Conan Freeman vive bajo las reglas de unos padres egoístas que solo quieren aceptación social y mantener su estatus de familia honorable a costa de la pulcritud con la que han criado a su hijo; Roy Beckman le importa poco lo que piensen de él y solo...
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A la mañana siguiente, Conan no salió de su casa. Roy pudo notar esto cuando al salir de la suya a la misma hora que el rubio partía para la escuela, solo pudo ver a la madre del susodicho irse sola en su auto, lo cual lo extrañó.
Estaba seguro de que Conan no se iría más temprano que él. Aun así, llegó a la escuela aún pensando en ello y durante toda la jornada, lo buscó con la mirada, sin hallar rastros de su presencia. Allí fue cuando empezó a considerar la opción de que Conan no había ido a la escuela y que posiblemente seguía en casa.
Aquello era incluso más extraño. Conan nunca faltaba y mucho menos con la clase de padres que tenía.
Así que cuando el timbre de fin de clases sonó, él fue el primero en salir de su aula. Pudo haberse ido antes de que terminara la jornada, no es como si no lo hubiera hecho antes, pero ese día había tenido una presentación importante en clase de química que era crucial para pasar la dichosa materia y no podía abandonar esa responsabilidad tan fácilmente. No cuando su mamá ya estaba lo suficientemente decepcionada de él por el último examen fallido.
Sin embargo, la preocupación por lo que le estuviera pasando al rubio lo mantuvo cuerdo durante las clases y a la vez, muy distraído. Después de lo ocurrido el día anterior en casa de Dan no estaba dispuesto a rendirse con él, ya estaba seguro de que Conan temía lo que los demás pensaran, más no dudaba de lo que sentía por él.
Condujo su bicicleta con prudencia por las calles a pesar de que iba muy ansioso por llegar, y cuando lo hizo, se dirigió directamente a la casa del rubio para tocar su puerta sin dudar.
Segundos después, la madre de Conan abrió la puerta con su característica mirada fría y pose de estirada, pero ni eso pudo distraerlo lo suficiente.
—Buenas tardes, ¿Conan se encuentra?—preguntó yendo al grano, ignorando el gesto de tedio que tenía la adulta al verlo.
—No está disponible hoy—contestó con simpleza.
Roy frunció el ceño.
—¿Qué tiene? ¿Está enfermo?—inquirió, sin ocultar su preocupación.
—Así es, ayer llegó con algo de calentura pero se está recuperando, no necesita visitas—Roy resopló revolcándose el cabello más preocupado por el estado del rubio que por el tono despectivo de la adulta.
—Solo quisiera verlo un momento—pidió, en ese momento le valía poco estar cediendo ante aquella mujer.
—No, necesita descansar.
—Pero…
—Conan está bien, que subas a verlo no hará ninguna diferencia, buenas tardes—declaró rotunda y Roy se tragó sus réplicas al tiempo que la mujer cerraba la puerta en su cara.
Tuvo que sisear y morderse la lengua con ira, esa mujer y él jamás podrían entenderse ni aunque lo intentaran. Así que optó por la vía más fácil y que ella desconocía para llegar a Conan. Saltó con cautela la valla del jardín trasero y se agachó rápidamente al escuchar la puerta de entrada siendo abierta nuevamente y los tacones de aquella mujer bajar las escaleras.