no tenemos mucho tiempo antes de que lleguen. —Me miró—. Mi niña, mi pequeña niña, nada te ocurrirá mientras yo viva.

¡Vladimir!

Desperté de golpe.

La oscuridad me embulló y grité:

—Нет, пожалуйста, не уходи.(1)

Los latidos de mi corazón retumbaban en mis oídos, martilleaban mis sienes. El sudor corría por mi piel. El dolor, la opresión en mi pecho, se volvió insoportable y me sentí asfixiada.

—Пожалуйста, папа.(2)

Los brazos que me sostenían se cerraron alrededor de mi cintura.

Forcejeé, arañé sus manos, me deshice de su amarre y caí al suelo. El impacto de mi cabeza contra el suelo me ensordeció por un momento, luego escuché un agudo pitido. Kilómetros de nieve se extendían frente a mí, pero no tuve frío o temblé, se sentía cálido.

P de PERDEDORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora