Capítulo 81: "Debemos hablar"

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De repente, ya nada lo hacía feliz

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De repente, ya nada lo hacía feliz.

Las hojas en su escritorio volvían a estar en blanco, aunque hubiera estado casi una hora sentado frente a ellas, contemplando una idea en su mente que no se terminaba de realizar.

Y Roy sabía que todo eso se debía a la ausencia de su musa, de ese que le hacía ver colores donde no había y de quien su inspiración últimamente estaba dependiendo.

Mierda, debía cambiar ese hecho. No quería depender de aquellos ojos hermosos, de su tacto cálido ni de esos labios suaves que solían darle caricias en su rostro, no podía pensar que él estaría a su lado para siempre, porque todo parecía indicar que ambos estaban destinados a ver piedras en el camino.

Se levantó de su silla y caminó hacia su ventana, mirando hacia la casa del frente que se hallaba a primera vista, muy solitaria. Seguramente él estaba en su habitación, realizando las tareas que no sabía de dónde salían, porque siempre estaba haciéndolas sin falta.

El dolor por lo sucedido seguía latente, haciendo difícil la tarea de sacar de su cabeza al rubio de una vez por todas. Aun así, consideraba que había sido muy duro con él, no había manejado la situación con madurez, ni dejado que se explicara, sin embargo, todo parecía tan claro que, si lo pensaba mejor, ya no quería verlo. Por más que le estuviera doliendo esa decisión. Era mejor así.

Entonces cuando estaba a punto de hundirse en su miseria de nuevo, desde el pasillo escuchó unas garras rasgando la puerta de su habitación y rodando los ojos, fue a abrirla, encontrándose con un enérgico Rocky que saltó hacia él con felicidad.

—¡Roy, saca al animal ese, no quiero que haga sus necesidades en mi patio! —exclamó su madre desde el piso de abajo y Roy bufó respondiendo con un “está bien” bastante monótono antes de escuchar la puerta de entrada cerrarse. Su madre se había ido a trabajar.

No tenía ganas de salir, pero el perro se veía emocionado.

Apenas salieron de la casa, empezó a correr por todo el jardín delantero hasta que sorpresivamente cruzó la calle.

—¡Rocky! —lo llamó el castaño tratando de alcanzarlo antes de que llegara a esa casa, pero fue tarde porque el animal se metió a la propiedad del frente y saltó la valla que llevaba al patio trasero, perdiéndose de su vista—¡mierda! —exclamó entre dientes, revolcándose el cabello sin saber qué hacer a esas alturas.

Bufó al llegar al jardín delantero de la gran casa y empezó a silbar, mirando prudentemente por encima de la puerta de madera del patio trasero sin ver indicios de su perro.

—¡Rocky! —exclamó en un bajo susurro, pretendiendo no ser ruidoso para no llamar la atención de sus vecinos. Bueno, de uno de ellos en especial.

Pero cuando escuchó que la puerta de la entrada se abrió, su esperanza de no ser visto por ahí se fue abajo y observó con evidente incomodidad al rubio salir, mirándolo con cautela.

—¿Qué haces ahí? —inquirió, mirando al castaño alejarse de la puerta del jardín trasero para no verse sospechoso.

—Yo...—musitó colocando ambas manos a cada lado de su cadera mirando el suelo—Rocky escapó hacia acá y se metió a tu jardín, así que solo trataba de recuperarlo.

Conan frunció los labios al ver que Roy trataba de no mirarlo y que su plan en ese momento era quizá olvidarse del perro e irse de allí. Las pisadas de las patas del dichoso animal se oyeron al salir al porche y este corrió en busca de su amo, jadeante de felicidad.

—No vuelvas a hacer eso, voy a castigarte si se te hace costumbre meterte a los jardines de los demás—masculló en reprimenda hacia su mascota revolcándole los pelos de la cabeza.

El rubio bajó las escaleras del porche viéndolo con curiosidad y cautela al tiempo que se acercaba.

—Llegó corriendo a mi habitación y saltó a mi cama mientras estaba leyendo—comentó viendo al animal empezar a rodearlo y a dar saltitos para pararse en dos patas y apoyar las demás en su camiseta.

Roy triste, notó que su perro estaba feliz en compañía del rubio que lo acariciaba y decidió retirarse lo más rápido posible de allí. Así que tomó al perro de la correa y lo atrajo hasta él.

—Bien, gracias—musitó sin mirarlo aún, sintiendo el nudo en su estómago que le hacía difícil el respirar y se dispuso a irse

—Roy—lo atajó el rubio, ansioso. El aludido maldijo en su fuero interno, no quería hablar con él, no quería verlo, no quería tener que enfrentar nada que lo involucrara, aún le dolía demasiado lo que había pasado y no estaba seguro de tener la suficiente fuerza de voluntad para negarse a seguir a su lado, siendo el cero a la izquierda que siempre había sido.

—Creo que debemos hablar—dijo con cautela. Roy suspiró hacia el cielo, tratando de olvidar todo lo que había pasado y lanzarse a besarlo, ignorando la verdad entre sus labios.

—Yo creo que ya hablamos lo suficiente—masculló con voz dura, recordando el evento pasado.

—No, tú hablaste— lo corrigió molesto, poniéndose al frente de él para encararlo con firmeza—falta que seas quien escucha.

—¿Más de lo que ya he hecho?

—¡¿Acaso no quieres acabar con esto, maldición?! ¡Te extraño, no quiero estar lejos de ti! —exclamó frustrado.

—¿Por qué? ¿La culpa no te deja aprovechar al máximo tu reencuentro con tu ex? —cuestionó con dolor. De inmediato el rubio impactó su palma contra el pecho del contrario, haciéndolo trastabillar hacia atrás con sus ojos abiertos entre sorpresa e incredulidad.

—¡Chicos! —gritó Amelia llegando hasta ellos para meterse entre los dos, preocupada por el ambiente pesado que se respiraba. Conan estaba furioso mientras Roy apretaba la mandíbula, mirando herido al rubio.

—Conan ¿qué está pasando? —inquirió Amelia, frustrada. Entonces este dejó de mostrarse enojado a herido, dejando salir las lágrimas que se habían acumulado en sus ojos, vio como Roy solo le dirigió una mirada de ira y se dió la vuelta, dejando a Rocky con los dos mientras se dirigía a su casa con las emociones al borde.

—Oh no, no te vas a ir de nuevo—masculló Conan entre lágrimas, aunque él no podía escucharlo y se dispuso a seguirlo.

—¡Conan, espera! —lo retuvo Amelia, preocupada—deja que se tranquilice primero.

—Pues no me importa si tengo que golpearlo de nuevo para que escuche de una buena vez, no dejaré que se escape—se zafó de Amelia y rápidamente corrió para alcanzarlo. Amelia bufó inquieta, sosteniendo la correa de Rocky, sabía que debía dejarlos hablar, pero tenía miedo de que el problema que tenían se hiciera más grande.

Pequeño storytime, acabo de modificar esta parte porque no soporté que conan en vez de un empujón le hubiera dado un puñetazo en la cara a Roy🫢 Es que sí, así fue, pero no quiero que me odien más al niño, por eso lo cambié🤓 Jsjsjsjaja

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Pequeño storytime, acabo de modificar esta parte porque no soporté que conan en vez de un empujón le hubiera dado un puñetazo en la cara a Roy🫢
Es que sí, así fue, pero no quiero que me odien más al niño, por eso lo cambié🤓 Jsjsjsjaja

No sé si publicar el siguiente o dejarlos sufriendo un ratito, probablemente me decida por la segunda opción 🤓

Mi Chico RevoltosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora