Una tecla resonó bajo el dedo corazón de Conan, finalizando así la sesión de acordes que le estaba enseñando a Roy, quien sentado a su lado tenía el mismo gesto que surgía cuando estaba en clase de matemáticas.
—Listo, ahora repitelas—dijo al terminar con una sonrisa.
—¿Todas esas?—inquirió Roy aterrado.
—¡Solo son cinco acordes, Roy!—exclamó Conan rodando los ojos, el aludido bufó.
—Tengo dos manos izquierdas y lo sabes—se quejó frustrado—no sé ni siquiera por qué seguimos "practicando" esto no sirve de nada.
—Son solamente los acordes básicos, ven acá—resopló agarrándolo de las manos para poner sus dedos en la posición correcta y presionar una tecla tras otra, lentamente.
Roy trató de concentrarse en el orden de las teclas, ignorando lo cálido que era el tacto de las manos del contrario siendo esto una misión casi imposible si se consideraba lo cerca que el rubio se hallaba, hablándole como si nada sin saber la revolución de emociones que atacaba al castaño de repente, impidiéndole un pleno entendimiento de sus palabras.
Roy no sabía a ciencia cierta a qué se debían sus reacciones ante Conan en algunas ocasiones, pero podría jurar que sentía las mismas emociones que experimentaba cuando alguna chica le gustaba, y eso no parecía bueno, Conan era un chico, pero...
Entre la conversación, volteó a ver su acompañante, quien aún seguía explicándole y mostrándole los acordes lentamente, sus ojos se fijaron en el perfil casi perfecto del mismo, luego en aquellas pestañas que adornaban sus párpados pálidos, en la curvatura de su nariz y en sus labios regordetes y rosados.
Entonces al estudiarlo con atención, con las emociones a flor de piel, de pronto sintió que no era del todo incorrecto que él le causara ese remolino de sentimientos extraños. Porque joder, tenía que admitir que Conan Freeman era muy hermoso para su propio bien.
Casi inconscientemente, y mientras Conan continuaba hablando, se inclinó hacia el mismo y el contrario respingó al sentir su cara pegarse a su cabello de repente.
—Hey, ¿qué estás...?—cuestionó poniéndose rojo y apartándose ante la cercanía del otro, quien se rió entre dientes.
—Lo siento, pero ¿a qué hueles?—preguntó frunciendo el ceño al darse cuenta de que el dulce aroma que le hacía cosquillas a su nariz desde hace rato le pertenecía a Conan.
—¿Qué? ¿cómo? ¿A qué-?—se olfateó a sí mismo, descolocado—¿a qué huelo? ¿de qué hablas?
Roy volvió a inclinarse hacia él solo con curiosidad por saber si en realidad estaba alucinando aquel olor a dulce y chocolate que lo tenía anonadado y Conan se encogió al sentirlo cerca de nuevo.
—Sí, eres tú. Hueles a chocolate—afirmó sonriendo y Conan bufó acomodándose el cabello con nerviosismo.
—¿Y eso qué?—inquirió con molestia—ni siquiera estabas prestando atención a lo que estaba diciendo.
—Bueno, es culpa de tu olor que me haya distraído, sabes que soy como un niño pequeño, todo me distrae—contestó y Conan jadeó.
—Pues ese no es mi problema.
—Como mi profesor debes acoplarte a mis necesidades y a mi estilo de aprendizaje.
—Oh, ¿entonces debería echarle perfume al piano para que te centres en él en vez de mi?
—Tal vez no funcione porque el piano no tiene tu cara.
—¿Y qué carajo tiene mi cara que ver con esto ahora?
—Que es hermosa—respondió sin pensar y Conan se frenó al instante, tomado por sorpresa, tanto que sus ojos se abrieron y sin previo aviso, se sonrojó furiosamente desviando la vista para que no se notara.
Roy por su lado se dió un puñetazo interno y se volvió hacia el piano también, mordiéndose la lengua como castigo por su impulso. Maldita sea, odiaba decir lo que pensaba.
—Creo que mejor seguimos con esto—carraspeó Conan y se propuso a empezar a tocar los acordes para que Roy los repitiera antes de que los pasos de unos tacones bajando por las escaleras lo hicieran enderezar su postura y colocar una expresión neutra en su rostro.
Roy notaba que hacía eso cada vez que su madre o su padre estaban cerca.
—Ah, siguen acá—comentó la adulta estirada, entrando a la sala—solo venía a recordarte que debes ensayar para el evento de esta noche, Conan. Recuerda que es muy importante que tu presentación sea impecable.
—Sí, madre.
La adulta volteó hacia Roy sin mucho interés y suspiró volviéndose hacia su hijo de nuevo.
—Trata de reducir el tiempo que inviertes en estas clases, sabes cuáles son tus prioridades.
Y aquello en la cabeza de Roy se tradujo como "deja de perder tu tiempo con este niño y trabaja en ser sobresaliente para mi propio beneficio social" .
—Está bien, mamá—le contestó y la mujer se volteó para retirarse—pero ¿puedo pedirte algo?
La aludida volteó con una ceja enarcada, Conan tragó saliva sintiéndose nervioso. Nunca antes le había pedido algo a ella a cambio de sus esfuerzos pero esa vez quería intentarlo.
—¿Puedo... Puedo invitar a Roy a ir con nosotros?—el susodicho dió un salto en su lugar y miró la nuca del rubio, casi preguntando telepáticamente qué carajos estaba pidiendo.
Su madre parpadeó algo descolocada y desvió la vista, frunciendo los labios.
—No creo que a Roy le agraden ese tipo de lugares, Conan—le dijo con ojos filosos, Conan apretó los labios y agachó la mirada, volteando sobre su hombro para ver a Roy en un claro aviso de "¡queda en tus manos!"
El problema era que Roy ni siquiera sabía en que se estaba metiendo antes de decir que sí le gustaría ir y ver como la mujer suspiraba cansada, aceptando sin más, para retirarse acto seguido.
Los nervios lo invadieron pero antes de arrepentirse, Conan lo miró. La alegría en aquellos ojitos oliva que brillaban y la sonrisa que adornaba su rostro, lo hizo tragarse la incertidumbre de golpe.
Juro que estuve a punto de publicar capítulo temprano, pero tuve algo parecido a un bajón emocional que me tuvo metida en redes sociales solo para distraerme de mis propios pensamientos. Solo hasta que no me di una ducha, no pude armarme de fuerzas para revisar el capítulo y subirlo.
Así que, gracias por leer, aprecio el apoyo que me están dando❤️🩹
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Mi Chico Revoltoso
RomanceConan Freeman vive bajo las reglas de unos padres egoístas que solo quieren aceptación social y mantener su estatus de familia honorable a costa de la pulcritud con la que han criado a su hijo; Roy Beckman le importa poco lo que piensen de él y solo...