Capítulo 64: "Cobarde"

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El rubio suspiró profundo una vez empezó a bajar las escaleras con cautela

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El rubio suspiró profundo una vez empezó a bajar las escaleras con cautela. Miró a su alrededor al llegar al primer piso, tratando de adivinar dónde podría estar la cocina, o si Roy estaría allí de verdad.

Sin embargo, sus dudas se disiparon cuando pudo encontrar la dichosa cocina y vio la figura de alguien sentado en la isla de la misma, bebiendo algo. Estaba dándole la espalda, por ello dudó por un segundo si seguir adelante o devolverse y olvidar que siquiera había estado allí. Pero algo hizo que avanzara hacia él, conteniendo el aire.

Roy pudo sentir su presencia enseguida por lo que volteó hacia él sin darle tiempo de acercarse lo suficiente. Su gesto confundido se tornó en uno que no pudo discernir al primer vistazo y por el que se tensó, porque no sabía lo que él podía estar pensando.

—H-Hola—musitó sintiendo su mirada pesada empujándole los hombros hacia abajo.

—Hola—le contestó virando de nuevo al frente, le dió un sorbo a su bebida al tiempo que Conan apretaba sus manos a cada lado de su cuerpo y respirando hondo avanzó hacia él, posándose a su lado con nerviosismo.

—¿Estás bien?—le preguntó, mirándolo con timidez, su estómago calentándose cuando Roy fijó sus ojos insondables en los de él.

—¿Crees podría estarlo en una circunstancia como está?—inquirió incrédulo, Conan parpadeó confundido.

—¿Qué circunstancia?

Roy alzó ambas cejas, luciendo irónico y perspicaz.

—¿En serio vas a ignorar el tema? Conan, soy un idiota torpe, pero no un cobarde. No estoy dispuesto a olvidar lo que pasó…

—Roy, ya no tiene sentido que hablemos al respecto.

El aludido se rió amargamente dejando su vaso de agua a un lado.

—Eres increíble—lo miró con decepción—no sabía que eras tan cobarde.

—¿Por qué no puedes solo olvidarlo?—inquirió frustrado.

—Porque jodidamente no puedo, lo siento mucho—espetó a la defensiva bajando de su lugar para ponerse frente a él—aunque esa es una habilidad que al parecer tu gozas de sobra.

—No digas estupideces.

—Me estás sugiriendo que olvide mis sentimientos, Conan—comentó incrédulo —si tú puedes llegar a hacer lo mismo con los tuyos, felicidades. Creo que estarías haciéndote un favor pero no me digas que haga lo mismo porque no lo haré.

—Es tu responsabilidad —musitó con un nudo en la garganta—estoy dándote opciones para que sobrelleves esta situación pero sigues empecinado en lo mismo.

—Entonces no te preocupes por mí, pero tampoco esperes que te trate como antes. Te besé, me besaste, y no fue solo una vez, maldición. Ambos sabemos que nos afecta pero si quieres ignorarlo, bien por ti—lo esquivó tirando el resto de agua en el lavabo y dejando el vaso boca abajo en el mesón.

—¿Entonces tu amistad ahora está condicionada?—inquirió sin creerlo, volteando hacia Roy.

—Por supuesto que sí—sonrió amargamente— ¿Crees que es gracioso ser amigo del chico que te gusta?—Conan apretó la mandíbula —no estoy dispuesto a lastimarme de ese modo.

Se retiró a grandes zancadas, subiendo las escaleras con paso firme. Conan inmóvil se sostuvo de la isla, y retuvo las ganas de llorar. No sabía cómo aclarar sus pensamientos, su cuerpo y su corazón se resistían a su propia decisión pero su mente se mantenía firme en ella. Estaba cansándose.

Unas horas después ya había anochecido lo suficiente como para considerar que era momento de irse, sin embargo, ver cómo León y Roy lucían más y más ebrios lo hizo quedarse un poco más.

—Deberías detenerlos—musitó hacia Dan, quien tomaba cerveza con calma viendo a los chicos jugar una partida de Mario Bros.

—Ellos saben controlarse—le restó importancia con una sonrisa.

—Yo no lo creo, no sé si Roy sea tolerante a esa manera de beber tan desmedida—comentó preocupado, Dan lo miró con curiosidad.

—Deberías culparte por eso, desde que regresó de la cocina no ha parado de beber—Conan desvió la vista, nervioso—¿Qué fue lo que le dijiste?

—¿Yo? Nada—se cruzó de brazos fingiendo demencia.

Dan suspiró sacudiendo la cabeza antes de que una arcada los hiciera fijarse en los chicos, León se reía palmeando la espalda del castaño que se hallaba inclinado hacia el suelo haciendo arcadas.

—¡Maldición, Conan, llévalo al baño!—exclamó Dan empujando al rubio.

—¡¿Y por qué yo?!

—¡Solo ve, mi mamá me matará si le  arruinan el tapete!—contestó azarado y rápidamente por la presión Conan corrió hacia el castaño, rodeando su cuello con el brazo del mismo para ayudarlo a erguirse entre pasos arrastrados y llevarlo al baño que estaba al final del pasillo fuera de la habitación, apenas llegaron Roy se lanzó al retrete mientras conan cerraba la puerta tras ellos y fruncía los labios.

Empezaba a considerar que no debía haber ido.

Empezaba a considerar que no debía haber ido

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