Capítulo 91: "Huir"

956 114 27
                                    

La mujer de ojos afilados se cruzó de brazos una vez Roy abrió la puerta de su casa con un gesto de extrañeza en su rostro al verla allí, y se apoyó en el marco de la entrada mirándola con cautela

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La mujer de ojos afilados se cruzó de brazos una vez Roy abrió la puerta de su casa con un gesto de extrañeza en su rostro al verla allí, y se apoyó en el marco de la entrada mirándola con cautela.

—¿Se le ofrece algo? —inquirió sin mucho interés.

—Conan está aquí ¿verdad? —dijo de repente, sin detenerse en cortesías. El ceño de Roy se profundizó.

—¿Conan? —cuestionó, extrañado—¿de qué habla? ¿Qué le ocurrió?

—Esos no son temas que te deban incumbir, limítate a decirme si está aquí o no—Roy apretó la mandíbula enarcando una ceja.

—No, no está. No lo he visto hoy—contestó a regañadientes y la mujer lo miró con ojos afilados de nuevo, tratando de discernir si mentía—¿necesita algo más?

La mujer frunció los labios mirándolo con sospecha.

—No, eso era todo—dijo y se retiró, escuchando la puerta de la casa siendo cerrada a sus espaldas.

Roy suspiró pesadamente y negó con la cabeza, subiendo las escaleras hasta llegar a su habitación, cuya puerta se hallaba entrecerrada.

Soltó un suspiro cansino sintiéndose menos tenso al tiempo que cerraba su puerta y volteaba hacia el bulto sobre su cama envuelto en sábanas. Algo preocupado se acercó a la misma y se subió, el rubio sintió el peso del contrario a sus espaldas y sacó su cabeza de las sábanas. Volteó sobre su hombro, sus cabellos se desordenaron en el acto, Roy le sonrió al acostarse a su lado encima de la sábana que cubría a su chico y deslizó sus dedos por la mata de cabello de Conan, quien frunció los labios, mirándolo ansioso.

—¿Se fue? —inquirió en un susurro y Roy asintió con la cabeza rodeando el cuerpo del rubio con sus brazos por encima del cobertor para llenarle de besos la mejilla que aún guardaba un tono rojizo, Roy deseaba que aquello desapareciera. Estaba tan enojado con aquella señora que había sido casi irreal que hubiera podido actuar como si nada allá abajo.

—¿Me dirás qué ocurrió para que tu madre se atreviera a tanto? —le preguntó con suavidad en la voz, viéndolo fruncir los labios con las mejillas infladas— tú nunca escaparías de tu casa de ese modo si no hubiera pasado algo malo—Conan desvió la vista con un suspiro y sacó los brazos de entre las sábanas para abrazar al castaño, escondiendo su rostro en la curvatura de su cuello.

—Mis padres se enteraron de mis clases de danza —comentó en tono triste, Roy hizo una mueca—me ordenaron que lo dejara porque para ellos era mejor que invirtiera mi tiempo en cosas más productivas, están enojados por mi desobediencia—soltó una risita sarcástica—y me causa gracia porque he hecho de todo para satisfacerlos, he sido el más sumiso y obediente y ellos no son capaces de darme el placer de hacer lo que me gusta.

Roy le acarició la espalda con pena.

—Y entonces huiste.

Conan asintió con la cabeza apretando su agarre en la camiseta de Roy.

Mi Chico RevoltosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora