Capítulo 40

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Manejé por las oscuras calles en completo silencio, incluso cuando volvieron a mi cabeza algunos de los fragmentos de la conversación familiar, no encendí la radio o emití algún sonido. Cuando llegué a aquel vecindario era realmente tarde, pero eso no impidió que me estacionara frente a su casa y me acercara a tocar la puerta.

Nunca había estado tan cerca...

— ¿Vas a abrir o seguirás observándome por la mirilla? — Escupí después de haber estado allí durante un par de minutos. — Hace frío aquí afuera.

— Estoy tratando de averiguar qué haces aquí a las... A las dos de la madrugada. — Observé el reloj de mi muñeca y quise golpearme la frente.

En todo el camino desde mi casa a la suya no había visto el reloj, por lo que no me puse a pensar en lo desconsiderado que sería al llegar a su hogar y tocar la puerta a esas horas.

— Necesito hablar con alguien y Angie vive con su novio. — La puerta frente a mí se abrió con lentitud. — Tú vives sola, así que solo te molesto a ti.

— Deberías estar en tu casa. — Sonreí levemente.

Sí, se suponía que debía estar en mi hogar, pero no era así.

— No iba a poder dormir. — Cerré la puerta detrás de mí antes de darle un rápido vistazo a su casa.

Era un lugar bonito, organizado y elegante. Era evidente que allí vivía Olive, sola con su mal carácter.

— ¿Te desperté? — Pregunté al verla con su pijama puesta y con el cabello levemente desordenado.

¿Cómo era posible que un ser tan salvaje como ese me resultara atractivo incluso cuando parecía haber tenido una pelea momentos antes de abrirme?

— ¿Tú qué crees? — Murmuró. — No sabía que teníamos este tipo de confianza.

— ¿De qué tipo de confianza me hablas? — Ella se dio la vuelta y fue adentrándose a su casa, acción que imité casi de inmediato.

— La misma que tiene un paciente con su psicólogo. — Chisté. — Cuéntame Aydan, ¿qué impide que ambos estemos durmiendo? — Quise morderme el labio inferior cuando la vi sentarse justo después de tomar una pequeña libreta y un bolígrafo.

— Pues... Dra. Anderson, hoy tuve una reunión familiar que me dejó patidifuso. — Comencé, siguiéndole el juego. — Resulta que muchas cosas que creía, no son reales.

— ¿A qué te refieres? — La observé de reojo, pudiendo ver que su ceño se fruncía levemente.

— Creí que había crecido con un padre, pero no. — Sonreí levemente. — No fue así hasta que tuve cinco años y... Siento una pequeña y molesta opresión en el pecho. También supe que mis abuelos están vivos y no sé cómo sentirme al respecto porque nunca los he visto, al menos no que yo sepa o recuerde. Lo único más cercano que tengo a la figura de una abuela es a mi Nona.

— No sé qué decirte. — Murmuró por lo bajo. — Lo de tu papá es feo, pero al menos estuvo presente, ¿no? Quiero decir, está mal que te ocultaran ese detalle a pesar de que para tus padres ese tema fuera algo doloroso, sin embargo, él ha estado ahí desde entonces. Tienes un padre presente y eso es lo que debería importarte.

Ella tenía razón en lo que decía. A pesar de todo, papá siempre estuvo ahí, incluso cuando fui un adolescente descarrilado.

— Ahora, lo de tus abuelos es muy sencillo. Si no estuvieron, no existen. Si tu Nona es la única figura que has tenido que cumple con ese papel, entonces ella es tu abuela. Solo piénsalo, ¿para qué llamarías abuelos a unas personas que nunca has visto cuando hay una mujer que estuvo presente en tu vida? — Asentí con lentitud. — Así como padre y madre son los que crían, un abuelo o abuela es aquel que está presente en la vida de un niño. No le des un título tan importante a un par de viejos que no sintieron interés en conocerte a ti o a tu hermana.

— Tienes razón. — Dije lo suficientemente alto como para que me escuchara.

— Claro que la tengo. — me quedé observándola fijamente durante algunos segundos, ya fuera observando su belleza o pensando en lo que estaba por decir. — ¿Qué pasa?

— Tengo una última consulta. — Con su mano me incitó a continuar. — Hay una chica...

— Espera, si me vas a hablar de tus locuras...— Negué rápidamente. — De acuerdo, prosigue.

— Me gusta una chica. — Sus ojos se abrieron de forma exagerada. — Y no sé cómo acercarme sin asustarla.

— ¿Quién es la desafortunada? ¿La conozco? — Sonreí ladeadamente.

Sí, ella la conocía muy bien...

— ¡Habla! — Chilló. — ¿Quién es?

— Tú. — Dije con la mirada fija en la suya. — Felicidades, desafortunada.

— No juegues con eso. — Mi comisura tembló al verla rodar los ojos.

— No juego. — Aseguré. — Ya me voy. Gracias por escucharme, que tengas buenas noches.

— Espera, espera. — Me puse de pie y caminé a pasos rápidos hacia la puerta. — No juegues con eso.

Detuve mis pasos frente a la madera que me separaba del exterior y aunque giré la perilla y la abrí, no salí de la propiedad. Lentamente me volteé hacia ella, quien en esos momentos se veía más despierta que nunca.

— ¿Te parece que estoy jugando, Olive? — Le pregunté con un tono de voz y una expresión facial seria. — Te hice una pregunta.

— Claro que sí, así eres tú. Dices tonterías y luego actúas como si...— Di un paso hacia ella y tiré de su brazo para acercarla por completo a mí. — Te equivocas si crees que voy a retroceder.

— Entonces estás jodida porque yo tampoco lo voy a hacer. — Murmuré por lo bajo. — No voy por la vida diciendo que me gusta cada chica que conozco. Te dije que te alejaras o terminarías convirtiéndote en mi cigarrillo electrónico y no hiciste caso, no me escuchaste. — Llevé mis manos a sus mejillas y acorté la boca distancia que había entre mi cabeza y la suya.

Tan pronto mis labios se presionaron sobre los suyos sentí que el corazón se quería salir de mi pecho. Mis palpitaciones eran rápidas y fuertes, algo que aumentó bruscamente cuando sentí sus manos aferrándose a la tela que cubría mis brazos.

No me empujaba, pero de cierta forma tampoco me aceptaba.

— Quiero una respuesta. — Susurré tan pronto me alejé de ella. — No importa si es un sí o un no, quiero saber si aceptas mis sentimientos o si los mandas a la mierda, pero no ahora. Piénsalo. Descansa, Live. — Besé castamente su mejilla y salí por aquella puerta, dejando a una Olive con los labios entre abiertos y completamente congelada. 

Aydan Davis©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora