Conan Freeman vive bajo las reglas de unos padres egoístas que solo quieren aceptación social y mantener su estatus de familia honorable a costa de la pulcritud con la que han criado a su hijo; Roy Beckman le importa poco lo que piensen de él y solo...
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El silencio entre ambos parecía ser una necesidad. Los dos tenían un mundo de pensamientos que atendían con un poco de dificultad, sabiendo que era necesario que en vez de eso, hablaran y arreglaran sus problemas.
Sin embargo, Roy se sentía preocupado más por la salud del rubio que por otra cosa. Se veía delgado y ojeroso, y esa no era buena señal.
—¿Desde cuándo dejaste de comer, Conan?—inquirió mirando al chico detener el bocado de fruta que iba a llevarse a la boca. Este lo miró, inquieto.
—Mamá dice que he cambiado mis hábitos alimenticios para mal…
—Entonces ella es el maldito problema—comentó con voz dura, sin poder contenerse.
—No, Roy. En casa me dan comida, como siempre. Es solo que... No tengo hambre últimamente—pinchó con desinterés un pedazo de fruta y se lo llevó a la boca.
—¿Ha sido así desde que tú y yo...?
Conan tragó el bocado frunciendo los labios.
—Ya no importa—murmuró y suspiró para levantarse—creo que debería irme a clases.
La mano de Roy lo detuvo del brazo tan rápido como pudo y con una mirada dura lo obligó a sentarse de nuevo.
—No has terminado eso—lo reprendió soltándolo, y desvió la vista tratando de ignorar su corazón inquieto.
Conan suspiró empezando a sentirse presionado.
—No te preocupes por eso, ya me siento mejor. Solo... Deja de fingir que todo está bien entre nosotros. Sé que fui muy duro contigo la última vez y no pretendo…
—Conan—lo cortó con frustración—no hagas las cosas más incómodas, ambos nos dijimos cosas que no deberíamos, solo dejémoslo ahí y come algo, maldición. Estoy preocupado.
El rubio se encogió entre sus hombros sintiéndose culpable por su enojo.
—¿Entonces ya no estás enojado conmigo?—cuestionó mirándolo con curiosidad al tiempo que pinchaba un pedazo de fruta, Roy le devolvió la mirada con duda.
—Por supuesto que lo estoy, no olvido rápido las palabras de los demás y más si son hirientes, pero ese no es el caso de ahora, lo único que importa es que en serio te cuides—comentó cruzándose de brazos.
Conan lo miró con cautela.
—Si te pidiera perdón…—frunció los labios inseguro cuando Roy se volvió hacía él—¿me perdonarías? Yo… no pienso que seas un fracasado ni holgazán, solo me tomaste en un mal momento.
—¿Y esa era excusa para que directamente me ofendieras?—cuestionó, sus ojos expresando el ligero dolor por el recuerdo.
—Roy...
—Mira, sé que no soy la mejor persona del mundo, de hecho, a veces ni siquiera pienso en que sea bueno para algo. Siempre tengo pereza y vivo con una distorsionada percepción del futuro, tanto así, que a veces ni siquiera deseo crecer para no enfrentarme a las mierdas de la vida—conan frunció los labios agachando la vista—pero intento todos los días ver las cosas positivas que este mundo tiene, a pesar de que para mi, las malas prevalecen. Y tal vez mi futuro sea un fracaso como bien dijiste...