Capítulo 37

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— Yo...— Murmuré mientras comenzaba a sentir una mezcla entre temor y confusión. — Yo... Creí haber dejado la estufa encendida, pero no... — Reí secamente. — Lo siento, mi reacción fue exagerada.

— ¿Quieres regresar para asegurarte de que tu casa sigue intacta? — Negué con la cabeza.

— No, no te preocupes. Recordé que la apagué así que todo está bien. — Sonreí levemente. — Andando, hay que... Tenemos que visitar a Shanice.

Comencé a caminar a pasos lentos hacia la lápida que estaba siendo rodeada por flores amarillas, esa en la que descansaban los restos de la que en algún momento había sido una amiga cercana.

— No tienes que acercarte si no quieres. — Dijo aquella voz femenina a mis espaldas. — Con que me acompañaras es más que suficiente.

Di un corto asentimiento, pero no me detuve. No deseaba acercarme, sin embargo, en mi mente estaba la loca idea de que si me despedía como era debido, jamás tendría una pesadilla como la de la noche anterior. Era absurdo y hasta infantil, pero yo era una persona que nunca antes había soñado y no deseaba volver a hacerlo.

Una vez que estuve frente a la lápida que llevaba su nombre escrito me detuve y esperé a que Olive se sentara frente a ella, tal y como lo hizo pocos segundos después. Ella se quedó en silencio, con la mirada perdida en el mármol que protegía el ataúd y apretando los labios con bastante fuerza, como si tratara de mantener las palabras dentro de su boca.

Viéndola así no pude evitar sentir que el corazón se me contraía. Anderson se veía perdida y eso no me agradaba en lo absoluto, de hecho, en esos momentos lo único que deseaba hacer era abrazarla y decirle que no estaba sola.

Quería estar para ella y por eso detestaba que se hubiera vuelto mi cigarrillo electrónico, porque me conocía y sabía lo estúpido que me volvía cuando alguien me gustaba. La mejor prueba de ello era Iliana y cada una de las cosas que me hizo.

— Voy a dar una vuelta para que tú puedes hablar con ella a solas. — Murmuré por lo bajo.

— No, no es necesario. — Negó rápidamente con la cabeza. — No hay mucho que decir.

— Siempre puedes dejarle saber lo idiota que soy. — Sus hombros se sacudieron un poco debido a su risa.

— Sí... Eso podría servir...— Sonreí ladeadamente.

— ¿Sabes? Me agrada más la Olive salvaje. — Dije mientras caminaba hacia ella y tomaba asiento a su lado. — Esta es... — La observé por el rabillo del ojo antes de pasar uno de mis brazos sobre sus hombros. — Olvídalo, ven aquí. — Murmuré al mismo tiempo en el que la acercaba a mí y la rodeaba con mis brazos.

Se mantuvo inmóvil durante algunos segundos, pero cuando sus hombros comenzaron a sacudirse cada vez más rápido la apreté más fuerte contra mi pecho. A pesar de que Olive trataba de controlar su cuerpo y de acallar sus sollozos, no era posible.

— Eres un estúpido, no quería llorar. — Balbuceó. — Hasta manché tu camisa.

— No pasa nada. — Murmuré por lo bajo. — A veces necesitamos liberarnos de lo que sentimos para poder avanzar.

Era un hipócrita por decirle algo así, pero no era yo el que se estaba ahogando en llanto.

— No soy muy bueno con estas cosas, pero siempre que estamos decaídos mi madre nos dice a mi hermana y a mí que algo bueno vendrá después de un momento triste. Shanice ya no está con nosotros y para la familia siempre va a ser algo duro, pero si te sirve de algo, ella ya no sufre y te está cuidando desde el cielo. — Continué murmurando. — Es más, mira hacia arriba. — Levanté la mirada hacia el cielo y poco después ella también lo hizo. — Está justo al lado de mis abuelos, posiblemente jugando una partida de domino.

— Ella detestaba esos juegos. — Bajé la mirada hacia el rostro de la chica que se encontraba entre mis brazos y sonreí levemente.

— Cariño, está junto a cuatro ancianos, no tiene muchas opciones. — Sus comisuras se elevaron un poco mientras volvía a sorber su nariz. — Gracias Alex. — Dije cuando elevé mi rostro nuevamente hacia el cielo.

Gracias por haberla puesto en mi camino...

— Gracias Shanice. — Susurró Olive.

Nos mantuvimos de pie bajo aquel ardiente sol durante unos minutos más, hasta que ella se sintió lista para dejarse ver como el maniquí sin sentimientos que pretendía ser.

— Ni una sola palabra al respecto. — Dijo cuando nos subimos al auto. — A nadie, ni siquiera a Angie.

— No veo cuál es el problema de decirle a alguien que eres un ser humano con sentimientos, pero está bien. — Levanté mis hombros en un rápido movimiento para restarle importancia a la situación. — No es como si fuera a decir que estuvimos juntos...

— Eso nunca va a suceder y todos lo saben. — Mi ceja tembló debido a la irritación que sentí en ese momento.

¿Nunca? ¿De verdad? ¿Tan mal amante creía que era?

— Hace poco aprendí que nunca se debe decir nunca. — Encendí el auto, pero no avancé. — Te daré un consejo por el bien de tu orgullo, ¿de acuerdo? Borra esa palabra de tu vocabulario y vivirás mejor.

— ¿Nunca? — Asentí en respuesta a su pregunta.

— Elimínala y vivirás sin tantas limitaciones. — Le guiñé el ojo antes de comenzar a conducir.

— Y... ¿Eso salió porque dije que nunca estaría contigo? — Volví a asentir. — ¿Acaso herí tu orgullo de hombre conquistador?

— Live... ¿Te puedo decir Live? — Por el rabillo del ojo la vi fruncir el ceño y negar. — Da igual, de todas formas lo haré. Live, hiciste mucho más que herir mi orgullo de hombre conquistador.

Ella no tenía ni idea, pero lo único que lograba con todo eso era hacer que mi interés por su horrible carácter creciera. Mientras más quisiera alejarse, más me tendría detrás de su sombra y eso no era nada bueno.

— ¿A qué te refieres con eso? — Me mordí la cara interna de las mejillas para evitar sonreír.

— A nada. — Murmuré. — Nada de nada.

No iba a decirle nada respecto a lo que ella me hacía sentir, al menos no en esos momentos. Olive apenas comenzaba a llevarse bien conmigo y no deseaba arruinarlo al confesarle algo que podía esfumarse a los pocos días.

Sí, ella me gustaba, pero temía abrir la boca y que aquello solo fuera algo pasajero. Prefería esperar, acercarme mucho más a ella y ver hacia dónde me llevaban las aceleradas palpitaciones que ella ocasionaba en mi corazón. 

Aydan Davis©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora