Tan pronto salí del trabajo conduje hasta la casa. No había podido llegar antes de que ella se fuera, pero estaría ahí para cuando regresara.
— ¿Qué te pasó en la cara? — Fue lo primero que dijo mi madre cuando abrió la puerta.
Ella tenía el ceño fuertemente fruncido y sus manos se encontraban en mis mejillas mientras sus ojos iban de un lado a otro, revisándome superficialmente.
— ¿Qué pasa? — Escuché los pesados pasos de papá acercándose a nosotros.
— Tranquila, solo es un rasguño. — Murmuré sonriente.
— Aydan, eso pasa. — Mi madre me tomó de las manos y tiró de mí para que ingresara a la casa.
— ¿Qué cojones te pasó en la cara? — Papá sujetó mi quijada con una mano y giró mi cabeza para poder ver mejor la gaza. — ¿Fue ese puto doctor de mierda?
— Ab. — Lo riñó mamá.
— Ese hijo de puta no lo ha dejado en paz desde que Aydan ingresó al hospital. — Suspiré mientras chasqueaba la lengua. — Una cosa es joderlo con palabras, pero si se atrevió a tocarlo...
— Relájate, no fue él. — Tenía ambos pares de ojos sobre mí, taladrándome la mejilla. — Tuve una pelea con un gato.
— ¿Un gato? — Cuando mamá alzó ambas cejas supe que ella no me había creído. — ¿Te crees que...?
— Fue un gato. No pregunten más...— La observé fijamente e hice lo mismo con papá. — Por favor.
— Si no quieres decirnos el verdadero motivo es porque estás en algo ilegal o porque te avergüenza y espero por tu bien que sea la segunda. — Rodé los ojos.
— No es nada de...— Mis palabras fueron interrumpidas.
— ¿Fue una mujer? — Preguntó mi madre.
— Ay, no...— Papá alzó una de sus manos hacia su cara y se masajeó la frente. — ¿Qué cojones hiciste para que te hiriera?
— Que fue un gato...— Murmuré con voz cansina.
— ¿Trabaja contigo? — Volví a rodar los ojos ante la pregunta de mamá.
— ¿Por qué nunca me escuchan? — Resoplé. — Fue un gat...
— ¿Cuál es su nombre? — Preguntó él.
— Ol...— Sus comisuras se elevaron rápidamente. — Olvídalo, no importa cuánto lo intente, ustedes creerán lo que quieran.
Había estado a punto de decir su nombre.
Entre pregunta y pregunta, papá había estado muy cerca de conocer el nombre del gato rabioso que me atacó. Ese hombre daba miedo, supo el momento exacto en el que debía realizar la pregunta y lo hizo sin dudarlo.
— Con una excusa tan absurda cualquiera creería lo que quisiera. — Papá desordenó mi cabello. — No dejes que te vuelvan a hacer algo así. — Se acercó un poco a mí para que mamá no pudiera escucharlo. — Y si el doctor ese llega a levantarte la mano, avísame. No sería el primero al que le rompería la cara.
— De acuerdo. — Pasó su brazo sobre mi hombro y con su mano ubicó mi cabeza sobre el suyo.
— Bonita, deja de mirarlo así. Si él dice que está bien y que solo es un rasguño, entonces no hay nada de qué preocuparnos. — Ella seguía estando con el ceño fruncido y parecía realmente preocupada.
— ¿Te has estado curando como deberías? — Ignoró las palabras de su esposo. — No importa, siéntate. Voy a curarte eso.
— Mamá, no es...— Comenzó a caminar hacia el baño para lo que creí que era buscar el botiquín de primeros auxilios.
— Deja que lo haga, sino no va a estar tranquila. — Asentí levemente. — Permite que de vez en cuando cuide de ti.
— Soy un adulto, eso no es necesario. — Escuché un leve bufido.
— Enano, para tu mamá sigues siendo el niño que iba a todas partes con ella. — Volvió a desordenar mi cabello. — Y yo te veo como el dolor en el trasero que fuiste en la adolescencia.
— Supéralo, ahora soy genial. — Cunando la vi salir del baño con el botiquín en manos sonreí.
— No he dicho lo contrario, ahora largo. — Fui empujado suavemente hacia ella. — Bonita, échale mucho alcohol para que entienda de una buena vez que no debe mentirnos.
Dejé que mi madre limpiara la herida para que estuviera más tranquila y cuando terminó me fui a la cocina para tomar un poco de agua. Estaba sediento, como si no hubiera tomado agua durante el día.
— ¿Vas a dormir aquí o solo te asegurarás de que Odet regrese bien? — Me preguntó ella mientras peinaba los cabellos de mi nuca.
Cuando mamá hacía eso sentía que volvía a ser un niño pequeño. No me incomodaba, al contrario, me gustaba porque me dejaba saber que no importaba cuántos años tuviera, su trato hacia mí no iba a cambiar jamás.
Me gustaba que fuera así de afectuosa porque la vida de los adultos era una mierda y saber que con ella podía volver a ser el niño feliz que fui me consolaba.
— Voy a dormir aquí. — Sus comisuras se elevaron rápidamente. — Mañana tengo el día libre y escuché que tendremos visitas.
— Aydan, si vas a estar aquí espero que te comportes. — Di un corto asentimiento.
— Claro que sí. — Murmuré por lo bajo.
— A ella le gusta ese chico y lo sabes. — Apreté los labios. — No le arruines esto. Por el bien de la relación cercana que tienen tú y tu hermana, déjala vivir su vida.
La observé fijamente mientras me debatía entre contestar o mantenerme callado. Al final tomé la decisión de irme a mi habitación y esperar allí hasta que Odet regresara.
— Arruinar...— Chisté en la soledad de mi habitación. — Él será quien la arruine si yo no la cuido.
Busqué una mejor postura para poder descansar y cerré los ojos. Me costó conciliar el sueño, pero una vez que lo tuve entre mis manos no lo dejé escapar.
No solía soñar, por lo que despertar sin una imagen en mi cabeza era algo habitual. De hecho, no podía recordar la última vez que había tenido un sueño o una pesadilla.
No revisé la hora que era cuando desperté, ni siquiera abrí los ojos. Me mantuve acostado y descansando la mirada hasta que escuché que un auto bajaba la velocidad y se estacionaba frente a la casa, solo entonces abrí los ojos, me puse de pie y salí de la habitación.
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Aydan Davis©
Dragoste💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe su copia o adaptación.💫 •Libro a parte de la trilogía AEL.• •Es necesario leer los primeros dos libros para conocer a los personajes y comprender ciertas situaciones.• Los hombres...