CAPÍTULO 22

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SILVERMartes, 5 de octubre de 2021

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SILVER
Martes, 5 de octubre de 2021

—¿Dónde está Sofía? —le pregunté a Olivia, quien hacia malabares para cerrar la puerta de su casillero. Tenía las manos ocupadas con su móvil, su bolso y un par de libros. Tomé estos últimos para ayudarla—. No está en el local del periódico escolar y tampoco en el del consejo.

Olivia cerró con llave su casillero y se volvió a mí. Iba ataviada en un pantalón ajustado de color negro y una blusa de tirantes de un llamativo color dorado, llevaba el pelo recogido en una coleta alta al estilo Ariana Grande y un maquillaje casual.

Me sonrió.

—Las porristas le echaron batido de fresa encima... —Entrelazó su brazo con el mío, ella adoraba ir enganchada a todas partes y confieso que en otro momento la hubiera apartado, pero mi humor estaba genial después del momento que había tenido con mis hermanos.

Contuve las ganas de reírme por un segundo, solo para mantener las apariencias pues para Olivia las tres éramos amigas; no obstante, la curvilínea pelinegra se echó a reír y no lo retuve más. La idea de Sofía cubierta en batido rosa era algo que me hacía muy feliz.

—En realidad, fueron las perras anoréxicas novias de Los Boffalos —añadió.

Aquellas cinco chicas eran el principal motivo por el cual las porristas eran «B»; sus novios, deportistas hormonales sin cerebro, miembros del equipo de baloncesto y autodenominados Los Boffalos de Padua, eran famosos por sus fiestas de Hallowen que siempre terminaban en una orgía masiva y un buen colocón. Eran lo más detestable del instituto y por eso cuando salí de presidenta me aseguré de que nunca formaran parte de la élite «A».

—Desde que Sofía se convirtió en «A» no han parado de acosarla, dicen que es injusto que una «C» se convierta en «A» y ellos, los deportistas y las porristas, sean eternos «B».

Otra vez me eché a reír.

Olivia nos detuvo de pronto, Nelson venía en la dirección contraria y Laia estaba a su lado.

—Ahí viene tu amiga, la rubia a la fuerza —murmuró, poniendo los ojos en blanco, y me soltó.

Apreté los labios, haciendo acopio de fuerzas para no soltar la risa.

Hacía mucho tiempo que no estaba de tan buen humor, quizás fue el hecho de haberle salvado el pellejo a Yong o que, con eso, había burlado de manera colosal la inteligencia del asesino enviándole una base de datos truqueada.

—Olivia, ¿todo bien? —saludó Nelson.

Laia se limitó a fulminar a Olivia. Su primer día como «P» había sido traumático y desde entonces la gemela había procurado no separarse de su hermano; nadie se atrevía a meterse con ella si un rubio de metro noventa y mirada desafiante la acompañaba a todas partes.

—Ahí, bien —contestó la pelinegra, nada cómoda con la presencia de Laia.

Nelson ciñó la mano de su hermana a su brazo. Ella me echó una rápida y furtiva mirada.

P de PERDEDORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora