Capítulo 21

52 8 1
                                    

El domingo prometía ser un buen día para una reunión familiar tranquila, sin embargo, yo trabajaba y no me quedó de otra que cumplir con mi responsabilidad. La jornada en el hospital fue agotadora, Culpepper no dejó de gritar en ningún momento y la extraña actitud de Anderson me tenía de los nervios.

No me gustaba que esa mujer me diera los buenos días, tardes o noches, prefería que no me hablara a que estuviera actuando con amabilidad. Para el resto resultaba sospechoso el repentino cambio de actitud y el mal cuerpo que me dejaban sus saludos me acompañaba hasta la hora de la salida.

El lunes llegué al hospital de muy mal humor y eso empeoró cuando las puertas del ascensor se abrieron y me encontré con aquel par de ojos verdes que habían comenzado a incomodarme.

Encontrármela en ese tipo de lugares todo el tiempo comenzaba a generarme dudas. Eso ya no parecían simples coincidencias.

— No. — Le dije a esa mujer tan pronto la vi abrir la boca.

Me subí al ascensor y le di la espalda.

— No sé qué pasa contigo, pero deja de saludarme. — Continué hablando.

Jamás me había estado tan incómodo con alguien como lo estaba con ella.

— Soy cordial. — Reí secamente antes de presionar el botón para que el ascensor se detuviera. — ¿Qué haces? ¿Por qué detienes el ascensor?

— Deja de ser cordial solo porque evité que ambos fuéramos sancionados. — Al girarme la encontré con los labios fuertemente apretados. — Si desde el principio has actuado como si me conocieras y tuvieras motivos para detestarme, ¿por qué cambiaste tu actitud ahora? ¿Qué es lo que quieres?

— Nada. — Masculló entre dientes.

— Nada... — Repetí mientras asentía repetidas veces. — ¿De dónde coño me conoces?

— ¿De qué estás hablando? — En ese momento la careta se cayó y regresó la Dra. Anderson que me observaba con desprecio. — Voy a llegar tarde, Davis.

— No saldremos de aquí hasta que te dejes de estupideces de una buena vez. — Sujeté su muñeca cuando vi que trataba de llegar al botón para que el ascensor continuara su curso. — ¿De dónde me conoces?

— De aquí. — Negué con la cabeza.

— No, desde el primer día has actuado con ese carácter de mierda que tienes así que habla de una buena vez. Si tenías las agallas de mascullar cada vez que me veías y las tuviste para agredirme, entonces tenlas para hablar de una buena vez como la adulta que eres. — El bolsillo de su bata se iluminó y no dudé en tomarlo.

— Devuélveme mi teléfono, Davis. — Observé la pantalla, notando que una de sus compañeras la estaba llamando.

— Soy el Dr. Davis, en estos momentos la Dra. Anderson se encuentra ocupada. — Esquivé un golpe que iba directo a mi cara. —Está ayudándome con un paciente, pero cuando termine le diré que vaya al piso correspondiente. — Informé sin esperar a que la otra persona hablara y colgué.

Una vez que finalicé la llamada guardé su teléfono en uno de los bolsillos traseros de mi pantalón para evitar que ella pudiera quitármelo sin que me diera cuenta.

— Estás loco, esto puede costarme el trabajo. — Sus manos golpearon mi pecho con fuerza. — Estás reteniéndome en contra de mi voluntad y te puedo poner cargos.

— Será tu palabra contra la mía y tienes las de perder. — Señalé mi mejilla. — Dime, ¿nos conocíamos antes? ¿Me viste en alguna parte que no fuera en el hospital?

Aydan Davis©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora