Conan Freeman vive bajo las reglas de unos padres egoístas que solo quieren aceptación social y mantener su estatus de familia honorable a costa de la pulcritud con la que han criado a su hijo; Roy Beckman le importa poco lo que piensen de él y solo...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—¿Qué estás esperando, pendejo?—inquirió la voz de Rita a sus espaldas, haciéndolo respingar de sorpresa. La susodicha estaba recostada en el mostrador, viendo todo el show mientras bebía cómodamente un smoothie, Roy se mostró indignado.
—¡Oye! ¿Qué es...?
—¡Ve por él, joder! La acabas de cagar ¿y sigues aquí? Eres tan tonto—Roy parpadeó como si se diera cuenta de que lo que ella decía era cierto y salió corriendo fuera de la cafetería, tratando de no botar su bebida.
Entre tanto un iracundo rubio caminaba calles abajo, sintiendo un nudo en su garganta. Había estado reteniendo tantas cosas, que le era imposible no sentirse mal cuando algo se le escapaba. Roy no tenía la culpa de sus frustraciones y no podía deliberadamente, desatarlas en él. El castaño también tenía problemas, y él estaba siendo un irresponsable al enojarse de ese modo, pero estaba harto de que pensaran que era perfecto, él no pensaba que lo fuera, pero que los demás suponieran que sí y creyeran que no tenía ningún problema al serlo, apestaba.
Apestaba ser perfecto a los ojos de otros, apestaba ser las expectativas de sus padres, apestaba que la gente solo le dijera lo bueno que era para todo sin detenerse a preguntarle si no estaba cansado de toda esa mierda, no era justo para él.
—¡Conan, espera!—el aludido como por inercia volteó viendo correr torpemente al castaño que trataba de no regar su bebida.
Así que bufó y siguió su camino, oyendo más cercanos los pasos del contrario hasta que la mano del mismo lo retuvo del brazo.
—Espera...
—¿Qué quieres?—se zafó al instante volteando a verlo con cara de pocos amigos al tiempo que Roy recuperaba el aliento. No sabía con quién estaba más enojado, si con Roy o con él mismo por ser tan imprudente y dejarse llevar por sus frustraciones internas.
—Lo siento—susurró enderezándose para mirarlo a los ojos—en serio, no quise hacerte sentir mal.
Conan suspiró irritado pellizcándose el puente de la nariz.
—¿Sabes qué? Está bien, solo quiero irme—murmuró volteando para retirarse.
—No, espera—le rogó el contrario, preocupado, tomándolo del brazo de nuevo—de verdad, lo siento. No me odies ¿sí?
Conan sacudió la cabeza, frustrado, sabía que irse simplemente no arreglaría nada, pero estaba tan avergonzado por las cosas que dijo.
—No te odio, idiota—le contestó zafándose con incomodidad, sin atreverse a mirarlo—solo estoy enojado, pero no tiene nada que ver contigo.
Roy frunció los labios.
—No sabía que tu vida era tan problemática—musitó con pena—en serio apesta todo lo que dijiste, ahora me arrepiento de todas las veces en las que pensé que ser como tú debía ser magnífico. Prometo que no volveré a mencionar nada de eso, lo siento.