Conan Freeman vive bajo las reglas de unos padres egoístas que solo quieren aceptación social y mantener su estatus de familia honorable a costa de la pulcritud con la que han criado a su hijo; Roy Beckman le importa poco lo que piensen de él y solo...
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—Es el momento—murmuró León agachado al lado de Roy quien rodó los ojos recostándose en el tronco de árbol mientras el susodicho se mantenía vigilando al rubio, este leía tranquilamente en las escaleras de la salida sin percibir el escrutinio del contrario.
—No veo la necesidad de Dan en contarte esto—resopló Roy destapando un dulce para llevárselo a la boca.
León bufó con obviedad.
—Soy perfecto para hacerlos reconciliar, obviamente esa es la razón—masculló volviendo a observar hacia el objetivo.
Roy sacudió la cabeza decidiendo ignorarlo y esperar a que tuviera ganas de irse a casa, estaba cansado y fatigado en gran medida y no tenía ganas de hacer nada por ello.
Sabía que si arreglaba las cosas con Conan–porque ya había pasado una semana y media soportando su comportamiento–quizá sus emociones volverían a una estabilidad aceptable, se trataba de Conan y claro que le haría muy bien volver a hablar con él.
—¡Se está moviendo! ¡El objetivo se está moviendo!—exclamó León en un susurro sacudiendo el hombro de Roy quien se zafó bufando y miró la hora de su celular.
—Quizá porque ya faltan cinco minutos para que sus padres lleguen por él—comentó con tono monótono y bufó fastidiado—siempre son tan puntuales.
—¡Ve por él! ¡Es el momento indicado, corre!—siguió exclamando el contrario, ignorando sus palabras.
—Claro que no, no voy a moverme de aqui—refutó el castaño, indignado con los empujones que le daba León—¡Ya basta, idiota!
—¡Conan!—gritó el susodicho para llamar la atención del rubio que se alejaba de las escaleras, Roy respingó asustado y fue cuando León lo empujó y cayó al suelo, quedando a la vista de Conan. Este dio un saltito en su lugar y se quedó mirando aturdido al castaño despelucado que resoplaba, tratando de erguirse del suelo entre maldiciones.
León mientras tanto soltó una risita y se fue corriendo de puntillas, como si Conan no lo hubiera visto cruzando la zona donde estaban para adentrarse al estacionamiento.
Roy se incorporó y se sacudió los pantalones alzando la vista para ver al rubio parado a pocos metros de él, abrazando un libro. De inmediato, este desvió la vista encogiéndose en su lugar. El castaño apretó la mandíbula, nervioso y frustrado.
—Maldito, León, me las vas a pagar—masculló decidiendo rendirse y caminar hacia él. Ya que tenía la oportunidad, que más daba aprovecharla.
Cuando este se posó frente a él, el rubio frunció los labios removiendose en su lugar.
—Hola—dijo Roy para romper el silencio. —Hola—respondió Conan, inquieto.
La incomodidad era evidente, pero Roy decidido a sacar la duda que venía atormentándolo por días, sacudió la cabeza llenándose de valor.