El embarazo era un proceso bonito y tortuoso, sobre todo cuando había que levantarse por la madrugada para buscar algún antojo. Por suerte para mí, Livi no era demasiado complicada como según mi papá, fue mi madre. A mi querida novia lo único que le gustaba eran las fresas sin importar cuál fuera su presentación.
En más de una ocasión tuve que ir en la madrugada a la tienda que estuviera abierta solo para buscar algún helado, jalea, galleta, pastel o gomita de sabor a fresas. Podía parecer sencillo, pero a las tres de la mañana no había muchos lugares abiertos y la variedad de cosas con ese saborizante eran escasas, por lo que varias veces tuve que llevarle las frutas.
Los cambios en Olive fueron mínimos, por no decir que nulos. Su carácter era el mismo, al igual que su ego y su forma de vestir. De hecho, aunque su vientre estuviera abultado y sus mejillas se vieran un poco regordetas, eso no le bajaba la autoestima en lo absoluto.
— Estoy muy cansada. — Livi suspiró ruidosamente mientras se dejaba caer en el sofá.
Ella estaba en sus últimas semanas, por lo que no estaba de servicio en esos momentos y aunque solía quejarse de que se encontraba aburrida, Olive sabía perfectamente que no podía arriesgarse a salir a caminar sola. A penas podía dar dos pasos sin fatigarse y si llegaba a suceder algo no iba a ser capaz de defenderse o de lidiar con la situación.
Confiaba en su inteligencia y audacia, pero con aquel vientre...
Ella y yo siempre creímos que su pancita era demasiado grande para un solo bebé, pero después de ir a las distintas citas y ver con nuestros propios ojos que solo era uno, creímos en lo que estaba frente a nosotros.
— Es probable que sea un bebé igual de grande que su mami o su papi. — Repetí lo que la doctora nos decía.
Si iba a ser de gran altura me encargaría de inscribirlo o inscribirla en un equipo de baloncesto.
Estuve todo el día en el hospital, comiéndome las uñas y llamando a Olive cada veinte minutos para asegurarme de que ella estuviera bien. No me gustaba dejarla sola, pero si me tomaba unos días antes de que el bebé naciera, cuando estuviera con nosotros tendría que regresar antes a trabajar y la dejaría sola con todas las responsabilidades y no iba a permitir eso.
— Contesta...— Murmuré mientras comenzaba a llamarla nuevamente. — Livi, contesta... No sabes lo peligroso que es que no contestes el teléfono en estos momentos...— Continué murmurando.
Uno, dos, tres tono y nada.
Volví a llamar y sucedió lo mismo.
— Maldición, esto no me gusta. — Mascullé entre dientes.
Me levanté de mi silla y me dispuse a salir de la oficina cuando la puerta se abrió y por ella ingresó la mujer que me tenía los nervios de punta.
— ¿Qué? — Preguntó cuando alzó su teléfono y me enseñó el registro de llamadas.
— ¿Cómo que qué? — Escupí. — ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no contestaste a mis llamadas si tenías el teléfono en la mano? ¿Sabes lo preocupado que estaba? — Me pasé las manos por la cara y las llevé a mi cabello para desordenarlo. — Rayos, estaba por ir a casa.
— Estás siendo sobreprotector. — Me señaló con su dedo índice. — No me importa que seas el padre de este bebé, deja de sofocarme. — Estaba molesta, pero incluso con el ceño fruncido se veía preciosa.
Olive llevaba un vestido suelto de color rosa pastel y unas zapatillas balerinas carísimas del mismo color. No estaba maquillada porque era tan preciosa que no lo necesitaba, pero su cabello estaba cuidadosamente arreglado como si no le costara sentarse durante una hora frente al espejo para verse impecable.
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Aydan Davis©
Romance💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe su copia o adaptación.💫 •Libro a parte de la trilogía AEL.• •Es necesario leer los primeros dos libros para conocer a los personajes y comprender ciertas situaciones.• Los hombres...