Capítulo 30: "Sujétate"

1.5K 179 29
                                    

El sol de la mañana le dió en todo el rostro al tiempo que salía de su casa con molestia, de nuevo su mamá se había levantado de mal humor y por ende, lo había despertado con la peor actitud provocando que su humor mañanero se fuera al caño

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El sol de la mañana le dió en todo el rostro al tiempo que salía de su casa con molestia, de nuevo su mamá se había levantado de mal humor y por ende, lo había despertado con la peor actitud provocando que su humor mañanero se fuera al caño.

Pero esto por alguna razón mejoró un poco cuando vio al frente de su casa a Conan salir de la suya revisando su mochila. Su padre salió tras él con ese porte imponente que siempre cargaba y la dura expresión en su rostro. ¿Acaso nunca sonreía?

Con razón su hijo era tan inexpresivo a veces, solo hasta que veía a Roy. Como en ese momento en el que alzó la vista y se encontró con un Roy sonriente que sacaba su bicicleta del garaje, su gesto se torció en modo de: "otra vez tú" y una sonrisa burlona.

Eso le divertía.

Después del campamento y de que Conan hubiera pasado la peor resaca de su vida a la mañana siguiente de esa alocada noche, bebiendo agua a montones y recostándose en él cada vez que tenía la oportunidad, habían regresado a casa y no se habían vuelto a cruzar puesto que el fin de semana había llegado y Roy normalmente estaba ocupado esos días, adelantando todo el material de series y cómics por ver y leer. Prioridades.

Al cabo de unos segundos, se preparaba para arrancar en su transporte viendo de reojo a Conan abordar el lujoso auto de su padre, pero al instante llamó su atención el rugido intermitente del vehículo que se terminó apagando. Se quedó sobre su bicicleta mirando con curiosidad cómo el ceño del adulto vecino se fruncía al tiempo que volvía a intentar encender el auto.

Lo hizo unas cuantas veces, pero no funcionaba.

—Mierda—balbuceó el adulto mirando la hora en el reloj—Conan, vas a tener que tomar algún autobús, el auto no está funcionando.

El aludido hizo un gesto de inconformidad mientras salía del auto sin refutar ni quejarse y su padre hacía lo mismo, dándole unos billetes y seguidamente llamando por teléfono a su oficina para avisar que llegaría tarde, sin prestarle demasiada atención a su hijo quien parecía asustado con la idea de tener que irse solo.

Y es que sí tenía miedo, sus padres siempre se habían encargado de llevarlo y traerlo a todas partes hasta el punto que había terminado por acostumbrarse a ese hecho y saber que debía tomar un autobús solo, lo aterraba.

Roy sonrió y pedaleó hasta alcanzar al chico que apretaba los billetes en su manita, caminando a paso lento por la acera.

—¿Necesitas que te lleve?—inquirió divertido el castaño, andando a su lado. Conan lo miró y frunció los labios.

—No, gracias, puedo tomar el autobús—murmuró ocultando muy bien su inseguridad tras un gesto impasible, Roy soltó una risita.

—Vamos, Conan. No necesitas fingir conmigo, sé que la sola idea te asusta y está bien. Yo puedo llevarte y lo mejor es que es gratis—el aludido lo miró indignado.

—¡Yo no estoy asustado!

—¿Es eso lo único que escuchaste de todo lo que te dije?—rodó los ojos—no seas terco y súbete.

—Y-Yo...—tartamudeó deteniéndose para mirar la parte trasera de la bicicleta donde se hallaba instalada una clase de sillita de metal.

—¿Nunca te has subido a una bicicleta?—le preguntó asombrado, Conan desvió la vista incómodo—está bien—sonrió enternecido—no es la gran cosa, yo te enseño. Prometo no ir tan rápido ¿si?

Le extendió una mano y Conan la miró de reojo, miedoso. Pero antes de que le prestara atención a su cabeza, decidió tomarla. Su calidez le brindó tanta seguridad que de repente ya no tuvo miedo, se sentó a horcajadas en la sillita y respiró hondo, enterneciendo al castaño que le daba la espalda y sentía cada halo de su respiración.

—Sujétate—le dijo agarrando sus manos y poniéndolas en torno a su cintura, Conan frunció los labios sintiendo su estómago revolverse por alguna razón pero este dio un vuelco cuando Roy se puso en marcha y se empezaron a mover en la bicicleta.

Apretó a Roy contra él, abrazándolo con fuerza y pegando su frente contra su espalda, nervioso. El hecho de saberse tan expuesto en ese aparato lo asustaba, no era como ir en auto que veías por la ventana las calles, allí tenía la experiencia incluso de sentir la brisa que jamás sintió dentro de un auto. Al principio fue abrumador, pero pronto se encontró alejando su cara un poco de la espalda cálida de Roy y miró a todos lados, sin vidrios oscuros que se interpusiera entre la vista y la brisa que soplaba.

Sonrió un poco, sus ojitos brillando por lo bien que se sentía ir allí, respirando un aire que el asfixiante amor de sus padres le prohibían. Apoyó su mejilla en la espalda del castaño, disfrutando de la sensación que recorría su cuerpo, de la velocidad –que no era mucha– pero sí lo suficiente para que sus cabellos rubios revolotearan con el viento y brillaran bajo la luz del sol.

Roy notó su cambio de nervioso a tranquilo y solo pudo sonreír sintiéndose tremendamente correcto provocarle esas sensaciones al muchacho. Sabía que él necesitaba algo así.

Sin embargo, mientras todo a su alrededor parecía ir bien sus ojos se fijaron en un hombre alto y bien vestido que agarraba de la mano a una niña de cabellos rizados, esta daba saltitos con una mochila en su espalda al tiempo que su padre la acompañaba hasta la entrada de la primaria.

Una vez allí, se agachó y le dio una sonrisa encantadora antes de abrazarla y darle un besito en la mejilla, la pequeña reía y parloteaba frente al adulto mientras este la observaba con sus ojos brillantes y orgullosos.

Roy apretó el manillar de la bicicleta cuando se detuvo en un semáforo, al tiempo que sus labios se fruncían ante la imagen. Su pecho se apretó y maldijo en su fuero interno el hecho de que aún le afectaba verlo con su familia. Su verdadera familia.

Conan al ver que no avanzaban y el semáforo ya estaba en verde frunció el ceño, observando el perfil sorprendentemente serio de Roy, mirando en una dirección que él siguió. Descubrió entonces una primaria a la que entraban muchos niños y entre esos se hallaban sus familiares. Sin embargo, Conan notó que Roy miraba a uno de los familiares en especial, al señor de traje que cargaba a una niña y la llevaba a la puerta con una sonrisa.

Le pareció extraño y más cuando el hombre se despidió de la niña y volteó para volver a su auto, dirigiendo su mirada distraída a Roy. Y allí se detuvo, sorprendido.

Ambos se miraron y antes de que Roy decidiera empezar a andar de nuevo, fue consciente de cómo el adulto desvió la vista e hizo como si no existiera.

Pero el castaño no dijo nada al respecto en todo el camino.

Pero el castaño no dijo nada al respecto en todo el camino

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Bueno, esto se va a volver más personal jsjsjsjsjs

Gracias por leer❤️‍🩹

Mi Chico RevoltosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora