Capítulo 77: "¡Así los quería agarrar, puercos!"

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Conan suspiró observando las ecuaciones frente a él plasmadas en su cuaderno perfectamente ordenado

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Conan suspiró observando las ecuaciones frente a él plasmadas en su cuaderno perfectamente ordenado. Y nunca se había sentido tan ajeno a sus actividades escolares como esa tarde en especial, su pie se movía inquieto una y otra vez y el lápiz martilleaba sobre el papel, dejando pequeños puntitos torcidos sobre la esquina de la hoja.

Algo no le estaba dejando concentrarse y sabía muy bien qué era.

Se levantó agotado y caminó hacia la ventana, retirando la cortina que le estorbaba su visión de la casa de enfrente. Amelia aún no se había ido de la ciudad, y no sabía nada de Roy desde la noche anterior en la cena. Ese hecho lo hacía pensar a sobremanera sobre lo que sea que estuviera haciendo o con quien estaría en esos momentos.

«Mierda, debería dejar de pensarlo demasiado. Estás siendo irracional otra vez, Conan» se dio un golpecito en la cabeza y decidió bajar para tomar algo en la cocina, la casa se hallaba solitaria debido a la ausencia de la señora Sanders por ese día, que era su día libre. Y por supuesto, sus padres.

Habían llegado de su viaje, desayunado y almorzado con él y se habían vuelto a ir a la empresa aunque era fin de semana. Conan estaba acostumbrado.

Solo iba a bajar, tomar algo y volver a su cuarto para concentrarse en sus deberes, pero de pronto se encontró a sí mismo caminando en dirección a la puerta aún con sus pantuflas, la curiosidad era incluso más grande que él.

Caminó cruzando la calle hacia la casa del castaño y estando frente a la puerta, tocó el timbre.

—¡Ah, ¿ahora que te olvidaste, mamá?!—se escuchó la voz del culpable de su desconcentración al otro lado y los pasos arrastrados de este antes de que la puerta se abriera y la cara de un perezoso Roy se asomara con los ojos chiquitos, que se agrandaron un poco al verlo.

—El dolor de cabeza me está haciendo alucinar ¿verdad?—murmuró frunciendo el ceño, Conan se alarmó.

—¿Dolor de cabeza? ¿Estás enfermo?—inquirió sin poder ocultar su preocupación y se acercó para tocarle la frente y verificar su temperatura.

Roy cerró los ojos ante su tacto y lo tomó de la muñeca con una sonrisa, atrayéndolo hacia dentro de la casa para seguidamente cerrar la puerta y arrinconarlo a la pared.

—Ya no lo estoy—musitó hundiendo su rostro en la curvatura del cuello del rubio mientras lo apretaba de la cintura y frotaba su rostro contra su piel como si fuera un animal necesitado de mimos.

—R-roy, t-tu mamá, idiota—susurró Conan asustado con la idea de que los vieran, por ello trataba de alejarlo, pero Roy lo apretó más.

—No está en casa, fue a hacer las compras—ronroneó suspirando con cansancio.

Conan suspiró aliviado y se relajó entre los brazos del castaño, notando que este tenía puesto solo sweatpants y una camiseta sin mangas, además de que tenía el cabello revuelto.

Mi Chico RevoltosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora