La familia estaba reunida como cada domingo y mi hermana estaba sonriente, feliz por tener dieciséis años. Era una lástima que aquello solo fuera un número insignificante, porque si creía que algo había cambiado se equivocaba.
Mis ojos seguían sobre ella, observándola desde la distancia y protegiéndola de los chicos. Yo podía tener veinticinco años, pero no tenía ningún inconveniente en acorralar a un chico de diecisiete y amenazarlo para que se alejara de ella. Mientras los mocosos como el Llorón White, se creían que ella estaba sola y desprotegida, yo me encargaba de hacerles saber que aquello no era así.
Cuando no podía ir a darme una vuelta por la escuela enviaba a Christian y a él no podían negarle la entrada a la escuela porque mi mejor amigo estaba por graduarse de educación. Él solo tuvo que decir que deseaba hacer sus prácticas ahí y mis problemas fueron resueltos. Tenía a mi más confiable espía en el interior, a mi ojo derecho, mientras que yo me encargaba de observar lo que sucedía desde afuera, como un maldito acosador.
— Y ahí va otra vez...— Susurré para mí mismo.
Había un chico que me llamaba especialmente la atención y no era porque fuera atractivo, sino porque siempre rondaba a mi hermana. Nadie más parecía notarlo, pero yo sí lo hacía, de hecho, era bastante difícil no notar a alguien que vestía todo el tiempo de negro. Él la observaba disimuladamente desde la distancia y cada tanto se acercaba, caminaba por su lado y siguiendo directo como si nada.
Todo era tan extraño que me inquietaba.
Le había dicho a Christian que estuviera atento a ese chico, pero mi inútil ojo derecho siempre me decía que habían más de cien chicos que cumplían con las características que le daba, que debía ser más específico. Lo que mi amigo no parecía entender era que mi rango de visión desde afuera de la escuela era mínima, era prácticamente un milagro que pudiera distinguir a ese mocoso del resto.
— ¿Qué pasa amigo? ¿Te gusta mi hermanita o eres un enfermo al que le gusta olfatear su cabello? — Continué susurrando mientras lo seguía con la mirada.
Debía averiguar quién era ese. No necesitaba a otro Llorón White cerca de mi hermanita.
Tomé mi teléfono y marqué el número de mi amigo para ver si era capaz de verle la cara antes de que se mezclara con el resto de adolescentes.
— Christian, el chico está cerca de ella. Otra maldita vez. — Fue lo primero que dije cuando descolgó el teléfono.
— ¿Qué haces ahí afuera? ¿No se supone que debías estar en el hospital? — Entrecerré los ojos cuando lo vi salir por la entrada con su atuendo de profesor y el teléfono pegado a la oreja.
— Izquierda, el de negro. — Lo escuché bufar. — Eres tan lento, ya volvió a mezclarse con todos los que visten de negro. No me jodas, ¿acaso te pesa?
— Sí, deberías salir de tu auto, venir y sujetármela con las dos manos. — Encendí el auto para ir al hospital. — Ella está bien, con los de siempre.
— El chico que viste de negro ya parece formar parte de su grupo, profesor imbécil. Tardas tanto en llegar que le da tiempo para caminar a su alrededor, ir a la cafetería a almorzar y volver. — Mascullé entre dientes.
— Algunos sí trabajamos. — Lo vi sacar su dedo corazón y alzarlo hacia mí. — No te quiero ver por aquí cuando vuelva a salir. Si veo tu auto llamaré a tu madre.
— Si lo haces te juro que...— Colgó la llamada y alzó su otra mano para hacer el mismo gesto con su dedo medio. — Imbécil.
Conduje una hora y media hasta llegar a mi lugar de trabajo. Me encontraba de mal humor y tenso, pero traté de disimularlo lo mejor posible porque yo no trabajaba con cualquier tipo de pacientes.
Los míos eran pacientitos.
— Dr. Culpepper, Dr. Davis. — Me saludó la madre de Jean, un niño que había estado internado durante una semana entera debido a una convulsión.
— Oh, no...— El doctor a mi lado rio. — Él todavía no es un doctor, le falta mucho para poder llamarse así.
Ese hombre tenía mucha suerte de ser mi supervisor y de que no me apeteciera manchar mi historial por agresión.
Yo todavía no podía atender a los pacientes sin supervisión, pero me esforzaba para que pronto dejaran de llamarme médico interno y me tomaran enserio. No me había jodido los últimos dos años de mi adolescencia y los seis de universidad para que los doctores experimentados me trataran como si fuera un enfermo de lepra en tiempos antiguos.
Era bueno en lo que hacía y no lo decía porque estuviera refiriéndome a mí mismo, sino porque me había partido el lomo para que así fuera.
— Pero se graduó, ¿no es así? — Asentí levemente, ganándome una sonrisa por parte de la mujer. — No todos terminan lo que comienzan a estudiar, Dr. Culpepper, el Dr. Davis se graduó y merece un mérito por ello. Además, se ve que es un buen muchacho. — La mujer palmeó suavemente mi mejilla y lo permití, claro que sí.
La madre de un paciente me estaba defendiendo de un viejo gordo y amargado que trataba de hacerme menos, ¿cómo no se lo iba a permitir? No la conocía, pero ya la amaba.
— Tiene razón, Sra. Kent. El... El chico merece un mérito. — Él golpeó mi mejilla, un poco más fuerte de lo que lo había hecho la mujer. — Pero eso sucederá cuando tenga su propia oficina y no necesite supervisión, mientras tanto es como ayudar a un bebé a caminar.
— Al menos este bebé no necesita una grúa. — Susurré para mí mismo.
Me eché el cabello hacia atrás y me dispuse a revisar al paciente, un niño pelirrojo y pecoso que era bastante tímido. Conmigo hablaba porque durante los primeros días me había esforzado para ganarme su confianza y hacerlo sentir cómodo a pesar de su situación, pero como había un señor con el que nunca había hablado, Jean prefería asentir o negar con la cabeza.
Esa era una de las grandes diferencias que había entre ese doctor y yo. El Dr. Culpepper había llegado a ese punto en el que relacionarse con los pacientes le parecía absurdo porque solo tenía que revisarlos un par de veces y esperar a que mejoraran o murieran, mientras que a mí me encantaba que me vieran como un amigo, como alguien que los cuidaba y se preocupaba por ellos.
— Interno, revise los ojos del paciente. — Masculló entre dientes.
— Claro, Dr. Culpepper. — Sonreí forzadamente e hice lo que me ordenó.
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Aydan Davis©
Romance💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe su copia o adaptación.💫 •Libro a parte de la trilogía AEL.• •Es necesario leer los primeros dos libros para conocer a los personajes y comprender ciertas situaciones.• Los hombres...