Aydan Davis©

Capítulo 38

Después de salir del cementerio y de haber llevado a Olive a que recogiera su auto en el estacionamiento del hospital, cada cual se fue a su casa.

Ese último mes había estado repleto de drama, por lo que era normal que me sintiera como lo estaba en esos momentos: drenado, somnoliento y al borde del colapso. En treinta días había pasado de todo, desde encuentros incómodos con mi ex, problemas con mi gruñona compañera de trabajo, hasta horas extra debido a un brote masivo de varicela.

— Me merezco un buen descanso. — Me dije a mí mismo mientras me lanzaba a la cama.

Durante todo el camino había estado deseando llegar a mi hogar para poder acostarme a dormir, pero una vez allí, todo el cansancio que sentía se esfumó. Me sentía más despierto que un búho y eso no me agradaba en absoluto.

Cerré los ojos y acomodé uno de mis brazos sobre mis parpados para evitar que la luz del día me molestara. Trataba de pescar el sueño, atrayéndolo con la oscuridad que logré obtener y el silencio que había en la zona en esos momentos, sin embargo, lo único que pude alcanzar fue la imagen de aquel maniquí sin sentimientos.

Su piel perfecta y suave, sus labios finos, pero bonitos y sus ojos verdes...

El físico de Olive era prácticamente perfecto y su carácter, aunque fuera fuerte e irritante la mayor parte del tiempo, me encantaba. Era un tonto masoquista, lo había sido desde la adolescencia y al parecer los malos hábitos no se iban.

Esa mujer me gustaba mucho...

— ¿Estás ahí? — Preguntó la voz lejana de alguien.

Realmente me gustaba...

— ¿Aydan? — Escuché que preguntaban más fuerte.

— Ya voy, dame un segundo. — Respondí sonriente.

Quería decirle lo que sentía y besarla hasta saciarme.

Salí de la cama de un salto y caminé con pasos rápidos hacia la entrada principal. Me resultó extraño Olive supiera en dónde vivía, pero luego recordé que esa mujer sabía mis datos personales.

— ¿Qué pasa? ¿No puedes vivir sin...? — Las palabras se me estancaron en la garganta cuando abrí la puerta y vi que la persona que tocaba mi puerta no era Olive, sino Gabriella. — Gaby...

— ¿Esperabas a alguien más? — Preguntó por lo bajo, a lo que negué rápidamente.

— No, no, pasa. — me hice a un lado para que ella pudiera ingresar y cuando lo hizo cerré la puerta. — ¿Qué haces aquí?

— Quería hablar sobre lo que pasó la última vez. — Volví a negar con la cabeza. — Por favor, escucha antes de responder. — Asentí con lentitud. — Vine para disculparme por... Pues por haberte dicho todo eso después de ya sabes qué. Desde esa noche no he dormido bien por la culpa que siento al ver a tu hermana y yo... No quiero perder su amistad, Odet es como mi hermana y sé que si le digo que te besé... — Su voz comenzó a volverse inestable. — No quiero perder a mi mejor amiga por culpa de mi estupidez.

— Tranquilízate. — Dije mientras la abrazaba. — Ella no tiene por qué saberlo y nosotros haremos como si nada hubiera sucedido, ¿de acuerdo? — Su cabeza se movió de arriba a abajo de forma lenta. — Todo está bien, tranquila.

— La amo mucho. — Mis comisuras se elevaron a pesar de que tenía a una niña llorando contra mi pecho.

— Lo sé, eres una gran hermana mayor. — Besé castamente su cabello antes de dar un paso hacia atrás. — ¿Por qué lloras? ¿Quién se murió?

— Eres un tonto. — Dijo mientras reía y lloraba a la vez.

— No llores, las niñas bonitas se ven mucho mejor sonriendo. — Sequé sus lágrimas con mis pulgares.

— Voy a superarte. — Aseguró. — Voy a superarte y cuando eso suceda me pararé frente a ti y te diré lo tonto que fuiste al rechazarme.

— Estaré esperando ese día con ansias. — Sonreí ladeadamente. — Espero ver a una mujer realizada y sonriente que me diga lo imbécil que fui.

— Dalo por hecho. — Murmuró antes de darse la vuelta y girar la perilla de la puerta. — Hasta entonces, te agradecería que si me ves por la calle me saludes de lejos. — Con eso dicho, salió de mi apartamento.

— Hasta entonces...— Dejé salir un gran y ruidoso suspiro. — Espero que te traten como la reina que eres.

Iba a extrañar a esa pequeña odiosa, pero sabía que no era una despedida para siempre, era algo temporal... Aquello fue un amargo hasta luego que podría durar muchos años, tal vez más de los que podía imaginarme, pero estaba seguro de que en algún momento volvería a hablar con ella y seríamos tan o más fastidiosos de lo que éramos antes.

Solo habría que esperar a que sanara y que las cosas tomaran su propio rumbo. Ella iba a conocer a alguien genial y luego observaría hacia atrás, analizaría lo que en algún momento sintió por mí y se reiría, estaba completamente seguro de ello.

Lo que yo le hubiera ofrecido no se podría comparar con nada de lo que le esperaba junto a su persona ideal, solo debía encontrarlo y darse la oportunidad. 

— Ja. — Me crucé de brazos y me senté en el sofá. — Y dicen que soy un maldito imbécil sin sentimientos...

Cerré los ojos y me acosté en aquel lugar que pocas veces era utilizado. Debía sentarme allí más a menudo o de nada habría servido gastar ochocientos dólares en ese sofá. Era bonito, cómodo y perfecto para tener a Oli...

— Si ella estuviera aquí y pudiera leer mis pensamientos me estaría golpeando en estos momentos con tanta fuerza...— Murmuré mientras reía por lo bajo. — Ah... Este lugar se siente tan vacío y solitario...

Habían pasado dos horas desde que la dejé en su casa, pero la extrañaba.

— Y esta era una de las razones por las que no quería encariñarme con nadie. — Gruñí. — Pero no voy a ir a verte y tampoco te llamaré, no señor... — Me mantuve en silencio durante algunos segundos antes de volver a hablar. — Es más, voy a apagar el teléfono para evitar hacer una estupidez y veré una película. Sí, eso es perfecto. — Apreté los labios con fuerza. — No, no puedo apagar el teléfono, si pasa una emergencia no me enteraré... No importa Aydan, eres un adulto maduro y responsable que sabe controlarse.

No había nada que temer, después de todo solo me gustaba. Cuando único debía preocuparme sería al momento de notar que mis sentimientos se tornaban fuertes, como por ejemplo cuando quisiera decirle que la amaba o algo así, mientras tanto era inofensivo.