Capítulo 97: "No hay nada mal contigo"

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Conan bajó las escaleras de su casa en silencio, manteniendo una expresión tranquila cuando por dentro se sentía en una constante tortura, al tiempo que su madre salía de la cocina con sus tacones repiqueteando con rapidez

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Conan bajó las escaleras de su casa en silencio, manteniendo una expresión tranquila cuando por dentro se sentía en una constante tortura, al tiempo que su madre salía de la cocina con sus tacones repiqueteando con rapidez.

—¿A dónde vas? —le preguntó cruzándose de brazos, miró al chico rubio que terminó de bajar y llegó frente a ella.

—A ningún lado en realidad—musitó, sin emoción en la voz. Su madre lo estudió con sus ojos filosos y analizadores.

—Quiero hacerte una pregunta, y deseo que me la respondas con toda la honestidad que se te ha inculcado—Conan la miró, inquisitivo—¿desde hace cuánto el niño ese se metía a tu habitación por la ventana?

El rubio se tensó.

—¿Por qué supones que antes lo había hecho, madre?

—No me hagas pasar por tonta—respondió con voz dura—el modo en el que ese chico sin dudar saltó al patio trasero y se metió por la ventana solo es un indicio de que no era su primera vez haciéndolo.

Conan apretó los labios, desviando la vista.

—Respóndeme—insistió la adulta.

—Desde hace un tiempo—contestó, resignado.

—¿Cómo no me di cuenta? —inquirió ella riéndose sin gracia.

—Tal vez porque nunca estás—murmuró para sí mismo, aunque ella lo escuchó.

—Siempre he estado, ¿cómo puedes decir eso? —refutó indignada, Conan se removió inquieto y la encaró, con todas sus emociones reprimidas queriendo explotar.

—¿A qué soy alérgico? —le preguntó, apretando la mandíbula.

La estirada mujer lució desconcertada.

—¿Qué clase de pregunta es esa?

—Respóndeme, madre—insistió el muchacho, viendo a su madre fruncir el ceño mientras desviaba la vista, pensando.

—A la mantequilla de maní ¿no?

Conan sonrió con decepción.

—A eso me refiero cuando digo que nunca estás.

—De todos modos, de eso no es lo que estoy hablando—exclamó irritada—violaste toda la confianza que había depositado en ti, Conan. La que debería estar decepcionada aquí soy yo.

—¿Y papá? —cuestionó, la mujer frunció el ceño—¿él no está decepcionado? Oh no, espera, es verdad...—sonrió con cinismo, sintiéndose fuera de sí aunque mantenía la calma—él ni siquiera está acá porque le importa una mierda esta familia...

Una cachetada le obligó a callarse, su rostro ardió al instante y apretó los párpados con el rostro desviado por el impulso. Pero esa vez, a diferencia de antes, no sintió nada al respecto, tan solo el evidente dolor como respuesta física al golpe.

Mi Chico RevoltosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora