Capítulo 31

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Cuando creí que iba a morir a causa del agotamiento y la mala nutrición, los niños fueron dejando el hospital y nuestro trabajo se redujo drásticamente. Para cuando el último paciente de varicela se fue, las salas de descanso se llenaron. Las camas eran ocupadas por dos o más doctores y los que no lograban llegar a tiempo para acostarse en los colchones se veían obligados a descansar en el primer rincón que veían.

— Creí que estarías en una de las camas. — Dijo Angie mientras me entregaba un vaso humeante de café recién hecho.

— No, estoy muy cansado como para ir de dormitorio en dormitorio. — Murmuré por lo bajo.

— Ambos sabemos que solo tendrías que entrar y te harían espacio. — Rodé los ojos con lentitud.

— Piensas demasiado. — Continué murmurando.

Estaba tan cansado que sentía que me movía y hablaba en cámara lenta, pero no iba a cambiar eso. Esa noche ni siquiera intentaría volver a mi apartamento porque no me encontraba en condiciones para conducir. Tenía altas posibilidades de tener un accidente automovilístico, ya fuera por haberme quedado dormido o porque no habría sido capaz de reaccionar a tiempo a cualquier cosa que sucediera en el camino.

— O tal vez alguien te está cambiando. — Murmuró. — ¿Hace cuánto no te vez con alguna de tus conquistas?

— Piensas demasiado. — Repetí. — Si tú no has tenido tiempo para ver a tu novio, yo no lo he tenido para llamar a alguien y preguntarle si me deja un espacio en su cama. — La observé de reojo cuando se sentó a mi lado en el piso del pasillo principal.

— No pienso demasiado, solo creo que no te estás dando cuenta de lo que está pasando a tu alrededor. — Le di un buen sorbo al café e inmediatamente sentí alivio. — Te lo diré como la espectadora a distancia que soy. Ella te está cambiando.

— Deberías escribir cuentos. — Recibí un codazo de su parte, uno que de no haber sido por mis reflejos me habría tirado el café encima.

— Y tú deberías abrir los ojos. ¿Anderson siendo un poco tolerable y tú sin buscar atención femenina? Diablos, te vi casi abrazándola y ella no te estaba estrangulando. — Volví a rodar los ojos.

— Estás malinterpretando las cosas. Hicimos las paces y ahora tenemos un trato relativamente cordial, eso es todo. — La escuché chistar, pero estaba tan cansado que ni siquiera giré la cabeza para observarla.

— No tiene nada de malo que sientas algo por Olive. Ni siquiera estoy insinuando que te guste, puede ser interés o atracción. — Negué con la cabeza. — Aydan, no todas las mujeres somos como la bruja de tu ex. — Masculló entre dientes.

— Este tema está comenzando a molestarme, así que haré como si no hubiera escuchado eso y me iré a otra parte a tomarme mi café. — Hice el ademán de levantarme del suelo, pero ella cerró su mano alrededor de mi antebrazo y tiró hacia abajo.

— Solo... A veces siento que de cierta forma tienes miedo. — Mi ceño se frunció bruscamente. — Lo que quiero decir es que en ocasiones creo que temes tener una relación seria y normal con alguien por culpa de lo que te hizo esa bruja adolescente.

— Eso es una estupidez. — Escupí con malestar.

— Siempre te molestas cuando alguien cercano a ti la menciona. Es como si todavía no lo hubieras superado. — Reí con sequedad.

— Creo que te está afectando todo este caos. — Angie negó con la cabeza.

— Me preocupo por mi amigo. — Dijo con un tono de voz un poco más alto. — Piénsalo, no puedes ni verla en pintura porque te vuelves un perro rabioso, pero la llamas cuando necesitas humillarla para sentirte bien.

— Eso no es cierto. — Salté a defenderme.

— Sí lo es, detente un momento y piensa, analiza lo que haces. La llamas, estás con ella, ¿y luego qué? — Apreté los labios con fuerza. — No la conozco en persona y tampoco sé los detalles de lo que pasó en su momento y de lo que pasa cuando se encuentran, pero estoy segura de que no eres agradable.

— No sé cómo tu novio te soporta. — Mascullé entre dientes.

Su comisura se elevó como si supiera lo que estaba tratando de hacer. Quería que se alejara de ese tema de una buena vez, pero Angie simplemente no estaba dispuesta a hacerlo.

— Sabes que no te digo todo esto para molestarte o herirte. Sé que no eres un chico grosero, egoísta o cruel, ese no es el Aydan que yo conocí, pero estoy segura que es el que aparece cuando está ella y eso es porque no has sanado. — Esa mujer parecía haber olvidado que no era psicóloga. — Imagina que es a Odet a quien tratan así... ¿Acaso eso te gustaría? ¿Te haría feliz?

— Entendí, ahora guarda silencio. — Continué mascullando.

— Promete que no volverás a llamarla. — Di un corto asentimiento mientras echaba la cabeza hacia atrás y cerraba los ojos. — Dame tu teléfono, voy a bloquear y borrar su número.

— Bata, bolsillo izquierdo. — Murmuré.

Sentí que mentía su mano en el bolsillo indicado y que sacaba mi teléfono. Luego, todo se quedó en silencio hasta que volvió a colocarlo en donde estaba.

— Eres un buen chico, no permitas que nadie te quite eso. — Volví a asentir. — ¿De verdad no te gusta...?

— No. — Respondí de forma cortante.

— Yo creo que sí. — Murmuró y por su tono de voz, supuse que estaba sonriendo. — Solo que no lo quieres admitir o no te has dado cuenta todavía.

— ¿Desde cuándo eres tan insistente? — Escuché una risilla por lo bajo.

— No vas a lograr que me desvíe. — Aseguró. — No me fascina la idea de que ustedes dos estén juntos porque son muy temperamentales, pero si eres sincero y directo, puede que el resto no nos veamos afectados.

— Que no...— Murmuré con un tono de voz cansino. — Déjame dormir.

— Pero si no te has terminado el...— Comencé a negar con la cabeza.

— Angie. — Suspiré ruidosamente.

— De acuerdo, de acuerdo...— Murmuró risueña.

Había tardado mucho en callarse, pero después de que lo hizo no volvió a hablar. Estaba tan cansado que no me importó que estuviera siendo observado por más de un par de ojos, me dejé llevar por el cansancio y me quedé dormido allí mismo.

No supe cuánto tiempo dormí, pero cuando desperté fue porque el teléfono no dejaba de vibrar en mi bolsillo. Era molesto porque no solo lo sentía, sino que se escuchaba la vibración porque parte de él estaba cerca del suelo.

No abrí los ojos, principalmente porque no hacía falta. Sabía de quién era el hombro en el que mi cabeza se encontraba apoyada y también era consciente de que debía estar observándome.

— ¿Mm? — Murmuré con pesadez.

— ¿Dónde estás? — Escuché la voz de Christian al otro lado de la línea.

— ¿Dónde crees? — Pregunté de mal humor.

— Uh, ¿turno terrible? — Emití una respuesta afirmativa. — ¿Quieres salir a distraerte?

— ¿Crees que puedo salir a cualquier parte cuando no he dormido bien durante semanas? ¿Te parece? — Escupí. — Mejor vigila a mi hermana.

— Ella está bien, últimamente la he visto con el chico de negro. De hecho, creo que no los he visto separados en mucho tiempo. — Mis ojos se abrieron con lentitud.

— Christian, espero por tu bien que eso no haya sido una insinuación de algo. Haz tu trabajo, cuídala y procura que ese mocoso no se acerque más. — Alcé la mirada y me encontré con un par de compañeros que parecían divertirse con mi conversación.

— Sí mi amor, lo que tú digas mi vida. — Dijo de forma burlona. — Me voy de fiesta, luego te cuento cómo me fue.

— Ajá, ve con cuidado. — Murmuré antes de que colgara la llamada.

— Que bonita y sanaamistad. — Se burló Angie, la chica que fue mi almohada por algunos treintaminutos más. 

Aydan Davis©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora