CAPÍTULO 33

5.3K 597 512
                                    

SILVER
Jueves, 14 de octubre de 2021

La primera vez que vi esos ojos fue en medio de un caos de flashes y chillidos.

«¿No sienten repulsión de ustedes mismos?», él había dicho, alzando la voz para escucharse sobre el júbilo del centenar de jóvenes eufóricos que bailaban en la pista de baile.

«Aunque no compartan sangre, son hermanos», repuso y una cínica sonrisa curvó su pálido rostro cuando Hugo perdió el control y lo atacó. Aquel joven, delgado y de aspecto enfermizo, surgió de la multitud dos veces más y, cada una de ellas, se encargó de boicotear nuestra imagen pública.

—¿Tú? —Mis ojos viajaron del siniestro joven a Logan. ¿Por qué no había notando antes el parecido? Ambos tenían el mismo aire endeble y cansado, los pómulos prominentes con un leve tono rosa y los crispantes ojos de un intenso color gris.

—Lucien Núñez, reportero independiente. —Extendió su mano en mi dirección y sonrió—. Nos hemos encontrado otras veces, pero nunca habíamos sido oficialmente presentados.

Lo escruté con atención y salí al pasillo. Era intimidante, lo confieso, y me aseguré de no demostrarle lo conmocionada que estaba. Aún así, a él parecía divertirle aquella situación. Ladeó la cabeza, como estudiándome, y retiró su mano al comprender que yo no lo saludaría.

—Vaya, vaya. —Chasqueó la lengua, petulante—. Aparte de arrogante y vulgar, eres también una maleducada. ¿Cristóbal no les enseña modales a sus hijos?

Logan bufó y se interpuso entre el joven y yo.

—Vamos, Silver —dijo, atravesando con la mirada a Lucien. Le temía, pude verlo en el sudor que cubría su frente y el débil, y casi imperceptible, temblor de su voz—. Te llevaré a casa.

Lucien emitió una rasposa y breve carcajada.

—Logan, venga ya, hermano. Mamá espera que tu linda amiga Rebeca cene con nosotros. ¿No irás a hacerle ese desaire a tu madre enferma? Recuerda, eres el hijo favorito.

Logan detuvo el paso y se volvió, mas no tuvo ocasión de decir nada. La madre de ambos apareció sonriente en el recibidor e interrumpió lo que parecía el inicio de una discusión. Me tomó por la muñeca magullada y me condujo al comedor mientras yo hacía el esfuerzo por no jadear de dolor. Es una ley universal, cuando tienes un golpe todo va a parar ahí.

—Rebeca, me alegra que hayas aceptado cenar con nosotros. —Me indicó una de las sillas—. No sabes lo bien que se siente tener compañía femenina cuando vives con solo hombres.

La incomodidad de la situación me superó y no supe cómo responder. Por suerte, la señora regresó a la cocina a buscar la ensalada y me ahorró el mal trago de tener que hablarle. Los demás entraron al comedor. Los gemelos se sentaron juntos, Lucien a su derecha y Logan a la mía. Este último llevaba una expresión de horror en el rostro.

«¿Dónde te has metido, Silver?».

Tuve el instinto de salir corriendo, soltar una mala excusa y huir de aquella casa; sin embargo, me retuvo el deseo de saber más. Era peligroso quedarme, el joven frente a mí era el periodista que nos había asediado con una nimiedad cuando tenía en sus manos un arsenal de documentos sobre mi familia.

«¿Por qué atacó a los González con una simpleza, como nuestra relación amorosa, cuando podía causarnos más daño?». Reconocí el odio en sus ojos. Titiritaban con un desprecio que solo había visto una vez, en Emily Correoso. Lucien quería algo más, pero ¿qué?

¿Y que tenía que ver el psiquiátrico de Villa Padua con los González?

—Rebeca... ¿Rebeca? —Alguien dijo y me tocó el hombro.

P de PERDEDORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora