Capítulo 3: "Solo soy observador"

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Con un suspiro Roy caminó al lado de sus dos revoltosos amigos, León y Dan, aquel par y él habían sido amigos desde hace mucho y sospechaba de que era así porque los tres compartían la misma neurona perezosa que hacía que sus propios padres pensar...

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Con un suspiro Roy caminó al lado de sus dos revoltosos amigos, León y Dan, aquel par y él habían sido amigos desde hace mucho y sospechaba de que era así porque los tres compartían la misma neurona perezosa que hacía que sus propios padres pensaran que uno era la mala influencia del otro cuando en realidad esos chicos eran igual o peor que Roy.

—¡No pude conseguir los malditos diamantes! ¡¿Por qué me mataste, Dan?!— se quejó León con un puchero dándole un empujón al más alto del grupo, Dan. Un moreno de sonrisa divertida que siempre parecía estar ejercitándose por su físico robusto.

Este último era el cerebrito de los tres, pero no lo hacía notar porque no parecía esforzarse mucho con sus aprendizajes. Por otro lado, León era todo lo contrario, siempre necesitaba ayuda de Dan para pasar los exámenes con notas aceptables.

—Eres un llorón, de eso se trata el juego—le revolcó el cabello color rubio con mechas rosadas al contrario y este se sacudió, furioso; casi queriendo hacer una pataleta.

—Ya vas a ver, ¡pongámonos en marcha y verán como les pateo el trasero a ambos! —exclamó señalando a los dos chicos que ahora guardaban cosas en su respectivo casillero.

—Hoy no puedo ir con ustedes—repuso Roy cerrando su taquilla y colgándose la mochila al hombro—mamá tiene que ir a hacer aseo en una bodega cerca del restaurante donde hará un turno esta noche, por lo que me prohibió que dejara la casa sola, así que...

—¿Y desde cuándo ese es un impedimento para el gran Roy Beckman? —se burló el moreno con diversión empezando a caminar hacia la salida con un refunfuñante León atrás.

—Desde que pongo como excusa a mi madre para evitar salir de mi casa porque tengo pereza.

—Idiota—farfulló Dan entre risas—ya nos quedó claro, quédate entre las cuatro paredes de tu cueva entonces. Nos vemos luego.

León se despidió con un ademán de mano y siguió a Dan escaleras abajo, Roy los miró alejarse, dándose cuenta de que hace mucho no se animaba a salir con ellos ni escaparse de casa para jugar videojuegos en el árcade. Últimamente la pereza era más grande de lo normal, llegando a abatirlo un poco. Porque ya no hacía nada.

Soltó un suspiro y se dirigió hacia la zona de parqueo de bicicletas mientras sacaba las llaves del candado que le pertenecía a la suya, al mismo tiempo se fijó en un rubio parado al lado de las mismas mirando hacia la carretera con los brazos cruzados. Se hallaba levemente recostado en una de las bicicletas, en la de Roy para ser exactos.

El castaño sonrió divertido y se acercó con más ahínco.

—Vaya, aún estás aquí—comentó haciéndolo respingar y voltear extrañado. Roy miró su reloj y sonrió asintiendo con la cabeza—son las 3:50, ya veo por qué.

El rubio frunció el ceño, resaltando una arruguita que se formaba en el tabique de su nariz, ese detalle lo hacía ver tierno.

—¿A qué te refieres?

Mi Chico RevoltosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora