Capítulo 27

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— Adiós, llámame cuand... — Cerré la puerta antes de que terminara de hablar.

Faltaba poco más de una hora para que fuera por Olive, pero desde donde me encontraba hasta el lugar en el que estaba ella, había bastante camino de por medio. Conduje con calma, pero sin detenerme en ninguna parte para no perder el tiempo y terminar metido en medio del gran tráfico que surgía en ciertas horas.

Mientras manejaba hacia donde se encontraba Olive no podía dejar de preguntarme el motivo por el cual Alexa o Shanice, como fuera que se llamara, nos engañó a todos. No solo utilizó otro nombre conmigo, lo hizo con todos e incluso rellenaba documentos escolares como Alexa Diggins.

¿Por qué mentir con algo así?

— No lo entiendo. — Murmuré después de haber entrado al vecindario en el que Olive debía encontrarse. — No tiene sentido que mintiera con algo tan simple como un nombre.

Después de unos minutos más me estacioné frente a una pequeña, pero bonita casa. Para mi sorpresa, no hizo falta que la llamara o que me bajara del auto para tocar al timbre, Anderson salió como si hubiera estado esperando a un lado de la puerta y se sentó en el asiento del copiloto sin dirigirme ni una sola mirada.

— Amabilidad. — Le recordé.

— Davis. — Sus comisuras se elevaron, dejándome ver una de las sonrisas más falsas que le había visto hasta ese momento. — No estoy para tus tonterías.

— Que sorpresa. — Rodé los ojos. — ¿Es tu casa?

— ¿Qué te importa? — Masculló entre dientes.

— Tú sabes cuál es mi número de seguro social y eso tampoco te importa. — Comencé a avanzar por las calles antes de que Olive se hartara y saliera de mi auto.

— Sí, Davis, es mi casa. — Murmuró antes de resoplar. — Pero no puedes ir y venir cuando quieras.

— Me diste acceso a tu madriguera sin que te lo pidiera así que no puedes ni podrás quejarte de mis futuras visitas. — Giré la cabeza hacia ella para guiñarle el ojo y luego me centré en la carretera. — Ya tengo pensado hacer un par de fiestas ahí.

— Llamaré a la policía si entras a mi propiedad sin mi autorización. — Me humedecí los labios antes de sonreír ladeadamente.

— No lograrías nada, tengo amigas que me salvarían el trasero sin dudarlo. — Dije con cierta arrogancia.

— ¿Amigas en la policía? — Asentí levemente.

— Sí, amigas. Muchas amigas. — Alardeé.

— Eres asqueroso. — Reí por lo bajo para evitar que me golpeara y tuviéramos un accidente.

Desde ese momento nos mantuvimos en silencio hasta que llegamos a nuestro destino.

— ¿Por qué estamos aquí? — Preguntó mientras se quitaba el cinturón de seguridad.

— Porque aquí está la persona que podría contestar nuestras preguntas sin que me traicionen o apoyen. — Salí del auto y no avancé hasta que ella estuvo a mi lado. — Christian es mi mejor amigo, pero es la primera persona en juzgarme cuando hago las cosas mal, así que si sabe algo no tendrá problemas en decirlo.

— Tu mejor amigo no es confiable. — Sonreí levemente.

— Ya verás que sí. — Murmuré al ingresar en el edificio escolar.

Era medio día y ambos podíamos caminar cómodamente por el desértico pasillo principal porque la mayoría de los alumnos se encontraban en la cafetería. El bullicio se escuchaba a la distancia cesó repentinamente, ocasionando que mi ceño se frunciera. Aquello no era común, al menos no en mis tiempos.

Aydan Davis©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora