Capítulo 24

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Era la hora del almuerzo y me encontraba en la azotea esperando a la bruja de ojos verdes. Llegar a la cafetería antes que la mayoría de mis compañeros había sido casi imposible, pero al final lo logré. No fue sencillo escabullirme de Culpepper y tampoco lo fue correr por los pasillos sin hacer caer a alguien, sin embargo, en esos momentos me encontraba disfrutando de mi lasaña mientras sonreía.

Anderson se iba a enfadar.

Mis comisuras se elevaron aún más cuando vi que la puerta de la azotea se abría lentamente.

Mi momento había llegado...

— ¿Cómo lo hiciste? — Gruñó cuando me vio. — Ese lugar...— Con sus manos me hizo saber que la cafetería estaba abarrotada.

— ¿Qué pasa? ¿No sabes utilizar las piernas con las que naciste? — Observé el reloj que había en mi muñeca. — He estado quince minutos esperándote.

— Es imposible que hubieras llegado hace mucho, estabas con Culpepper. — Levanté ambas cejas y dejé la comida a mi lado en el banco.

— ¿Te sabes mis horarios, Anderson? — La pequeña bandeja de foam que llevaba en una de las manos comenzó a ser apretada con demasiada fuerza. — ¿Qué más sabes? ¿Acaso me sigues cuando salgo del hospital? ¿Me sigues cuando voy a mi casa?

— Mi atención no está sobre tu insignificante vida, Davis. — Se acercó a mí dando pisotones y se sentó bruscamente. — Tú te llevaste mi lasaña...

— No sabía que las cocineras hicieran comida para ciertos empleados. — Murmuré y aunque traté de parecer alguien que no sabía de lo que hablaba, cuando ella abrió la bandeja y vi su contenido tuve que respirar hondo.

Anderson almorzaba lasaña todos los días, sin excepciones, pero ese día había tenido que optar por espagueti porque su querido compañero se llevó el último pedazo disponible.

— Eres un...— Olive se mordió el labio inferior para no terminar su oración.

— Eso pasa cuando mientes sobre algo como aquello y me provocas insomnio. — Le guiñé el ojo antes de tomar mi bandeja e hincarle el tenedor al contenido.

— ¿Crees que mentí? — Su rostro cambió por completo.

Ella ya no se veía molesta, de hecho, su rostro no mostraba ningún tipo de emoción.

Si se ponía así me era difícil no caer en sus mentiras. En momentos como ese me preguntaba por qué no había estudiado actuación, habría sido una muy buena actriz.

Una gran villana, de esas a las que en la vida real las insultaban y les deseaban la muerte.

— Jamás mentiría sobre algo así. — Aseguró. — Y si mal no recuerdo, dijiste que no mencionarías nada.

— Si no mientes, ¿por qué no me dices quién fue? — Ella comenzó a recoger sus pertenencias. — ¿Quieres dejar de huir? — Me puse de pie cuando ella lo hizo. — A todos les gritas lo inútiles que son, pero tú huyes con una simple pregunta. Criticas a todos, pero la que realmente está mal eres tú.

— ¡Deja de juzgarme y creerte mejor que yo! — Gritó. — Vas por la vida con la frente en alto, pensando que a todos les agradas solo porque eres tú, pero no es así. No eres mejor que yo, no eres nadie.

— ¿Crees que me hieres? — Di un paso hacia ella. — A diferencia de ti, que pareces a punto de golpearme, yo estoy muy tranquilo. — Di otro paso, acortando la poca distancia que existía entre nosotros. — ¿Vas a seguir siendo una cobarde que se escuda detrás de insultos y menosprecios o vas a echar pelotas? Decide rápido, mi lasaña se enfría.

Aydan Davis©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora