Capítulo 15

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— ¿Por qué te ves como si no hubieras dormido en toda la noche? — Observé de reojo a mi fiel compañera.

A esas horas del día me encontraba irritado, con pocas ganas de hablar y sin motivación para estar de pie haciendo mi trabajo. Solo quería ir a casa para asegurarme de que Ardilla estuviera bien y para ver si papá había logrado hablar con ella.

La noche anterior Odet se encerró en su habitación y no había salido de allí hasta entonces.

— Porque no lo hice. — Suspiré cansino. — Y no podré hacerlo hasta que Ardilla responda mis llamadas.

— ¿Tu hermana? — Asentí levemente. — ¿Qué le hiciste?

— Yo no. Anoche sucedieron un par de cosas y está molesta. — Sonreí levemente. — Y si no le habla a papá, entonces en estos momentos yo no existo para ella.

— ¿Tan malo fue? — Volví a asentir.

— Salió con un estúpido chico y cuando llegó se dijeron un par de cosas que no debieron haberse dicho. — Alcé los hombros.

— Ya se le pasará, no tienes que preocuparte. — Pasó suavemente su mano por mi brazo.

— No estoy preocupado. — Comencé a caminar por el pasillo, dejándola atrás.

— Ay, por favor... No tienes que mentir al respecto. — Dijo mientras se acercaba a mí con pasos rápidos. — Es obvio que la adoras y te preocupa que lo que se dijo hubiera herido sus sentimientos.

— Angie, no me preocupa algo que ya sé que pasó. — Me detuve en medio del pasillo y me giré para verla. — Solo estoy...

— Estás preocupado por tu hermana, no hay otra forma de llamarlo. — Rodé los ojos.

— Ya déjame en paz. — Mascullé entre dientes.

— Y tratas de alejarte de mí porque estoy pudiendo llegar a tu corazón de pollo. — Aseguró. — Porque hoy estás tan abierto como un libro, no como en otras ocasiones que...

— De acuerdo. — Volví a detenerme y en esa ocasión me giré bruscamente. — Estoy preocupado por los sentimientos de mi hermana, ¿contenta?

— En absoluto. — Ella frunció el ceño mientras negaba lentamente con la cabeza. — No voy a alegrarme de que seas sincero respecto a tus emociones en una situación así. Solo quiero que tengas la confianza de decirme cualquier cosa.

— ¿Quieres que sea sincero? — Asintió rápidamente. — Si fuera homosexual tu hombre ya habría pasado por mi cama, querida. — Continué con mi caminata mientras escuchaba su estruendosa risa.

— ¡Tus sentimientos, no las cochinadas que piensas de mi novio! — Gritó.

— Fui sincero, ahora déjame en paz. — Alcé el brazo y moví mi mano para darle a entender que se fuera a otra parte.

La mayor parte del tiempo me mantuve apartado del resto. En la hora del almuerzo compré lo primero que vi y a pesar de que no tenía apetito me obligué a comer. Trataba con niños enfermos, debía estar fuerte para no pescar algo que pudiera comprometer aún más su salud.

Durante esos minutos mis ojos estuvieron sobre la pantalla de mi teléfono. Esperaba un mensaje de esa mocosa, pero nunca llegó.

— ¿Cómo puede ser tan orgullosa? — Bufé mientras me subía al ascensor. — Si ella fue la que se metió conmigo.

— ¿Todavía no te ha llamado? — Me preguntó Angie.

En esos momentos me percaté de que esa enana aparecía en todas partes. Trabajábamos y nos especializábamos en lo mismo, pero nuestros supervisores eran diferentes y por lo general a ella la llevaban a otro piso.

Aydan Davis©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora