Capítulo 14

64 8 0
                                    

Traté de descansar, pero no pude hacerlo. No era capaz de dormir sabiendo que mi hermana estaba afuera, únicamente acompañada por un chico que no era de mi confianza. En más de una ocasión me vi tentado a llamarla y preguntarle si todo estaba bien, sin embargo, me contuve.

No supe cómo lo logré, pero no la llamé durante toda la noche. Esperé pacientemente a que llegara y cuando lo hizo bajé las escaleras corriendo para asegurarme de que ella estuviera bien, entera y con la ropa en su lugar.

— Bonita, mira quién apareció. — Murmuró papá cuando me senté en el sofá.

— ¿Me extrañaste? — Le pregunté mientras me acomodaba. — Porque si es así puedo mudarme aquí para estar cerca de ti.

— Ni lo pienses. — Bufé por lo bajo.

Ambos guardamos silencio y esperamos expectantes a que Ardilla entrara a la casa.

— ¿Se propasó? — Papá le preguntó tan pronto ella cerró la puerta a sus espaldas.

Le di una rápida mirada a él antes de centrarme en Ardilla, percatándome de que estaba haciendo justo lo que yo iba a hacer. La observaba con detenimiento, tratando de saber la mayor cantidad de información posible sin que ella abriera la boca para mentir.

— No. — Aseguró de forma tajante.

Entrecerré los ojos y apreté los labios para evitar decir algo antes de asegurarme de que todo estuviera en orden. La observé con detenimiento y pude respirar tranquilo al ver que la ropa estaba en su lugar.

Había ciertas cosas que dejaban de estar en orden cuando dos chicos que se gustaban salían solitos, pero todo en ella parecía estar bien. Si había sucedido algo, se habían encargado de borrar cualquier rastro.

Y eso me inquietaba.

Se suponía que yo era un experto en el arte de estar con personas y hacer como si nada hubiera ocurrido. Yo debería ser capaz de ver cuando algo estaba mal colocado, pero en su caso no era así y no sabía si tranquilizarme o preocuparme más.

— ¿Qué es esa marca que tienes en el cuello? — Papá no dudó en ponerse de pie y caminar hacia ella a pasos bruscos y rápidos.

— ¿Dónde? — Lo escuché mascullar.

No lo había hecho para bromear, solo quería ver si había alguna reacción de su parte. Sin embargo, nada sucedió.

— No hay tal cosa. — Rodó los ojos.

Él observaba cada espacio, incluso revisaba su nuca a pesar de que era imposible que yo hubiera podido ver una marca allí porque estaba sentado frente a ella.

— ¿Quieres que te golpee? — Bramó después de alejarse de ella. — ¡Con eso no se juega! — Me había estado tomando ese tema en serio hasta que él me reclamó.

No supe por qué, pero verlo tan nervioso me causó gracia y poco a poco la risa me fue ganando hasta apoderarse de mí. No quería reírme, sin embargo, en esos momentos a punto de comenzar a lagrimear por tanto reír.

— Es más, largo de mi casa... Vete a tu apartamento. — Tenía los ojos empañados, pero pude ver que señalaba la puerta.

— No papá, espera. — Balbuceé como me fue posible mientras negaba con la cabeza. — Solo fue una broma, lo siento.

— ¿Lo sientes? — Asentí lo más rápido que pude. — Te voy a enviar a casa con una verdadera marca, pero en el trasero.

— Creo que ha entendido, Ab. — Suspiré, sintiéndome aliviado porque sabía que mamá no permitiría que papá llegara a mí. — ¿Cariño, cómo te fue?

Aydan Davis©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora