Capítulo 28

46 8 0
                                    

Estuve esperando a fuera de la oficina de Christian durante unos minutos hasta que Anderson salió de allí. Caminaba a pasos lentos, tenía los labios fuertemente apretados y la mirada fija en el suelo.

— ¿Tienes hambre? — Le pregunté.

— ¿No vas a burlarte de mí por haber creído en ella? — Murmuró por lo bajo.

— ¿Burlarme de ti? ¿Por qué? — La observé de reojo y sonreí. — Siempre que vengo a ver a Christian salgo a buscar una hamburguesa grasosa, ¿te apetece ir por una? — La vi dudar durante unos pocos segundos, pero luego dio un corto asentimiento.

— Sí, eso estaría bien. — Habló por lo bajo.

Ambos salimos de la escuela en completo silencio y llegamos al local al que siempre acudía de aquella forma, sin emitir ni un solo sonido ni prestándole atención al otro. Nos encontrábamos sumidos en nuestros propios pensamientos, pero estaba seguro de que todas las cosas que pasaban por nuestras cabezas tenían un solo nombre.

Shanice.

Preguntar el motivo de su actuar sería una tontería, principalmente porque ella ya no estaba con nosotros y no habría quién respondiera nuestras interrogantes.

— ¿Puedo hacerte una pregunta? — Murmuró después de que nos sentáramos y ordenáramos.

Era fascinante ver lo rápido que podía pasar el tiempo cuando no se esperaba algo, más aún cuando nuestros pensamientos estaban en otro parte.

— Adelante. — Me acomodé en la silla de madera.

— ¿Qué te hizo esa tal Iliana? — Mi rostro debió reflejar la tensión que ocultaba mi ropa, porque inmediatamente saltó. — Quiero decir, tu reacción fue... No lo sé, creí que realmente le harías comer el diario a tu amigo. Solo es curiosidad, ni siquiera debería estar preguntándote cosas de tu vida privada.

— Nada me sorprende desde que soy consciente de que sabes cuál es mi número de seguro social. — Las mejillas de Olive se tornaron rosadas. — Pues... Yo estaba muy enamorado, pero ella fue una maldita y me engañó.

— ¿Por eso eres así con las mujeres? — Sonreí ladeadamente.

— Anderson, no me conoces. — Dije antes de darle una buena mordida a mi hamburguesa.

— No es necesario conocerte para saber lo que haces. Las personas se ilusionan, Davis. No puedes ir por la vida jugando con los sentimientos de las mujeres solo porque les diste una tonta e insignificante advertencia. — Masculló entre dientes.

— Si hay una chica que quiere una relación seria y estable, pero accede a estar conmigo y se hace ilusiones, ese ya no es mi problema. Siempre me aseguro de que el mensaje quede claro. — Sus comisuras se elevaron.

— ¿Ser un idiota porque una niña te engañó? ¿De verdad justificas tu actitud con eso? — Rodé los ojos.

— ¿Y tú? ¿De dónde sale ese carácter de mierda? — Dejé mi comida a un lado y me acomodé para tener toda la atención sobre ella. — ¿Por qué ese odio al mundo?

— No seas exagerado. — Seguí cada uno de sus movimientos con la mirada, notando que actuaba con torpeza cuando trataba de no ensuciarse.

— Es la primera vez que entras a un lugar como este, ¿cierto? — Sus ojos se elevaron hacia mí y se mantuvo observándome con fijeza. — Nunca había visto a alguien sujetando una hamburguesa con tanta precaución así que asumo que naciste bajo el seno de una familia pudiente. Debiste habérmelo dicho, pude haberte llevado a algo a lo que estuvieras acostumbrada.

— ¿Estás sacando conclusiones solo por la forma en la que sujeto una hamburguesa? — Asentí sonriente.

— ¿No es lo mismo que haces tú? Juzgas por lo que ves, no por lo que conoces. — Tomé mi vaso de refresco y le di un sorbo al contenido que había en su interior.

— Si juzgas por lo que ves, ¿por qué no estás señalándome por lo de Shanice? — Esperaba que en algún momento volviera a sacar el tema, pero para ser sincero conmigo mismo, no creí que lo fuera a hacer tan pronto.

— Tengo muchas preguntas, pero de nada serviría hacértelas a ti. Tú le creíste a tu familiar y ya está, fin del tema. — Quería desechar el tema de Shanice como lo había hecho con su arañazo, pero ella no parecía estar de acuerdo.

— Ella estaba enamorada de ti. — Levanté los hombros para restarle importancia a sus palabras.

— Y yo de la que era mi novia. Todos llegamos a conocer personas y puede que nos atraigan, pero no por eso nos obsesionamos hasta el punto de ingresar a sus casas para tomarle fotografías. — Olive apretó los labios con fuerza. — No quiero ser cruel, pero tal vez lo suyo no era atracción o amor.

— ¿Ni siquiera te interesa saber las cosas que decía de ti antes de que decidiera terminar con su vida? ¿No sientes curiosidad por escuchar o leer lo que pensaba de ti? — Negué con la cabeza.

— A veces es bueno no saberlo todo, así se vive mejor. — Aseguré.

— O tal vez no tienes empatía ni sentimientos. — Verla molesta y tratando de contenerse me resultaba divertido.

— ¿Y me lo dices tú, Srta. Maniquí? — La señalé con el dedo índice. — ¿De qué me va a servir saber eso? ¿Qué va a aportarme? — Me eché hacia adelante antes de continuar. — ¿A ti qué te aportó detestarme? ¿Qué ganaste al rebuscar entre lo que era cierto y lo que no?

— Sé que no eres culpable de su muerte. — Volví a levantar los hombros.

— ¿Y qué? ¿De qué te sirve? — Pregunté. — Que sepas algo o no, no va a cambiar la forma en la que nos tratamos antes o las cosas que llegamos a decirnos, tampoco te regresará el tiempo que desperdiciaste detestándome y buscando información sobre mí. Puede que de ahora en adelante seamos formales, pero eso no cambia nada de lo que sucedió.

— Eres insoportable. — Masculló mientras ocultaba su rostro detrás del vaso de refresco.

— Lo sé. — Suspiré ruidosamente. — No has contestado ni una sola de mis preguntas.

— ¿Quieres saber sobre mí? — Asentí. — Iba a casarme. — De pronto sentí que algo se atoró en mi garganta.

— ¿Qué? — Pregunté mientras cubría mi boca y tosía. — ¿Cuántos años tienes? ¿Treinta?

— A algunos sí nos interesa tener estabilidad. — Se defendió rápidamente.

— Dijiste que ibas. ¿Por qué no lo hiciste? — Durante algunos segundos su mirada se perdió en la mesa como si estuviera volviendo a vivir el motivo.

— Era algo así como un matrimonio arreglado. Mi familia quería que fuera ama de casa, tuviera un esposo, cuidara del hogar y me encargara de nuestros futuros hijos, pero yo quería ser doctora. — Sonrió levemente. — Y aquí estoy.

— Entonces no lo querías. — Su cabeza se movió de un lado a otro con lentitud.

— Lo amaba. — Aseguró. — Pero me amaba más a mí.

— Eso es bonito, pero no explica el motivo de tu carácter. — La vi rodar los ojos con cierto fastidio.

— Siempre he sido fuerte de carácter, Davis. Sin embargo y como habrás notado, el mundo de la salud es complejo y solo los más fuertes llegan a sobresalir. — Dijo mientras tomaba lo que quedaba de su hamburguesa. — Si no eres fuerte habrán doctores que tratarán de absorberte hasta convertirte en sus marionetas. ¿Qué crees que Culpepper está tratando de hacer? — Sonrió ladeadamente. — Está tratando de quebrarte, domarte y hacer contigo lo que le plazca porque los doctores como él son así.

En parte lo que decía era cierto, pero no era suficiente para justificar su terrible forma de ser. No iba a hacerle más preguntas al respecto, al menos no por el momento. Si Olive no deseaba contestar no iba a forzarla, pero esperaba que supiera que su respuesta no había sido suficiente para mí. 

Aydan Davis©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora