CAPÍTULO 18

7.7K 849 478
                                    

MARATÓN 4/5

SILVERViernes, 1 de octubre

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

SILVER
Viernes, 1 de octubre

—¿Por qué no me dijiste que estabas siendo acosada? —le preguntó papá a Mina.

Eran las nueve de la noche y acabábamos de terminar de cenar. Cristóbal llegó tarde del trabajo y nos hizo esperarlo pues tenía algunos temas que discutir con los cuatro. Parte de esos temas era que Yong y Hugo se habían peleado y el humor que había en el ambiente no era el mejor pero al menos no podía golpearlos, teníamos un evento en vivo el sábado.

—No tiene importancia. —Mina bajó la mirada y comenzó a juguetear con sus manos—. Estoy acostumbrada a que se rían de mí, no quise molestarlo con esas insignificancias.

Enarqué una ceja, conteniéndome de rodar los ojos.

Odiaba que ella se victimizara y actuara como un cachorro abandonado en un día de lluvia.

—Eso no es una insignificancia, Mina, ahora eres parte de la familia.

Que Cristóbal fuera tan amable con ella me resultaba aún más desagradable. Mientras a nosotros nos usaba como saco de boxeo, a ella le ponía una curita y la consolaba. Y sí, sabía que la única razón por la que ella recibía tantas atenciones llevaba el nombre de «próximas elecciones» pero no podía evitar irritarme.

Había soportado una vida siendo la no-favorita de nadie, estaba harta.

Paola hizo una mueca con los labios, me dedicó un discreto guiño y bebió de su copa.

—Hablaré con Rivero, esta situación del acoso escolar tiene que terminar —sentenció y se levantó—. Yong y Hugo, ¿pueden venir a mi despacho un minuto? Quiero hablar con ustedes.

Mis hermanos se miraron entre ellos. No había muchas huellas de violencia en ellos después de la pelea, solo sus nidillos magullados, y sabía que nuestro padre estaba más interesado en saber si sus hijos ganaron la pelea que en el motivo de la misma.

No esperé mucho para retirarme. Apenas la puerta se cerró, me levanté y subí.

Iba por medio pasillo cuando reparé en la puerta de mi cuarto abierta y me detuve. La había dejado cerrada, siempre la dejaba cerrada y no había nadie más en casa. María tenía día libre y los otros empleados se iban después de las cinco de la tarde y nunca entraban a la casa.

Me quité el palillo con el que llevaba mi pelo recogido y lo empuñé. Crucé el pasillo y entré.

Oteé mi habitación.

—¿Qué haces con eso en la mano? —Nelson entronó los ojos y se dejó caer en mi cama.

Respiré con alivio.

—¡Maldición, Nelson! —resoplé y cerré la puerta con seguro—. Vas a matarme de un infarto un día de estos. —Lo encaré, irritada, le había dicho a Hugo que pasara por mi habitación y el Martínez acababa de frustrar mis planes—. ¿Cómo entraste?

P de PERDEDORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora