Habían pasado un par de días y se suponía que debí haber llevado a Ardilla a la escuela, pero como papá se encargó de eso me encontraba acostado en la cama. No tenía el día libre, pero como mi turno comenzaba en la noche podía permitirme descansar.
No supe cuánto tiempo estuve oculto entre mis sabanas, pero cuando me desperté lo hice porque mi teléfono había comenzado a vibrar. No abrí los ojos para ver quién era, solo descolgué la llamada esperando que no fuera del hospital.
— Aydan, ¿podrías venir a buscarme? — Rápidamente abrí los ojos y me senté en la cama.
Esa era Ardilla, pero...
— ¿Qué pasó? ¿Te sientes mal? — Me levanté lo más rápido que pude y comencé a ponerme los zapatos.
Al no recibir una respuesta de su parte mi preocupación aumentó.
— ¿Ardilla, estás ahí? — Quise saber.
— Sí. — Su voz se quebró.
— Voy para allá, llego en tres. — Cuando tuve las llaves de mi auto colgué la llamada y salí de mi habitación.
Bajé las escaleras a toda prisa y recorrí el camino restante hasta la puerta principal en un par de zancadas. Cuando me subí en el auto y lo encendí, por mi cabeza no pasó otra cosa que ir a buscarla en menos tiempo del que le había dicho.
Por suerte para mí, en mi camino no se cruzó ningún policía porque entonces habría tenido que explicar el motivo por el que iba en exceso de velocidad y de paso por qué no me detuve cuando me lo indicó.
En tres minutos exactos estuve allí y aunque me vi tentado a entrar e ir a buscarla, preferí quedarme en el auto y darle su tiempo.
A mí no me iba a engañar, podría jurar por lo que sea a que cuando me llamó estaba llorando y si eso era por culpa de White, yo mismo le daría una lección. Odet solo tendría que decirme lo que ese imbécil le había hecho y yo iría a donde fuera para partirle la cara.
— Con mi hermanita no, hijo de puta. — Mascullé entre dientes.
A los pocos segundos la vi salir del edificio escolar y caminar hacia el auto a pasos rápidos. De hecho, si no conociera su forma de andar habría pensado que estaba corriendo.
— ¿Qué pasó? — Le pregunté tan pronto estuvo sentada a mi lado. — ¿Estuviste llorando? — Llevé mis manos a sus mejillas para poder ver su rostro mejor.
Apreté los labios cuando vi que sus ojos estaban rojos e hinchados.
— ¿Qué ocurre? ¿Te duele algo? — Ella negó con la cabeza. — Puedo llevarte al hospital, mamá está de turno y podría revisarte.
— No me duele nada, tranquilo. — Ni siquiera fue capaz de fingir una sonrisa cuando lo intentó.
— ¿Alguien te molestó? — Entrecerré los ojos con desconfianza. — ¿El imbécil de Pitha te hizo algo?
— No, solo quiero ir a casa. — Susurró mientras alejaba mis manos de su rostro. — Solo eso.
— Está bien, por el momento no preguntaré nada más. — No le creía, pero si lo que necesitaba era espacio para pensar, mis preguntas no le iba a ser de ayuda.
Me mantuve callado todo el trayecto a casa, aunque cada cierto tiempo la observaba para ver si seguía teniendo los ojos cerrados.
Me preocupaba que ella nunca fuera a decir lo que le sucedía solo por proteger a alguien.
Cuando detuve el auto frente a nuestro hogar ella se bajó del auto en completo silencio e ingresó y se perdió por las escaleras como si fuera un fantasma. No escuché ni un solo ruido, ni siquiera cuando estaba caminando a unos pocos pasos detrás de ella y tampoco en las horas que transcurrieron después de eso.
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Aydan Davis©
Romance💫Esta historia es completamente de mi autoría por lo que se prohíbe su copia o adaptación.💫 •Libro a parte de la trilogía AEL.• •Es necesario leer los primeros dos libros para conocer a los personajes y comprender ciertas situaciones.• Los hombres...