Capítulo 2 - No me invites a pasar (Parte 1)

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En los días que siguieron, los muchachos se encargaron de explicarle las normas de vivir en la casa. Cada semana, el aseo y la preparación de los alimentos se turnaba, una semana los chicos y otra las chicas, sin embargo, muchas veces trabajaban juntos en ello, siendo muy colaboradores.

Cada quien lavaba su ropa los fines; el sábado para las chicas y el domingo lo hacían los chicos, los estudios eran personales e individuales, ya que, ninguno era obligado a estudiar, cada quien podía elegir el transcurso de su vida. Aun así, de vez en cuando se reunían en la sala de estar para elaborar las tareas y resolver los problemas juntos.

Podías salir de la casa a la hora que quisieras, siempre y cuando fueras responsable del peligro que conllevaba, debido a que la casa se encontraba dentro del bosque, también si obtenías una misión o deber debías ponerlo por encima de tus cosas personales. El trabajo es la prioridad.

No se era posible traer personas a la casa, totalmente prohibido, si alguna vez por alguna razón tenía que venir un humano normal a este hogar, tenía que ser reportado mucho antes de que sucediera y recibir el permiso para tomar precauciones. Tampoco se permitían mascotas, pero se hizo una excepción con el gato negro.

No irrumpir ninguna habitación que estuviese cerrada, ni los aposentos de cada Cazador. En las reglas también estaba incluido el no caminar desnudo por la casa, ni hacer nada que pusiera en peligro el piso de madera o las paredes, como caminar con tacones, jugar con fuego, desbordar la lavadora, hacer guerras de comida, jugar con pintura, inundar el baño, derramar el agua por los corredores, encender fuegos artificiales dentro o alrededor de la casa, poner cosas extrañas en el horno... y la lista seguía.

Abastecer los víveres se hacia los fines de semana. Se compraban los alimentos de la lista y lo que quisieras comprar por tu cuenta era libre de hacerse, claro que a tu cuenta. No había biblioteca que aportara la información que alimentara la cabeza de la novata, todo tenía que ser preguntado y memorizado apenas lo dijeran, debido a que los libros y anotaciones podían caer en malas manos, claro que deben existir libros que expliquen con detalles sobre el tema, pero por seguridad no eran fáciles de poseer.

Enero se iba despidiendo, la nieve aun espesa y brillante, los nuevos compañeros aún estaban terminando su noveno año en la secundaria inferior mientras Aika esperaba la llegada de la primavera que daría sus comienzos en abril, su espera se debía a los comienzos de estudio en la secundaria japonesa, en la que estudiaría tres años y lo siguiente solo podía formar parte de su imaginación, ya que después de todo, nadie puede predecir si en tres años sigue siendo la misma, tomando en cuenta que todo iba dando giros y que podía cambiar en solo unos segundos.

En esos días, los compañeros de piso se dedicaron más que todo al estudio, no tenían tiempo para que se conocieran demasiado, la mayoría del tiempo Aika solía pasear por la ciudad de Kyoto con su gato, ya que su abuela siempre estaba ocupada para ello, sin embargo, la visitaba con continuidad.

Al final del día volvía al bosque en taxi, se arremolinaba entre arboles antes de que oscureciera y caminaba a la casa donde viviría de ahora en adelante. Podía decirse que se sentía a gusto con el grupo, pero parecía tan inútil, fue un cambio demasiado grande para que en menos de un mes se sintiera como en su hogar, no la excluían, pero no podía evitar sentirse sola e innecesaria, aquellos compañeros se veían tan inteligentes, sabían lo que hacían y ella apenas se incorporaba en ese mundo como una ignorante.

Ella deseaba aprender de cada uno, observó varias veces a Takeshi caminando hacia el bosque cada vez que tenía tiempo libre ¿Qué cosa tan interesante se podrá encontrar por allá? También lo observó haciendo ejercicio por las noches.

Soñar despierto no crea realidad - Daydreaming not realityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora