Capítulo 29

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Luego de haber terminado con nuestros alimentos salimos del local y nos subimos al auto. A pesar de que Olive había insistido en que no tenía que llevarla a su casa, la realidad era que sí. Podía ser una fastidiosa muy temperamental, pero yo la había ido a buscar y me encargaría de que regresara a casa tal y como había salido.

— Puedes dejarme aquí, caminaré la cuadra faltante. — Negué con lentitud.

— No importa cuánto insistas, voy a dejarte frente a la puerta de tu casa. Si luego quieres subirte a tu auto y perderte ya será cosa tuya. — La escuché farfullar un par de cosas que me fueron imposibles de entender.

— Insoportable. — Mascullé entre dientes.

— Creí que nos llevaríamos mejor, Anderson. — La observé de reojo para poder ver su reacción.

— Cuando lo intenté me acorralaste en un ascensor y me retuviste en contra de mi voluntad. — Escupió con malestar.

— En ese momento solo lo hacías porque te temblaban las piernas. Tenías miedo de que te acusara y lo sabes. — Volví a centrar mi atención en la carretera. — Pero ahora creo que no tienes ninguna excusa para detestarme.

— No me agradas. — Aseguró sin dudarlo.

— Eso no es una excusa, tú tampoco eres mi persona favorita y no estoy siendo grosero. — Rodé los ojos.

— ¿Y qué quieres? ¿Quieres que te salude cada vez que te vea? — Asentí rápidamente. — No.

— Eso es justamente lo que quiero, qué bueno que nos entendemos. — Le dediqué una sonrisa rápida. — Cordialidad, solo eso.

— Soy cordial. — Una risa burlona brotó desde lo más profundo de mi ser.

— Eres todo menos cordial. — Murmuré con diversión. — Antipática, hostil, grosera, estoica y malhumorada.

— Vete a la mierda. — Masculló.

— Muy grosera para haber nacido en una cuna de oro. — Canturrié.

— Por el amor de Dios, ¿nunca te callas? — Negué sonriente. — ¿Cerrarás la boca si accedo a ser cordial?

— Puede. — Olive volvió a farfullar algo inentendible.

— De acuerdo. — Suspiró ruidosamente. — Seré cordial, pero no esperes que nos volvamos amigos.

— Me conformo con poder caminar sin sentir tus malas vibras a mi alrededor. — No tenía la mirada sobre ella, pero estaba seguro de que Anderson había rodado los ojos.

Después de dejarla frente a su casa y asegurarme de que ingresara a la propiedad, conduje hacia mi siguiente destino mientras comenzaba a llamar a papá. Ya era bastante tarde, por lo que White debía encontrarse en su casa. Si el mocoso no complicaba la situación iba a poder llegar a mi trabajo a tiempo.

— Ahora sí, dime qué fue lo que le hizo a Ardilla. — Dije tan pronto papá descolgó el teléfono.

— Estaba con otra chica. — Pisé el freno bruscamente, deteniendo el auto en seco y quedándome sin aire en el acto.

— ¿Qué? — Grité.

— Eso fue lo que nos dijo en la mañana, pero estoy seguro de que eso no tiene nada que ver con lo que sucedió ayer. — Me explicó.

— No te preocupes, hoy sabremos lo que hizo. — Mascullé entre dientes. — Hagamos un cambio de planes, espérame en la bahía.

Ignoré los insultos y bocinazos que comenzaban a acumularse a mis espaldas y aceleré lo más que pude.

Aydan Davis©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora