Capítulo 16

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Era temprano en la mañana, ni siquiera habían pasado veinticuatro horas desde que había tenido que utilizar las estúpidas gasas y ya detestaba tener algo pegado en la mejilla. Era un elemento que llamaba la atención de todos y los niños no paraban de preguntar por el bendito gato que me había atacado. Era como tener un foco que me seguía a todas partes y si me lo quitaba sería peor, algunos pensarían que un demonio me hizo esos tres rayones y no se equivocarían al pensar aquello.

Ese demonio de ojos verdes...

— Jake, debes tomar las medicinas que te traen las enfermeras, lo sabes. — Mi paciente hizo un puchero antes de asentir.

— Está bien. — Murmuró por lo bajo.

— Me dijeron que no te dijera esto, pero eres mi amigo. — Me senté a su lado para que fuera un "secreto", algo que hizo reír a su madre. — Me dijeron que si te tomabas los medicamentos te darían dulces, pero sh. — Me llevé el dedo índice a los labios. — No puedes decirles que te dije, esto es un secreto entre tú, mamá y yo, ¿de acuerdo?

— Shí. — Susurró antes de observar a su mamá. — Mami no puede decir nada.

— No lo haré. — Aseguró ella.

— Muy bien, ahora a...— Jake tiró levemente de la manga de mi brazo. — ¿Qué sucede? — Su pequeño dedo se alzó y señaló hacia la puerta de la habitación.

Allí se encontraba ese demonio, observándonos por la abertura de la puerta que había hecho silenciosamente.

— Mi día mejora. — Mascullé para mí mismo. — Que ganas de lanzarme de la azotea. — Suspiré antes de volver a centrarme en Jake. — Anda, abre la boca y tómate la medicina completa. No puedes dejar ni una sola gota.

— ¿Ni una? — Negué sonriente.

— No, sino no podré darte la paleta que me dejaron nuestras amigas las enfermeras. — Sus ojos brillaron y no dudó en tomar el pequeño vaso desechable entre sus manos y beber el contenido.

Era un líquido asqueroso, yo mismo había tenido había tenido que tomarlo cuando era pequeño y recordaba su asqueroso sabor como si me lo hubiera bebido recientemente. Sin embargo, me encantó ver que él hizo todo lo posible para no vomitarlo. Se tapó la nariz, cerró fuertemente los ojos y se llevó la mano a la boca para evitar fugaz.

— Bien hecho. — Desordené su cabello. — Eres un niño muy valiente. — Le entregué la paleta tal y como se lo había dicho.

— ¿Cómo se dice? — Escuché que le decía su madre.

— Gracias doctor Aydan. — Asentí de forma exagerada.

— No hay de qué, Capitán Jake. — Hice un saludo militar antes de tomar el vaso y tirarlo a la basura. — Vendré más tarde para ver cómo sigues. Mamá, cuando venga traeré los resultados de los exámenes para explicarle los procedimientos.

— Muchas gracias. — Di otro asentimiento.

— No hay de qué. — Comencé a caminar hacia la salida. — Hasta luego, Jake.

— ¡Hasta luego! — Gritó mientras abría la paleta.

Terminé de abrir la puerta y salí de la habitación sin dirigirle la mirada a la chica que caminaba detrás de mí. Eso no era habitual y me estaba dando escalofríos, sobre todo porque ya sabía que se atrevía a atacarme.

— ¿Podemos hablar? — Suspiré levemente.

— ¿Sobre qué, Anderson? — Su mano tiró de mi brazo.

— Solo quiero disculparme. — Me giré hacia ella para ver si no había escuchado mal.

— ¿Por qué? — La vi apretar los labios.

Eso debía estar quemándola por dentro.

— Por eso. — Dijo con la mirada fija en la gasa.

— ¿Por qué? ¿El gato era tuyo? — Olive se mantuvo observándome durante largos segundos antes de asentir lentamente.

— Te lo agradezco. — Murmuró por lo bajo.

— No sé por qué. — Respondí antes de seguir con mi camino.

Para mí eso era un tema enterrado, era su problema si continuaba dándole vueltas a la situación y exponiéndose absurdamente. Yo ya había hecho de más, si ella decía o hacía algo que pudiera poner en duda mi versión, sería su asunto. No iba a mentir una vez más solo para salvar su trasero.

Logré estar un día entero sin ir a ver a mi familia y tenía la meta de permanecer así hasta que la herida sanara por completo, sin embargo, no pude hacerlo. Estaba caminando hacia las máquinas expendedoras más cercanas para comprar una botella de agua, cuando escuché la risa escandalosa de Angie. La observé de reojo y giré la cabeza hacia adelante, pero inmediatamente me volteé a mirarla.

— ¿Qué haces con mi teléfono? — Pregunté mientras me acercaba a ella y se lo arrebataba de las manos.

— Te lo iba a dar, pero te llegó un mensaje que sé que te va a encantar. — Volvió a reír. — Tu papá dijo que Ardilla tiene novio y saldrá hoy con él, felicidades, serás un gran cuñado.

— No es gracioso. — Sonreí falsamente.

Hubo algo, no supe lo que fue y tampoco deseaba averiguarlo, pero algo en su mirada me borró la sonrisa.

— No quiero ver el mensaje. ¿Dijo quién? — Volví a girarme hacia la máquina.

— Un tal White. — Respiré profundo.

— Maravilloso. — Suspiré ruidosamente. — Maravilloso, maravilloso, maravilloso. — Mascullé entre dientes.

— Déjate de tonterías, ella ya es mayorcita. — Metí el dólar en la ranura y comencé a apretar el botón en donde se encontraba el agua con más fuerza de la que era necesaria.

— Ella es una niña y tú no lo conoces. Llorón White no es un buen chico, se le nota hasta en la forma en la que respira. — Angie rodó los ojos. — Odet es demasiado buena para ese mocoso estú...

— Buenos días. — Un bajo murmuro nos hizo girar la cabeza para ver quién había hablado.

Mantuve la mirada fija en la espalda de la chica que se alejaba a toda prisa.

— ¿Tú también escuchaste eso? — Murmuró An.

— Fuerte y claro. — Fruncí levemente el ceño.

Olive nos había saludado...

Ella solo les daba los buenos días a personas con un cargo mayor que el suyo o a quienes se lo decían primero, como a Angie, pero con nosotros los mortales nunca había sido amable sin ningún motivo, no hasta ese momento.

— Wao. — Continuó murmurando mi amiga.

— Me siento sucio. — Mi cuerpo tembló ligeramente. — Y tengo escalofríos.

— Debe sentirse culpable. — Alzó los hombros, restándole importancia a sus palabras.

— Que bueno, ahora voy a llamar a papá para que me explique eso de que Odet tiene novio. — Dije entre dientes antes de tomar un poco del agua que había comprado y caminar hacia mi lugar de trabajo. 

Aydan Davis©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora