Capítulo 44

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No estaba, ella no estaba en ninguna parte.

Olive me había llamado para decirme lo mismo salió de la boca de papá cuando me encontraba trabajando, Odet no estaba en ningún hospital. Ardilla no se encontraba internada en ninguna institución hospitalaria de la ciudad y tampoco en ninguna de las que se encontraban cerca.

Era como si se la hubiera tragado la tierra.

Cuando en la pantalla del auto apareció que tenía una llamada entrante, no dudé en responder.

— Dime que la encontraron. — Le dije a papá tan pronto descolgué la llamada.

— Falcom hijo cree saber dónde está. Tu madre y yo vamos para allá así que ve a casa y espéranos. — Me disponía a hablar cuando él se me adelantó. — No me importa lo que vayas a decir, obedece. No pienso poner en peligro a mi otro hijo.

Dicho eso, colgó.

— Maldita sea. — Golpeé el volante con fuerza. — Maldita sea, maldita sea.

Entendía su punto, pero no podía excluirme de eso. Odet no era solo su hija, era mi hermana, mi pequeño y preciado tesoro. No podía apartarme de su búsqueda, pero fue lo que hizo al no decirme dónde creían que estaba y al ordenarme que me quedara en casa.

Por más que quisiera volver a recorrer las calles en su búsqueda, sabía que no la encontraría en la vuelta de la esquina o sentada bajo un puente, por lo que continuar conduciendo era una pérdida de tiempo.

Tiempo que seguíamos desperdiciando con tonterías.

Estando en casa, solo y al borde del colapso, sentí que pasaron horas hasta que volví a recibir una llamada por parte de papá. Sin embargo, sentí que mi alma volvió a mi cuerpo cuando escuché las palabras que había estado esperando.

— ¿La encontraron? ¿Cómo está? — Pregunté rápidamente.

— Estoy bien. — Mi pecho se contrajo al escuchar su dulce voz.

— Ardilla, eres una estúpida. ¿Cómo se te ocurre asustarnos así? — Chillé. — ¿Dónde estás ahora? Dime, voy para allá.

— No insultes a tu hermana. — Me riñó mamá. — Vamos a llevarla al Memorial para asegurarnos de que todo está en orden.

— Bien, voy para allá. — Dije de forma atropellada. — Te amo estúpida, te veo pronto.

— ¡Que no me insultes! — Se quejó justo antes de que colgara la llamada.

A medida que iba manejando les enviaba mensajes de texto a cada persona a la que llegué a llamar en mi momento de desesperación, ya fuera para que se tranquilizaran o para que dejaran de buscar, como era el caso de Christian, quien no había parado ni un solo instante.

Al llegar al hospital fui llevado directamente hacia la habitación en la que se encontraba mi hermana y al ingresar caminé hasta ella y la rodeé con mis brazos.

— Me aplastas. — Dijo con dificultad.

— Voy a encadenarte a las patas de la cama para que nunca más puedas salir. — Murmuré, logrando que ella riera. — Estaba preocupado.

— Lo siento. — Susurró por lo bajo. — No volveré a salir ni a confiar en nadie, lo prometo. Obedeceré todo lo que digan.

Ese chico, aunque ella no lo estuviera verbalizando, había herido su pequeño y frágil corazón. Odet parecía ser un imán para los chicos malos y las decepciones amorosas.

— Más te vale porque si vuelves a desaparecer, cuando te encuentre te dejaré calva. — Me alejé lentamente de ella, pero no salí de la habitación.

Aydan Davis©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora