Capítulo 28: "Nalgas congeladas"

1.2K 172 15
                                    

—¡Roy, creo que encontré una sirena!—exclamó de pronto sacándolo de su ensoñación y lo miró extrañado acercarse con algo en su mano ahuecada la cual le mostró apenas se posicionó a su lado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¡Roy, creo que encontré una sirena!—exclamó de pronto sacándolo de su ensoñación y lo miró extrañado acercarse con algo en su mano ahuecada la cual le mostró apenas se posicionó a su lado.

Roy soltó una carcajada al ver un pececito nadando en el pequeño charco de su palma.

—Conan, eso es...—el aludido alzó sus ojos como un niño pequeño, la ilusión en sus ojitos oliva lo hizo retractarse de lo que diría,—es muy bonita, deberías soltarla para que vuelva con su familia.

Le acarició la cabeza al chico que miraba orgulloso lo que entre sus manos tenía y parpadeó de manera pesada por la ebriedad.

—Mamá nunca creyó que existieran, siempre me regañaba cuando de niño le decía que quería encontrar una—sonrió pesaroso hundiendo sus manos en el agua para que el pececillo pequeño se fuera nadando a toda velocidad—nunca me dejaba meterme a los lagos cuando ibamos a uno.

Roy miró la triste expresión del chico fija en el agua que lo cubría hasta las clavículas mientras se mantenía en movimiento para no hundirse y suspirando, el castaño quitó los mechones de cabello que se pegaban a su frente blanca.

—Pero ahora estas aquí dentro de un maldito lago a las dos de la madrugada y ella no está aquí para impedirlo—le dijo sonriendo, lo cual provocó que Conan sonriera también antes de que sus ojos se llenaran de lágrimas y su expresión contenta se torciera en una mueca de tristeza—ay no, empezó la segunda etapa.

Entonces Conan rompió en llanto sin razón, refugiándose en el pecho del castaño quien lo abrazó frunciendo los labios.

Debía admitir que tratar con ebrios no era su actividad favorita precisamente por esos momentos en los que sus problemas pesaban más y los obligaban a sacarlo todo de golpe, pero por ser Conan se estaba permitiendo ser menos insensible como lo es con Dan o León.

Ahí estaba la fragilidad de un chico que toda su vida había estado reprimido, convertido en la marioneta de sus padres que lo moldeaban a su antojo para que pudieran darle su aprobación y los sollozos del menor solo decía lo mucho que por todos esos años, le había afectado. ¿Cómo podía no consolarlo?

—Está bien, sácalo todo—le dijo acariciándole la espalda desnuda, sintiendo que ya no era agua lo que empezaba a mojar su hombro por lo caliente que este estaba.

—Solo quiero que me quieran... ¿Es tan difícil hacerlo sin antes no torturarme con sus malditas expectativas?—gruñó apretando la camiseta mojada de Roy y frotando su carita roja y empapada en la curvatura del cálido cuello del castaño. Roy suspiró apretándose contra él con una sonrisa triste.

—Diría que a un setenta por ciento de las personas les gustan esas expectativas—comentó Roy pensativo, sintiendo temblar el semidesnudo cuerpo de su amigo—pero está este otro... ¿Treinta por ciento? que nos quieren por lo que en realidad somos.

Mi Chico RevoltosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora